Boletin de Noticias 2018 - Hermanitas de Jesús

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Hermanitas de Jesus

Contemplativas en el mundo que Dios ama

La belleza de la vida “Cada cosa tiene su belleza pero no todos saben leerla.�

2018

www.hermanitasdejesus.org


Indice Introducción

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Mujer semilla que siembra esperanza

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Un corazón donde todos caben

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Lo esencial es invisible a los ojos

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La santidad de nuestros vecinos

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Abracadabra, pata de cabra

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Pedacitos de la vida de Dios

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El amor, un fuego que no se extingue

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La santidad en la hondura de lo cotidiano

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Una santidad militante en la lucha de los pueblos

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¿Es Mauricio Silva un mensaje para el trabajador itinerante hoy?

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La santidad también tiene que ver con la resistencia del pueblo

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Los santos de la puerta de al lado

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Los signos de la presencia de Dios a nuestro lado

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Dora Paiva: gritó el evangelio con su vida

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Celebración de la fe y la vida

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Renacimiento de un pueblo que celebra la vida

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Vidas Consagradas

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Introducción Estamos acostumbrad@s a leer en los periódicos, a ver en la televisión y a escuchar en la radio grandes historias que cuentan lo que viven, sueñan, construyen y piensan las personas “importantes”… Much@s de nosotr@s hemos leído o hemos visto películas que relatan la vida de algún santo, de alguna santa. ¡Qué lejos quedan de nosotr@s todos estos acontecimientos! Lejos por la distancia temporal o por la distancia entre esas vidas grandes, heroicas, trascendentes… y las nuestras, marcadas por la rutina y el desafío cotidiano de vivir el amor en cada gesto, en cada encuentro, en cada acontecimiento vivido. El Papa, en su exhortación apostólica “Gaudete et exsultate” nos invita a tomar en serio el llamado a la santidad que hemos recibido cada un@ de nosostr@s. Nos invita, también, a reconocer la santidad en las personas que nos rodean. El se refiere a ell@s como “l@s sant@s de la puerta de al lado”. Reconocer y rescatar el valor y la belleza de esas vidas invisibilizadas o, peor aún, estigmatizadas, de aquell@s hombres y mujeres que han sabido vivir desde el Manantial de Amor que nos habita y que es el Espíritu de Dios presente en cada ser humano, es parte de nuestra misión como Hermanitas de Jesús. En este boletín quisimos recoger algunos de esos nombres que están grabados en nuestro corazón y han sido para nosotras un faro en los momentos difíciles y oscuros de nuestra vida de fe… encontrarán en estos relatos el recuerdo de vari@s herman@s nuestr@s cuyas vidas han sido arrebatadas a causa de Jesús y su Evangelio. Pero también hallarán historias de quienes han sabido amar en lo cotidiano. Más aún,

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en situaciones de violencia y deshumanización… Descubrirán también a personas que pertenecen a otros pueblos, otras tradiciones de fe que nos han revelado el Amor de Dios que las habita Nos dimos cuenta que estas paginàs no pueden contener a esa inmensa nube de testigos... Por eso creímos que sería bonito generar un espacio abierto para que tod@s podamos ir sumando a nuestr@s sant@s amig@s. L@s invitamos a escribir a nuestra página web esas historias… Porque no vamos sol@s, porque somos parte de un pueblo que camina y que va construyendo un Mundo donde puedan entrar todos los mundos, un mundo donde todos podamos vivir en plenitud…

¿Quieres sumarte a este movimiento vida? Escríbenos a www.hermanitasdejesus.org

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Mujer semilla que siembra esperanza La Hta. Bernardita nos introduce en los saberes nuevos y antiguos que se van entretejiendo con confianza y amistad en la cotidianeidad de la vida cordillerana.

La niña que nos invitaba a piñonear por la cordillera neuquina, junto con su mamá y con su acuerdo, volcaba en nuestra bolsa la latita de piñones que ella juntaba más rápido que nosotras…. Sí, esa niña, Mariana, hoy, se capacita para ser “agente sanitaria” al servicio de su comunidad MAPUCHE en Ruca Choroi. Allí, donde nosotras, después de 30 años de compartir la vida de esa comunidad (la más numerosa de la provincia), sentimos que nos sigue brindando su confianza y amistad. Una familia numerosa, fue la escuela de VIDA que le ofreció la presencia y sabiduría de la abuela que dirigía el ritmo cotidiano de la casa, y sus relatos de vivencias, alrededor del fogón… hasta su vuelta a la Madre y Padre hace unos años atrás. ¡Qué creatividad se necesita para el cuidado de dos tías discapacitadas, una nieta allegada y la mamá con sus tres criaturas que entre las siembras, cuidados de la huerta y tareas diversas, agarraba el huso para “descansar” un poco, soñando con el matrón ,cubrecama que podrá tejer y vender en el pueblo para traer a casa

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harina, fideos, grasa y…, si alcanza, alguna otra cosita que falte! Después siguieron los ponchos, que con cariño tejió para sus hijos y los nietos que más tarde vinieron a integrar la vida familiar, sin mermar los tejidos en agujas para el uso de la casa, y para vender y sostener así, la sobrevivencia cotidiana. Después de la escuela primaria, la adolescente pudo seguir su secundaria en el internado de una ciudad vecina, con interrupciones… consecuencia de acontecimientos que cruzan la vida… Entre ellos, la enfermedad de su prima. Esta fue una experiencia nueva para acompañar entre todos los miembros de la familia, donde la prioridad es atender las más frágiles. Las tías, con su “estar nomás” y sus gestos, colaboran a sostener el ánimo…. Ellas, por su presencia, ofrecen el espacio de nuevos aprendizajes y atención a los pequeños gestos para que se pueda comprender lo que cada una necesita. Disfrutamos las mateadas alrededor del fogón, el compartir de la mesa. La mamá, cuando hubo mucha confianza, compartía algo de su saber, con respecto a las hierbas medicinales que se usan constantemente en la familia. Mucho para aprender y descubrir cómo las frutas silvestres refrescan en los días de verano cuando nos venían a invitar a subir una hora en plena cordillera para juntar la leñita seca para cocinar. Ellas nos enseñaron a traerla como mochila en la espalda. Ya con su primera hijita a cargo, Mariana se esmeró en cuidarla con mucho esfuerzo y el cariño que entre todos y las familias parientas vecinas, les ofrecían. Trabajó atendiendo la despensa de su tío, rebuscándose así para asumir los nuevos desafíos que se presentaban. La joven mamá aprendió en la “escuela familiar” a armar su telar, a tejer los centros de mesa que se exponen en el puesto de venta que las artesanas vecinas organizaron progresivamente. Ahí la venta de las medias que se tejen hasta tarde en la noche dan para juntar algunos pesos y, a la vez, es una ocasión para encontrar e idear con otras artesanas algunas nuevas salidas para vender sus trabajos.

