El jardin perfumado

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PEER GYNT Henrick Ibsen Acto IV. Cuadro octavo

Sendero de caravanas. El oasis se pierde en la lejanía. través del desierto, llevando a

ANITRA

PEER GYNT,

Leopoldo Emperador •• El jardín perfumado

CATÁLOGO El jardín perfumado

sobre su caballo blanco, galopa a

en la parte anterior de la silla.

ANITRA

¡Déjame, o te muerdo! PEER

¡Locuela! ANITRA

¿Qué pretendes? PEER

¿Qué pretendo? ¡Jugar a la paloma y el halcón! ¡Secuestrarte! ¡Hacer locuras! ANITRA

¡Vergüenza debía darte! Un viejo profeta! PEER

¡Bah, tonterías! ¡No es tan viejo el profeta, tonta! ¿Te parece esto un signo de vejez? ANITRA

¡Suéltame! ¡Quiero volver a mi casa! PEER

No seas coqueta. ¿Con qué a casa?… ¡Con el suegro! ¡Qué bien! Nosotros, locos pajarillos escapados de la jaula, jamás podríamos presentarnos ante sus ojos. Por más que nunca debe permanecer uno en el mismo lugar mucho tiempo, hija mía; pierde en respeto lo que gana en relaciones, especialmente cuando se presenta como profeta o cosa semejante. ¡Ya iba siendo hora de que se acabara la visita! Son espíritus inconstantes estos hijos del desierto; acabarán por faltar el incienso y las oraciones. ANITRA

Sí; pero ¿de veras eres profeta? PEER

¡Soy tu emperador! (Intenta besarla) ¡Mira cómo se hace valer el avecilla! 25


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