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Surgieron capacitaciones diversas (cultivo en invernadero, alimentación saludable) gracias al acercamiento de personas y técnicos dispuestos a favorecer ese protagonismo de las señoras del lugar en su lucha por una vida más digna. “Hay que participar porque todo sirve”, es como su habitual exclamación que expresa su afán de ampliar su horizonte. Llegó el día de la entrega del certificado de fin de curso secundario, que con esfuerzo pudo conseguir, yendo y viniendo al pueblo de Aluminé (a 27 km), muchas veces a dedo, para asistir al curso para adultos. Le costaba entender y estudiar, buscaba ayuda y se quedaba a alojar en el pueblo. Entre las cosas nuevas que aprendía, comenzaba a darse cuenta de lo que deseaba mejorar en su vida, en la de la familia, para su hijita y vecinos. Nació su segunda hijita y, con su compañero de vida, la comunidad les ofrece mudarse a la “ruca” (casa de barro) que la comisión directiva de la comunidad Mapuche nos había brindado para compartir su vida y que nosotras ocupamos como fraternidad durante 26 años. Así, ella no se aleja de la casa de su mamá que necesita cada vez más su ayuda. Hay mucho que asumir: trámites por la defensa de los derechos relacionados con el cuidado de salud y jubilación de sus tías y mamá, acompañar a sobrinos que van creciendo y ayudan a cuidar el rebaño de ovejas, con otro pariente. Estos muchachos también estudian en una escuela agrícola en el pueblo de Aluminé. Ella, como muchas de nosotras, se preguntaba si era capaz de llevar adelante algo distinto que lo vivido y aprendido, poder construir su propia familia y concursar en los nuevos cargos que surgían en la comunidad, en el camping, la escuela y en salud. La fuerza para atravesar momentos de penas, dudas, dificultades la encuentra acompañando a su mamá que en el amanecer, según el rito cultural, frente al sol que se levanta, ruega al Aliento de VIDA y agradece al Madre y Padre por su mirada que acompaña los pasos de

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sus hijas e hijos, de los pueblos, y abre la huella para caminar el día…. Apreciamos compartir, de vez en cuando ese ruego especialmente en el día del año nuevo, en el solsticio de invierno, cuando vuelve a subir el sol que fecunda la tierra y nos da vida. Recibimos entonces la ablución y bendición que la mamá hace sobre cada uno de las hijas, nietas y nietos, e hijas postizas, con el agua de la vertiente que riega las plantas del terreno y cultivo de flores e invernadero de verduras. La trama de su vida de mujer valiente y creativa es un entramado de hilos de diversos colores vivos o más apagados, que van formando esa “labor” (dibujo) única que visibiliza su participación y esmero para luchar por una vida más digna, con respeto de sus raíces profundas. En el hoy, es también terminar su formación de agente sanitario para seguir cuidando la vida de la gente que necesita acompañamiento y escucha para sanear sus dolencias y seguir caminando la huella del “Buen vivir” cómo lo indica la sabiduría de su cultura. Ya está en camino de integrar, más adelante, el equipo de trabajo del centro intercultural de salud que se termina de equipar para responder a las necesidades de salud en la cuenca de Ruca Choroi y alrededores… Su aporte será muy importante y valioso para nuestros vecinos. Es ella, una niña que se hizo mujer, mujer de lucha, sueños y fe; mujer semilla que siembra esperanza en aquellas que la ven crecer y florecer. Una de aquellas mujeres que encontramos en el camino de la Vida compartida, en la que encontramos seña y mensaje de la Buena Noticia.

“Dejémonos estimular por los signos de santidad que el Señor nos presenta, a través de los más humildes miembros de ese pueblo que participa también de la función profética de Cristo, difundiendo su testimonio vivo sobre todo con la vida de fe y caridad” (EA Gaudete et exultate #8)

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Un corazón donde todos caben Nuestra amiga Analía, desde el sur de Buenos Aires nos comparte la obra que Dios realizó en la vida de “Marichi” como en la de cada persona, con su

María del Carmen Girotti nació en Burzaco, zona sur del conurbano bonaerense, el 22 de agosto de 1945, como tantos niños de ese tiempo, a los 9 meses contrae poliomielitis, enfermedad que tiñó toda su vida, dejándole limitaciones en su movilidad, mucha fragilidad y terribles dolores en sus huesos. Su niñez transcurría entre operaciones (una cada año, hasta su adolescencia) y cuidados especiales. Sin embargo siempre habló de ese tiempo con sonrisas y brillo en la mirada… Rodeada de afectos, que le permitieron correr y jugar más hacia adentro de sí misma, que por el campo y los caminos de tierra. Su familia está constituida por su mamá, dos hermanos mayores y su papá que fallece cuando ella tiene 12 años, teniendo que ir a un colegio como pupila. Así fue moldeando una personalidad mansa y valiente. Vivían con austeridad y sencillez. Y encontró en la fe, la oportunidad de expresar toda su sensibilidad, su interioridad, inseparablemente unidas a un corazón compasivo, una paciencia infinita y una inmensa capacidad de servicio, superando cualquier situación. Conoció a Guillermo, amigo de sus hermanos, con quien se casó a los 24 años, un muchacho muy bueno y animoso que apuntalaba los bajones que a veces la asaltaban. Era comerciante, pero su adicción al juego hizo que perdieran su casa y muchas veces escaseaba la comida… Tuvieron dos hijos Virginia y Sebastián, vivían

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en el barrio Don Orione de Claypole, en un sencillo departamento, a veces sin trabajo, con todo lo que eso implicaba. Era muy querida por todos sus vecinos, su cordialidad, su simpleza y su entereza admirable, la hacían encantadora. A los 46 años enviudó. Trabajaba tejiendo medias y otras manualidades, ya que prácticamente no salía. Luego los hijos formaron sus hogares y aún sola, sentía al barrio como una “familia grande”, junto con unas vecinas comenzaron a visitar familias y enfermos o afligidos con la imagen de la Virgen, a quien siempre sintió como una tierna Mamá y a Ella se confiaba. Se contactó con las Hermanas no videntes del Cottolengo, quienes le propusieron acercarse a la Biblioteca de Ciegos de Burzaco para ofrecerse como voluntaria. Y ahí tuvimos el regalo de conocerla… Aprendió a escribir en sistema Braille, a través de un curso a distancia por correo. Prolijamente y con esmerada dedicación aprendió en un año, con tareas semanales y así comenzó a hacer distintas tareas para la Institución (como alfabetos que se repartían a los alumnos de las escuelas que nos visitaban, tarjetas de agradecimiento, fichas de catalogación para los libros, cuentos infantiles y todo lo que se necesitara). Muchas personas se beneficiaron con su impecable trabajo, pero muy pocos la conocían ya que realizaba sus tareas en su casa, como en un segundo plano, sin figurar, en el silencio de su soledad… pero sus letras seguirán siendo acariciadas por mucha gente… También dio clases a las personas ciegas en la sede, durante un tiempo (cumpliendo así su gran sueño de ser maestra, ya que en los Profesorados de su tiempo la habían rechazado por su discapacidad motriz). Colaboró en la comisión directiva y hasta dio clases en su casa a una mamá que después de la partida de su hija ciega, quiso aprender a escribir. Todos cabíamos en su corazón… Más adelante se mudó a una casa pequeña y acogedora, más cerca de sus hijos y allí nos encontrábamos. En charlas y mateadas sin prisa, compartíamos la vida, las preocupaciones, las alegrías, las

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pequeñas y cotidianas historias de la familia, los amigos, la Patria…, las lecturas, las plantas, los programas de radio, los recuerdos, los sueños… Se conmovía hasta las lágrimas con el dolor de los demás, y a su vez celebraba cada encuentro como una fiesta. Al ser un barrio más céntrico, cada familia estaba en “su mundo“ y ella extrañaba el “calor de hogar” de Don Orione. Le gustaba jugar con sus 6 nietos, aunque la apabullaba tanta tecnología. El sacerdote de la parroquia, había venido a visitarla y traerle la comunión, ya que sólo caminaba despacito dentro de su casa. Después de un tiempo, hasta le dejaba el Santísimo, en un pesebrito humilde que ella había preparado… Siempre su vida estuvo en comunión con Jesús de Nazaret, y ahora Él mismo permanecía en su casa… Al final del año pasado, después de unas caídas, su cuerpo y su corazón comenzaron a debilitarse y, con la voluntad de siempre, no lograba reponerse por la muerte de su hermano, una tía muy querida, unas primas y su nietito Francisco. La trasladaron a un geriátrico donde vivió un mes hasta su partida, el 23 de febrero de 2018. Marichi tuvo una vida escondida para muchos, sin embargo estar con ella, era como sentir la primavera. Con su voz cándida y su risa fresca, nos sigue acompañando… “No tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario, porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando te creó y serás fiel a tu propio ser. Depender de él nos libera de las esclavitudes y nos lleva a reconocer nuestra propia dignidad.” (EA Gaudete et exultate #32)

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Lo esencial es invisible a los ojos La hta. Graciela nos invita a contemplar la santidad que habita nuestros barrios y nos transparenta el Espíritu de Dios derramado en los corazones de sus hijos e hijas.

“Nati, el próximo Boletín de Noticias de la Fraternidad será sobre personas que conocemos que, de una u otra manera, siguen a Jesús; ¿aceptarías que escribiéramos sobre vos?” Respuesta: ¿Y por qué no?”. Era una llamada telefónica, medio que Nati usa a menudo para estar cerca de los que sufren, para felicitar y recordar a unos y otros reuniones, quién nació y quién falleció… Es no-vidente hace varios años. Dejó de “ver” a sus hijos cuando eran pequeños, dos varones ya de unos 30 años. Su marido es un carpintero de los buenos, que trabaja junto con su hijo estudiante, mientras su otro hijo es enfermero. Una familia normal en nuestro barrio de monoblock. Vive en el 2do. Piso por escalera, con graves problemas para que el agua suba… Lo que llama la atención “a primera vista”, es su alegría y su humor con ella misma: “Te veo mañana”. Y quizás, el secreto me lo entregó en esa misma llamada: cómo siente cerca al Señor. “Un día estaba sin poder salir y hubiera querido tanto ir a Misa. Y ¿pueden creer que llama un cura amigo y me dice: 'Nati, hoy voy a celebrar en tu casa'? Entonces vi como el Señor estaba conmigo, Él vino”. Y tantas veces en nuestras reuniones bíblicas de mujeres Nati nos

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cuenta sobriamente como siente “un soplo” que le avisa ante un paso que no tiene que dar con riesgo de lastimarse. Cosas cotidianas que, entre la cocina y la limpieza, Nati va comprobando. Y tiene muchas amistades, sobre todo su acompañante María, del barrio también. Ellas, junto a otras vecinas, mantienen la gruta de la Virgen de Guadalupe que en el barrio recibe a muchos. Allí hace unos años mataron a dos jóvenes y hay dos cruces recordándolos. Naty me decía que cuando van a rezar allí pasan cosas. Como cuando cumplieron un año rezando en el lugar; se acercó un niñito con una vela y dos rosas y se las entregó a ella. “¿Por qué a mí?... como que me animaba a seguir”. Fielmente, y a veces las dos solitas, siguen yendo. Allí mismo organizan fiestas para los niños y por el aniversario patronal. Y también, Nati nos reta, nos desafía a no tumbarnos cuando una u otra nos desanimamos. Está presente al barrio y lo que pasa, transmitiendo las noticias, ¡buscando qué hacer! Ella misma se dejó ayudar y conducir por varias mujeres de la comunidad, en sus momentos más difíciles. Les dejo imaginar el resto. Damos gracias a Dios por su vida, que la bendiga y la guarde junto a su familia. Y recordé lo que dice Jesús en el Evangelio de Juan: “He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven Y queden ciegos los que ven”

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La santidad de nuestros vecinos Las hermanitas de Cuba nos invitan a agradecer con ellas por la vida de tantas personas que habitan su cotidiano y contagian su santidad y su amor por la vida en medio de situaciones de mucho dolor…

M. tiene 82 años y ya no puede bajar los dos pisos de su casa para ir a visitar a las familias de los encarcelados, lo que hacía frecuentemente. Ella me cuenta que cada día, despertándose, agradece al Señor por el nuevo día, por su hija y reza un Padrenuestro y un Avemaría, confía a Dios a todos los que le necesitan. Luego me habla de una vecina que recibe ropa para niños de E.E.U.U. y le pide que busque a los más pobres para compartirla con ellos. A veces encuentra en la calle a alguien que tiene hambre y M. va a cocinar un almuerzo para él o ella. M. termina diciéndome: ¨Yo comparto lo que me sobra, no necesitamos mucho para nosotras mismas. Mi hija trabaja y cuando sale de la casa, rezo por ella, que Dios la guíe y proteja.¨ Regresando a la casa después de esta visita me alegro de la santidad de esta vecina. A. me llamó diciéndome: “¡Bendiciones!” Iba de prisa y no quería pararme, entonces le contesté de espaldas. Él insistió hasta que me alcanzó. Conoció a Jesús cuando estuvo preso y desde entonces Jesús es el Señor de su vida. Hace poco sufrió cuatro infartos. Como él mismo dice: “¡Jesús me salvó!”. En gratitud decidió acoger en su cuarto pequeño a personas dependientes del alcohol o la droga y darles un plato de comida cada día,

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de lunes a viernes. También les ofrece a algunos un lugar para dormir. Él es Pastor Pentecostal y su ministerio es acompañar estas personas a “desengancharse” de sus dependencias ofreciendo sus propios recursos. Su santidad brilla a la luz del sol. * Me parece particularmente digna de ser relevada la amistad y la ternura que une a P. y O. Hace años que viven en un gran hogar para personas discapacitadas donde voy una vez a la semana a compartir mi tiempo y estar en compañía de ellos. P., enfermo de distrofia muscular ya avanzada, vive en el 1° piso y por la mañana se prepara todo bien arregladito y con su silla de ruedas sale al balcón del edificio. Con un gran esfuerzo de movimiento mira abajo donde está O. Ella también, muy limitada en los movimientos y la palabra, ya está esperando para ofrecerse recíprocamente el saludo con una sonrisa, que sólo quien conoce el lenguaje del AMOR puede comprender en todo su valor. Es la riqueza de una mirada que expresa apoyo y donde cada uno se siente esperado, reconocido en su unicidad, importante y querido. Una amistad tan delicada ayuda a sobrellevar el peso de una enfermedad que se sabe progresiva. La vida del hogar ofrece varias ocasiones de encuentros con todos y P. con O. participan con alegría y un sentido de pertenencia que los hace sentir orgullosos. Conversar con P. es su pasión aunque es bien difícil porque su voz ya está dañada y articula sonidos con mucho esfuerzo de su parte. Cada vez hace falta tratar de entender haciéndole preguntas y adivinando…. Jamás vi a P. enojado, si no se siente comprendido, al contrario se ríe con gusto e intenta explicarse de nuevo hasta que todo quede claro. Desde hace mucho tiempo, lo que nos impacta a todos es la actitud de P. cuando se celebra la Eucaristía. Él mismo se prepara con adelanto y desde su sala se empuja la silla de ruedas esforzándose vigorosamente con sus pies y se pone en la capilla para ver bien y participar. En el momento de la consagración, con una singular sinergia de movimientos se baja de la silla

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para arrodillarse y a manos juntas se concentra en silencio, en oración. Después, él mismo retoma su posición, se incorpora, dejando vislumbrar una sintonía y un Amor al Señor que se percibe que lo va trasformando desde adentro. ¿Vivir estas limitaciones físicas con tal conciencia y dignidad no es motivo de contemplación? ¿No es un privilegio ser testigas de tamaña libertad? * Luismi habla con admiración y afecto de su amigo Chuchín Exclama: “ ¡Es un santo, con él uno puede tocar la santidad!”… y es que Jesús a quien cariñosamente llamamos “Chuchín”, tiene una historia que contar. Nacido en una ciudad del oriente del país, su familia se trasladó a La Habana para poder atender su enfermedad de siclemia, (una forma gravísima de anemia) que le ha dado tanto dolor en su cuerpo, le ha hecho trascender lo superficial y tocar lo esencial de la vida… Treinta años, de los que ha pasado más de la mitad en el hospital, han hecho de Chuchín un referente para los jóvenes y “menos jóvenes” de la Iglesia local. Su capacidad de ir más allá del dolor y vivir en función de su misión de ser testigo del Amor lo convierte en inspirador para sacar lo mejor de cada uno. Ya en el año 2004 escuchaba decir al padre Martirian (Hijo de la Caridad) en la parroquia de “Jesús María” que si alguien se sentía mal o deprimido que fuera al hospital a hacer una visita a Chuchin… Mientras escribo recuerdo su figura: talla mediana, delgado, sonrisa abierta, ojos vivos, con una apariencia de fragilidad que no esconde la fortaleza venida de Dios… con su bastón y guitarra, solo o acompañado, él se hace presente a varias comunidades pues con su voz quiere expresar el agradecimiento a Dios por la vida. Dice Luismi - “Chuchín encuentra a Dios en todo lo que hace, eso es lo que vive y transmite…” y nuevamente se emociona y se le ilumina el rostro al recordar que hace unos meses, cerca de la casa de Chuchín, un carro atropelló a una niña y cuando Chuchín se enteró fue al hospital a saber de la niña. Allí se encontró con un grupo de personas de otra iglesia que rezaban por ella y se unió a ellos para orar por esa niña que no conocía, pero de quien quería hacerse cercano…y Luismi agrega: “si eso lo hace

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por alguien que no conoce imagínate que haría por un amigo”. Y es que quien da testimonio de la santidad de Chuchín no lo es menos, pues también Luismi tiene un corazón bondadoso y una actitud servicial con todos los que le conocemos: vecinos, pacientes, parientes todos reconocemos en él un buen discípulo de Jesús que es el punto de partida de su bondad. ¡Gracias Padre! * Eva María es una mujer de fe y mente positiva, gracias a esto ella acompaña a su esposo que padece una enfermedad hace muchos años. Fiel a su amor expresado desde el primer día de su matrimonio, se entrega con paciencia y ternura a los cuidados de su esposo. Cada día se retira en un rinconcito de su casa para rezar y darle gracias a Dios por su familia y toda la gente que ella quiere. En el trabajo, cuando no habla está cantando, en medio del dolor sabe transmitir alegría. Entre nosotros, sus compañeros de trabajo, y los ancianos que van al comedor, ella es un puente atractivo de relación. Siempre piensa en los demás, nos comparte desde croquetas hasta los ricos pasteles de cumpleaños que ella hace en casa. El año pasado le di el boletín de noticias de la fraternidad y ella se quedó con una frase: “¿Quién dijo que todo está perdido?” Expresión de una mujer que vive desde la esperanza, que no esconde la dureza del sufrimiento. Cuando me comparte su situación, a veces llora y toca su debilidad, yo le digo que llorar es humano, es normal. Esa es la santidad de esta mujer.

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Abracadabra, pata de cabra Sebastián, un amigo que comparte la vida con personas en situación de calle, nos anuncia la Vida y la Santidad que le salen al encuentro por los caminos.

La magia tiene la capacidad de sorprender al espectador. El mago hace posible lo que parece imposible. Con un “abracadabra, pata de cabra” aparecía el conejo en el sombrero vacío, o desaparecía el pañuelo y volvía a aparecer. En mi niñez conocí la vida de algunos santos y santas. Mi mami me enseñó a rezar y me contaba algunas historias. Otras tantas en catequesis en el cole. No voy a relatar todas las que recuerdo (los años fueron haciendo lo posible para que las olvide), pero San Lorenzo era para mí una cuestión que excedía todo el dolor imaginable. A este hombre, por ser cristiano, lo torturaron. Lo cocieron a las brasas. La tradición dice que cuando estaba cocido de un lado, pidió que lo dieran vuelta. Para mí ser santo era un dolor inimaginable que no era posible alcanzar. Te hacen vuelta y vuelta y ¿no te quejás? Llevo 15 años acompañando la vida de personas en situación de calle. Montones de veces escuché decir, incluso yo lo creo, que la calle no es un lugar para vivir. Pero para muchos, por obligación,

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decisión o porque no había más opciones, se transformó en su lugar. Y se preguntarán ¿qué tiene que ver la santidad con la calle? ¿Es posible ser santo/a en la calle? La primera impresión dice que no. Pero… A Priscila la conocí en pleno centro de Lomas de Zamora, sobre una calle peatonal, que es la más importante del partido. Pri tenía 18 años. En su modo de sobrevivir y porque era coqueta, se presentaba de 16. Consumía lo que le caía en mano, estaba desnutrida y principalmente abandonada, pero no la definía eso. Le encantaba pintarse, ponerse linda, cariñosa, alegre, muy sensible, y deseosa de caricias (¿quién no?). Fruto de comenzar y abandonar el tratamiento, la tuberculosis apagó su mirada vivaz. Cuando se sintió amada, me gusta pensar que eligió cuidarnos desde el cielo. Pasó varios meses internada, llegó a hacer del hospital su nueva casa. Todos la conocían, todos sabían de ella. Generó cambios, provocó a médicos, enfermeros/as, personal de limpieza, administrativos. Su presencia nos humanizó. Belén es como muchas de las chicas que están en calle, como tantas que siguen ocultas, invisibilizadas. Belén solía andar por Retiro, se prostituía para seguir consumiendo, comiendo, viviendo. Fue abandonada desde pequeña. La conocimos por Fernando, cuando la trajo al Centro Barrial. Ya hace cuatro años está en pareja con Fernando. Cuando quedó embarazada pensamos que sería imposible que pudiese hacerse cargo de la vida que estaba gestando. Hacía todo aquello que los médicos dicen es riesgoso para la vida de un bebé. Cuando dio a luz a Rocío, descubrimos que Belu era una gran amante. Hace que Fernando sea cada día mejor persona, lo potencia, lo impulsa, hace brotar lo mejor de él. Ama profundamente a Rocío, es tierna, sencilla, atenta, madraza. Belén ilumina los espacios donde está. Nos invita a compartir lo mejor que somos. Es una santa. Ilumina nuestras vidas, nuestra comunidad. Julián venía de Ezeiza. Sus tíos vendían droga, sus vecinos eran piratas del asfalto y su hermano consumía, como él. Consciente o

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otros consiguen la comida, otros cocinan, otros traen para consumir. Es el lugar, en el no lugar. Hay ritos de pertenencia y códigos. Juli aprendió que la comunidad es el modo de vida, que la salvación no es individual, nada lo es. Hoy sigue haciendo fraternidad por otros rumbos, acompañando a otros pibes y pibas a dejarse amar, para seguir amando. El Papa dice en la Carta que “Nuestra identificación con Cristo y sus deseos, implica el empeño por construir, con él, ese reino de amor, justicia y paz para todos. Cristo mismo quiere vivirlo con nosotros, en todos los esfuerzos o renuncias que implique, y también en las alegrías y en la fecundidad que ofrece.” Las personas con las que comparto cotidianamente la vida me enseñan y me animan a seguir caminando. La calle es fecunda, hace posible el encuentro, la escucha, la misericordia, la compasión, la comunidad, el amor, el Reino, en definitiva, ilumina la vida, es “koinon” que en griego significa “lo común”, en sus dos sentidos: común como ordinario, cotidiano; y común como compartido.

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Pedacitos de la vida de Dios La Hta Odilia de Jesús vive actualmente en Toulouse, Francia, después de vivir 50 años en nuestro continente: en Chile, Argentina, Paraguay… con alguna estadía en Perú y Brasil (Tapirapé). Ella nos confía parte del tesoro recibido a través de tantos encuentros.

Quisiera poder compartir algo sobre “los santos” que tanto me ayudaron porque de ellos recibí palabras, actitudes y gestos de Jesús, que camina con cada uno de sus hijos. Me imagino que cuando llegaron a su encuentro estarían sorprendidos y preguntarían: “¿Señor, cuándo te vimos…?” (Mt. 25, 34 a 47). Me entusiasma la idea del tema del Boletín (por lo mucho recibido) pero me cuesta expresar lo vivido. Lo primero que me viene al corazón es la capacidad de las familias cosecheras (de algodón y caña de azúcar) que nos recibieron como a su propia familia y compartieron hasta su techo (rancho de cosecheros) como lo hicieron los Lovey, toda la familia, en el primer año de la cosecha de la caña, cuando nadie se animaba a recibirnos (ni el patrón, ni el pueblo, temiendo que fuéramos “subversivas”). Nos integraron a su cuadrilla familiar, nos enseñaron a deschalar (cortar, pelar y cargar la caña). Fue gracias a ellos, a sus gestos que al final de esa primera cosecha el patrón nos dijo que podíamos volver al año siguiente. Me viene también a la memoria del corazón, la cosecha de algodón en El Carmen, en la chacra de Bandeo. Cuando el campo estaba más lejos, cada mañana salíamos caminando con las maleteras (bolsas

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prendidas a la cintura donde se iba juntando el algodón) las ollas y las cosas para cocinar. Se me hacía como una larga procesión con las familias de compañeros, llegando veíamos salir el sol y depositábamos cada cual colgado de un árbol su morral con las cosas para la comida. Luego empezábamos “en nombre de Dios” el trabajo comunitario. Después, al parar para preparar la comida, nos encontrábamos con la buena sorpresa de don F. que nos preparaba a cada familia un fueguito. ¡Linda sorpresa! Después intentábamos una siesta acostados sobre las bolsas y maleteras. Me queda de ese tiempo una imagen de feliz comunidad, amistad… y escucho el canto de Roberto Carlos: “Yo quiero tener un millón de amigos…”. La dureza del trabajo, el calor, comentarios, a veces gemidos: “ay, me duele la espalda, o las piernas” “gracias a Dios podemos trabajar”… A veces una larga espera, de horas, hasta que el patrón viniera a pesar el algodón y volviera a llevarnos a los ranchos, eso también te hace tocar la esperanza, vivir el momento presente. Volviendo a las casas el sol ya se ponía y “gracias a Dios p u d i m o s t r a b a j a r b i e n h o y ” . Una gran riqueza que aprendí y sigo aprendiendo, me enseñaron a tener pocas cosas, aunque nunca faltaba la Virgen bien envuelta que siempre encontraba un lugarcito en el rancho…. A veces me vuelve el canto que decía “no eches en la maleta lo que no vayas a usar, son más largos los caminos pa'l que va cargao de más”. Toda esa manera de ser de esos amigos, han tejido en mí un modo de relacionarme con Dios, de caminar con Él, gracias a ellos. Sin contar las largas mateadas (los domingos, o cuando llovía), los juegos de los chicos, a veces los llantos también. Los más jóvenes jugando al fútbol… La adoración en ese contexto es un tiempo de aprender con cada uno la confianza en Dios…. A veces nos decían: “hermanitas, descansaremos cuando estemos en Dios….” Me quedan también grabados esos amigos de corazón grande, donde siempre hay lugar para acoger. Veo a Mami en Puerto Ivapovo

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(Paraguay) que fue capaz de prestarnos durante 6 meses una pieza de 2x 1mts, que tenía en su casa. No sé si vale la pena esto que comparto de corazón. Por suerte, para los lectores del boletín voy a parar aquí. De todo eso que viví, estoy agradecida a Dios y a la Virgen y todo esto me sigue ayudando hoy, aquí, en este otro rincón de la casa común. Creo que todas esas personas me regalaron unos pedacitos de la vida de Dios que cada persona tiene y que como aquella viuda del Evangelio “dieron todo lo que tenían para vivir”.

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El amor, un fuego que no se extingue Hta Maria Camila nos transmite cómo su vida contemplativa se ha enriquecido por la fe y la confianza encarnadas en Nazaret.

“Jesús nos revela en Nazaret y desde Nazaret un Dios pobre encarnado que podemos encontrar en los detalles de la vida, si es que lo percibimos con una mirada contemplativa” Recordando los años vividos en Perú y el último tiempo en San Marcos, Cajamarca, me viene a la mente esta reflexión de una vecina algunos años antes del momento de dejar Hualhuas , otro pueblo del que también tuvimos que mudarnos después de varios años. Había quedado prendido el fuego de leña en la cocina y nos decía: “Esto es como un signo de amor y cariño que quisiéramos que nunca se extinguiera en nuestros corazones de vecinos y hermanitas”. Este fuego sigue prendido recordando esta vez a la Mamita Isidora de San Marcos. Vivía sola, ella no tuvo hijos pero crió a los de su difunto marido y cuando adolescentes y grandes cada uno buscó su familia o por trabajo se fueron de la casa (cosa, muy común en el campo, los jóvenes no se quedan a cuidar a los ancianos). La única compañía que tiene es su perra “Coturrana”: “¡Ay, ¿qué será

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de nosotras mi 'Coturrana'?! Yo ciega, tú ciega, yo sin dientes, tú sin dientes, yo coja, tú coja, yo vieja, tú vieja. ¡Ay, mi 'Coturrana' ¿qué va ser de nosotras, cuál será nuestro fin?!….” Y la perra movía su cola de felicidad acariciando su cabeza entre las rodillas de la Señora Isidora con gestos de ternura como respuesta. Pero un día “Coturrana” murió y la Señora Isidora lloró como se llora a un hijo muy querido. Se comprende, porque era su única compañía. Menos mal que la gata tuvo gatitos y tenía que ocuparse de ellos, “trejazos” (3). Nos decía que el problema es que sólo querían leche: “Yo los mandaba a que se la pidan a su madre, ella tiene la obligación de alimentarlos hermanita, porque yo no tenía cómo…” Por las noches solita pasa sus buenos miedos. Le llevamos kerosene y una linterna, pero no quiso porque no sabía cómo prender eso. Cuando pasábamos para verla nos decía: “No me puedo quejar hermanita, solita vivo, nadita tengo, pero nada me falta gracias al Diosito y los buenos prójimos que El encamina. Pero sí, a veces me angustio, no crea hermanita… Pero después me digo: 'Vamos a ver, Isidora, ¿te faltó algo hoy? ¿No has comido? ¿Por qué te preocupas, si Dios seguirá encaminando a los buenos prójimos? Y así me quedo tranquila”. Hermosura del corazón de Dios que en esto nos muestra sus “tesoros escondidos en el campo”. Como siempre tenía frío en los pies, le llevamos un día zapatillas con suela para suelos normales, pensando que sólo los pondría de noche al acostarse; pero como eran “ricazas, calentadazas”, no se las sacaba ni de día, ni para ir a la chacra, ni en la cama. Si pudieran hablar las pobres pantuflas ¿qué dirían?: “¿Qué hemos hecho para que nos traten así?” O simplemente: “Somos las pantuflas felices de la viejita Isidora”.

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La santidad en la hondura de lo cotidiano Las hermanitas de Chile nos relatan los signos de santidad presentes en dos mujeres y nos comparten la fuente, el origen y la inspiración de su entrega cotidiana.

Nuestra vecina, Lily, es viuda, con cinco hijos. Ella se entrega de corazón al barrio, atenta a todas las necesidades. Como auxiliar de salud, si hay que poner una inyección a las dos de la mañana, allí va la Lily. Es parte de la pastoral de la salud de la parroquia y visita a los enfermos con un corazón grande. Lily pertenece también a la pastoral social, ella casi adivina la necesidad del otro. Tiene las llaves de la Iglesia por si alguien las necesita. Es como una hormiguita y lo hace calladito. Nunca habla mal de la gente; siempre tiene una actitud favorable. Vive no más, ve, actúa, siempre disponible. En un momento dado, se necesitó alguien para que asumiera el cargo de responsable de comunidad. ¿Quién aceptó hacerlo? La Lily con una sencillez y entrega características de ella y sus hijas junto a ella. Se necesitó alguien para tomar la responsabilidad del 1%. ¿Quién aceptó asumirlo? La Lily… etc., etc. Se da sin mostrar cansancio ni hacerlo notar. Actualmente, entre los haitianos llegados a La Victoria, hay cuatro

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familias con muchos niños viviendo entre su casa y la nuestra. Lily ha abierto su casa a esos niños para que gocen de la tele y al mismo tiempo regalonearlos con comida o golosinas, lo que es apoyo grande para los papás que trabajan. ¡Hasta prepararon en su casa una fiestita para el día del niño! Es notable que sus hijas también estén muy comprometidas en esta acogida. Se creó un lazo de amistad, diría de familia. Se podría escribir una novela sobre las maneras como va entregando amor alrededor de ella. Hicimos algunas preguntas a Lily y estas fueron sus respuestas: Te vemos tan disponible, ¿qué es lo que te mueve? El corazón - se ríe Parece que nunca te cansas, ¿de dónde sacas la fuerza? No sabría decir, no sabría decir… con la ayuda de Jesús, por la oración en la noche, cuando puedo ir al santísimo… Para ti ¿qué es importante para vivir la fe? Aceptar a Jesús en su corazón y además, a veces, cuando hay muchos rumores… Yo no soy de los rumores, soy de las personas que oigo y callo porque el rumor es malo. ¿Algo más que quisieras compartir? Aquí en la cuadra también son muy solidarios porque aunque tengan diferencias, cuando a alguien le pasa algo, siempre están. Las hermanitas saben. Les han dado juguetes a los niños, han compartido… Una vecina nos llevó manjar porque me preguntaba qué le gusta a los niños. Lo que más le gusta a los niños es el pan con manjar. No son de mucho pan, pero el pan con manjar se lo comen. Y yo les digo: “eso lo regaló la señora de ahí, así que no tienen que ser atrevidos” […]

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Carmen Zúñiga, laica consagrada de la familia espiritual de Carlos de Foucauld No tuve la suerte de conocerla, sólo escuché hablar de ella alguna vez en la fraternidad. La descubrí después de su muerte y me impresionó. En la once que organizaron las y los amigos el sábado que siguió su muerte había un ambiente de cariño, de paz, cada uno aportó algo para compartir y tal vez este tono de gratitud por Carmen con muchos testimonios discretos, sencillos, a media voz… Hablaban de su dirección espiritual, de su casa como un lugar de donde salían reconfortados, con paz, serenos; de la certeza de poder contar con su oración junto con su amistad. ¡Cuántas ahijadas! ¡Cuántas amigas tenían las llaves de la casa para ayudarla en los últimos tiempos de su enfermedad! Se turnaban para ir a la feria, para traerle los remedios, comida… una y otra pasaban para ver cómo Carmen estaba y si necesitaba algo... ¡Toda una red de solidaridad! Su vecina más cercana, Eugenia, fue la última que la vio en vida. Carmen se fue sin ruido, seguramente bien preparada y consciente. Había encargado la cajita donde tenía la eucaristía. Me impresionó también que su comunidad parroquial la quisiera recordar en la misa de todos los sábados. Como discípula del hermano Carlos, siento que ella vivió bien concretamente la fraternidad. La supo alimentar alrededor suyo y la recibió como un don al fin de su vida. La hermanita María Elena que, con Marina, la visitaba fielmente en fechas importantes nos comparte: “Es miembro de la fraternidad Carlos de Foucauld, con opción al celibato. Discreta, humilde, disponible, acogedora, entregada, muy fraterna con sus compañeras del instituto. De hecho, su casa ha sido una fraternidad de acogida, como hogar para las 'amigas', lugar de encuentro fraterno, lugar de paso para las de fuera de Santiago. Vivió su enfermedad sin hacerlo pesar a los demás de manera heroica.

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espiritual y desde su estado de postración preguntaba por cada uno.” Damos gracias a Dios por estas vecinas y amigas con quienes caminamos. Son alegría para mucha gente, son fuerza que nos anima en el camino, son reflejo de la bondad, sabiduría y hermosura de Dios.

“No tengas miedo de apuntar más alto, de dejarte amar y liberar por Dios. No tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. La santidad no te hace menos humano, porque es el encuentro de tu debilidad con la fuerza de la gracia.” (EA Gaudete et exultate #34)

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Una santidad militante en la lucha de los pueblos Delfor “Pocho” Brizuela nos acerca una reseña de los mártires de la Iglesia de La Rioja que serán beatificados el año próximo por su testimonio de vida y entrega.

El reconocimiento del martirio de los padres Carlos y Gabriel, del Laico campesino Wenceslao Pedernera y de Monseñor Angelelli, por parte del Obispo de Roma, el Papa Francisco, marca un paso cualitativo en nuestra Iglesia, a veces tan lenta para asimilar la presencia de Dios en esta historia intensa, contradictoria y apasionante. Me parece que esa cualidad es asumir y confirmar una santidad militante en la lucha de los pueblos por su liberación y la instauración de la justicia social como semilla y brote de Evangelio y de Reino. Los cuatro abrazaron esa causa desde convicciones personales y en el camino comunitario y colectivo de un pueblo, sintiendo allí el paso del Dios de la vida. Gabriel, desde su inspiración misionera, dejando la Europa aburguesada para encarnarse entre los pobres de la América profunda y rebelde. Con la sencillez de Pastor y el compañerismo evangélico que lo llenó de tierra llanista, en los pagos de Chamical, en la provincia de La Rioja.

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Su prédica fue de "pocas palabras" como lo es el amor de los pobres. Cada puesto y cada rancho supieron de su abrazo. Su alma tierna supo expresarse en pinturas que gritaban contemplación y compromiso. Fray Carlos fue como un "zonda" de rebelión y profecía. Sus casi treinta años eran un fuego franciscano, a contramano de la ambición capitalista y el autoritarismo dictatorial, lleno de la energía del amor revolucionario por el Reino. Lo manifiestan sus homilías vibrantes que interpelaban y molestaban a los enceguecidos por el poder y a los indiferentes. Como Gabriel, el andar tras Jesús le forjó alma de artista, para empuñar la guitarra, cantar, y hacerse amigo de los jóvenes y sus búsquedas. Wenceslao, el "Wesen", era olor de surco y calor de familia. Se vino con su mujer y sus pequeñas niñas a compartir el sueño de la tierra sin males, alentando trabajo, conciencia y cooperativas. Hombre de Fe, con su Coca, su compañera, de hierro y fortaleza. Acunaron juntos, y con otrxs, su esperanza de producir solidariamente, combatiendo el egoísmo y el individualismo del reino de los grandes y los fuertes. Su sencillez era un rosario de silencios y de luchas. Monseñor Enrique, "Pastor de tierra adentro", prototipo "con olor a oveja", al lindo decir de Francisco. Profeta de los vientos libertarios, abriendo caminos, alentando sanas insolencias, contemplando el alma del pobre y anunciando la caricia del Reino, "con un oído en el pueblo y otro en el evangelio", bien "metido en el barro" de los que nada tienen, acompañando fraternalmente la organización de los despojados. No le tembló la voz. Tampoco el miedo pudo con su vocación de grito y de abrazo. A los cuatro los mataron en la huella de Jesús y su Reino. Por eso los cuatro viven en el palpitar inquieto del Pueblo que no se resigna a la

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¿Es Mauricio Silva un mensaje para el trabajador itinerante hoy? Jorge Márquez, que pertenece a la familia espiritual del Hno. Carlos en Uruguay, recuerda al Hno. Mauricio, de nacionalidad uruguaya, detenido-desaparecido por la dictadura militar en Argentina.

Cada 14 de junio nos trae un nuevo aniversario de la desaparición forzada del Hermanito Mauricio Silva, y con él, preciosas, necesarias y justas movilizaciones en torno a su memoria. ¡Todos esperamos que un día se haga verdad y justicia! El año pasado, 40 aniversario, tuve la dicha de participar en la preparación de la Misa en su memoria, gracias a “la Sellera”, alma mater de sus recordatorios. Y desde entonces, en mi ser de cristiano, miembro de la Familia Espiritual de Foucauld, y trabajador itinerante o al aire libre (jardinero); lo he sentido también más cercano en la gran Comunión de los Santos, realidad muy querida por nuestro Hermanito Carlos. Y me pregunto y cuestiono ¿qué mensaje tiene hoy para nosotros, en estas situaciones concretas , el Hermanito Mauricio ? En lo personal, disfruto mucho de mi trabajo, el que, además de proveerme de lo necesario para vivir , me sitúa en el Nazaret de los trabajadores más humildes: los hurgadores, albañiles artesanales , empleadas domésticas etc, etc, (yo lo simplifico como aquellos que del lado norte, cruzamos “al otro lado” de la Avenida Italia a buscar nuestro sustento).

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Pienso en Mauricio, un ser profundamente contemplativo según lo definen quienes fueron sus amigos, recorriendo las calles de la ciudad, en la zona que tendría asignada, seguramente no como un autómata, sino como una persona muy comprometida sobre todo con el paisaje humano, con los rostros, las situaciones, los gestos, las generosidades y mezquindades de las que sería testigo a diario. Y me pregunto entonces: ¿cómo vería, como rezaría y reaccionaría, al ver que hoy, en 2018, con gobierno progresista, con sindicatos para todos, aún así le siguen robando salarios y días libres a muchas empleadas domésticas… otras veces, siguen queriendo “pasar por arriba” con trabajos por los cuales no contrataron ni pagaron al pobre señor que hace de pintor o albañil artesanal? (y esto también lo hemos visto en casa de adinerados cristianos). Sin lugar a dudas, los trabajos itinerantes nos ubican en un lugar privilegiado, en la amalgama de relaciones diarias “entre ricos y pobres” poniéndonos siempre del lado de nuestros compañeros de laburo, pues “no podemos ser perros mudos” según la intuición de Carlos de Foucauld, y a la vez evitando la tentación de hacer juicios groseros y arbitrarios en el esfuerzo por vivir la Fraternidad ¡¡CON TODOS!! Se hace imperioso decir que la desaparición y seguramente el tormento de la tortura al que lo habrá sometido la dictadura Argentina, fue consecuencia de la vida entregada de un simple y escondido trabajador, de un contemplativo en zapatillas y escobillón en mano... y que esta “vida oscura” despedía una luz que enceguecía a aquellos que tenían normas de vida y convivencia muy opuestas al Evangelio que seguía Mauricio, y que lo identificó totalmente a Jesús, hasta en la muerte violenta. Hermanito Mauricio Silva, ¿cuál es tu mensaje para el trabajador itinerante de hoy? María, Pequeña Nazarena, ruega por nosotros. .

Mauricio Silva, trabajador humilde, ruega por nosotros.

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La santidad también tiene que ver con la resistencia del pueblo Hta. Roselène nos comparte su última visita a Haití junto a Hta. Caroline, con el deseo de contemplar la vida de la gente desde su entrega y santidad.

En los encuentros, mucha gente reconoció en la hermanita Caroline, después de tantos años, la cercanía y cariño de la fraternidad… Recorrimos caminos, pueblos, barrios, lugares donde estuvo la fraternidad: Route ça Ira, Léogâne y Hinche Cuette Sully. Volver a ver los rostros de vecinas y vecinos, amigos y amigas, recordar tiempos pasados, vivencias comunes, como dijo Caroline ”se siente como si fuera nuestra familia”. Y eso lo verificó May cuando dijo ”llegó la mamá mía”, aunque ella es una persona mayor. Nini, nieta de May, recordó que cuando era niña, Caroline le protegía para que no la golpearan. La resistencia de mi pueblo es muy grande, lo contemplé en varios encuentros, como con Piwy, muy conocido por varias hermanitas por su historia de enfermedad y fragilidad en su niñez. Ahora es una persona fuerte, Caroline estaba contenta de verlo ¡ un milagro de Dios!. También vino a saludarnos Bill con uno de sus dos hijos. Mientras él recordaba su historia sentí el paso de Dios en ella, una historia

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atravesada por el dolor y al mismo tiempo aceptada con paz y bondad. De pequeño él fue confiado por su mamá, antes de morir, a un amigo suyo y de las hermanitas. Este buen hombre que lo acogió en su casa era uno de los responsables de las comunidades de base por lo que fue perseguido durante el tiempo de la dictadura, a tal punto que tuvo que irse a los Estados Unidos. Desde ese momento Bill fue tratado en esa casa como un adulto… Frente a esa situación de injusticia, las hermanitas acordaron con una vecina para sacarlo de ahí y fue así que Bill fue a parar a un orfanato donde creció. Con el tiempo él se casó con una abogada con quien tiene dos hijos, él es músico y a menudo tiene que viajar a Estados Unidos, profesión que combina con su responsabilidad de estar al frente de un orfanato. En un momento de su vida, Bill sintió la necesidad de ir a pedir perdón a la mujer de la cual tuvo que huir cuando era niño. Él pidió perdón por haber dejado la casa de esa manera. Con este gesto me recordó a Jesús cuando dijo: “Padre perdónales porque no saben lo que hacen”… Él no quería guardar rencor en su corazón. Durante el terremoto del 2010, mientras ayudaba a sacar los niños del orfanato, se fracturó gravemente varias partes de su cuerpo, pero gracias a Dios y a su fe en Jesús, Bill sigue adelante. ¿Qué les puedo decir de lo que vi después de los 9 años del terremoto? No pudimos llegar hasta el lugar más afectado ni saber cómo está la gente. En las conversaciones se siente como si fuera algo reciente, y el tema se repetía. Prácticamente no hay gente que viva en las carpas de campaña que se dieron después del terremoto. Lo que existe en la capital son casitas muy numerosas en la periferia sin ningún servicio público. Hay niños que todavía no van a la escuela. Pero a pesar de todo se ve que la vida es más fuerte que la muerte. El desempleo sigue siendo grande y lo que hace la gente para sobrevivir es vender ropa, zapatos, boberías, verduras, carbón, frutas, comida,

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presencia de los cubanos que viajan muy frecuentemente a comprar mercancía para vender en su isla. También nosotros, los haitianos, seguimos viajando mucho con destino a América Latina, especialmente a Chile. Hablando de Chile, hay gente que dice que no puede decir a los jóvenes que se queden, porque nuestro País no tiene nada que ofrecerles. Los pocos recursos que tenemos sirven para los bolsillos de los diputados y parlamentarios. Que el Dios de la ternura y de la misericordia tenga piedad del mundo donde la situación nos sobrepasa.

“¡Cuántas veces nos sentimos tironeados a quedarnos en la comodidad de la orilla! Pero el Señor nos llama para navegar mar adentro y arrojar las redes en aguas más profundas (cf. Lc 5,4). Nos invita a gastar nuestra vida en su servicio. Aferrados a él nos animamos a poner todos nuestros carismas al servicio de los otros.” (EA Gaudete et exultate #135)

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Los santos de la puerta de al lado Desde Puebla, las htas. Giussepina Donata y Maria de Lourdes descubren las actitudes y los gestos concretos que se hacen presentes en la vida de aquellas personas santas que habitan a nuestro lado. En nuestra realidad eclesial, llega como el rocío de la mañana la invitación del papa Francisco… a darnos cuenta de que “la santidad se vive en la puerta de al lado….aquellos que viven cerca de nosotras y son un reflejo de la presencia de Dios”. Don José, hombre de ancha sonrisa a quien le gusta contar anécdotas de su vida campesina con tan buen humor que hace sonreír a cualquiera que lo escuche. Su esposa: doña Socorrito no queda atrás y completa las narraciones con algún dicho o un refrán de aquellos tiempos diciendo: “¡cómo me gustaba cantar y bailar….y me encanta todavía!”. Los dos están muy comprometidos en la comunidad cristiana del barrio. Apasionados por la Palabra de Dios que experimentan como el eje de su vida, se ayudan mutuamente… en “ser santos”. Don José ya es mayor de edad, ingeniero químico, de familia campesina, estudiaba a la luz de una velita de petróleo. Trabajó en los ingenios azucareros, desplazándose con toda su familia de un lugar a otro de la República Mexicana. No tenía apego alguno a las prácticas religiosas, se mantenía lejos de la iglesia. Socorrito no: en su peregrinar con el esposo por el trabajo, lo primero que buscaba era la iglesia, un lugar donde seguir sus tradiciones y grupos de oración. Las discusiones en familia estaban a la orden del día: Don José le reprochaba descuidar a la familia. Socorrito seguía firme en sus convicciones y, bajita la mano, empujaba al esposo a acercarse a la iglesia, a escuchar “otra Palabra”… Don José bajó sus resistencias y se

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dejó convencer: quedó cautivado por los Evangelios que en un principio eran materia más de conocimientos…poco a poco dejó que La Palabra le tocara el corazón y transformara sus pensamientos y visión del mundo, de la vida etc. La familia se estableció en una colonia que crecía con familias que venían de otros estados del país. D. José formó un comité de hombres y mujeres para trabajar juntos en la construcción de la capilla dedicada a la Santísima Trinidad. Su liderazgo natural, amoldado por el estudio de la Palabra y la oración constante con su Socorrito hizo que se volviera autoridad y referencia para la comunidad de la colonia. Socorrito, a su lado, “es un don de Dios” repite Don José: “ella tiene aquella palabra y consejo que ensancha y afina mi opinión sobre los acontecimientos”. Don José vive su compromiso en la comunidad como un llamado de Dios, consecuencia de una comprensión profunda de los Evangelios meditados y rezados todos los días: “comprendí que ésta es la misión que Dios me pide, como persona, como cristiano, poniendo mis cualidades al servicio de la comunidad y favoreciendo que otros participen y den su aporte.” Tiene clara su misión y esto es una fuerza para superar dificultades, obstáculos y, sobre todo, las incomprensiones con el párroco que siempre tiene prisa y no se detiene a escuchar las necesidades y deseos de la gente, aún menos a valorar y animar al comité. Por otro lado, el párroco quería controlarlo todo y pedía que se comprara el material con un amigo suyo que, según él, lo daría a buen precio, pero las cuentas no cuadraban, el material no era lo que habían escogido… Don José pidió explicación al párroco y el conflicto estalló. ¡Qué difícil no dejarse invadir por la tentación de soltarlo todo e irse! Don José rezaba y rezaba: “Señor, ¿qué puedo hacer?, ¿cómo seguir?, dame tú la palabra justa para volver a dialogar…. Sentí que tenía que perdonar al párroco, perdonarlo de corazón; al fin de cuentas mi fe y la misión me vienen de Dios y eso es lo más importante”. Gracias Don José y también a ti Socorrito, gracias al papa Francisco, quien tiene toda la razón cuando dice: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante”. Y Maru, una linda mujer que vive en la calle paralela a la nuestra: es profesora

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de inglés, acaba de jubilarse; supo crear un vínculo con sus alumnas ahora adolescentes. Un domingo al final de la celebración de la Eucaristía se acerca una jovencita y la saluda con mucha confianza y pidiéndole poder ir a su casa para platicar… “Miss, ya perdí mi virginidad”… Maru nos dice que las jóvenes viven relaciones sexuales desde muy chicas, no se protegen y, por supuesto, ocultan sus problemas a la familia que muchas veces ignora las dificultades que atraviesan. A menudo hay una u otra que se corta las venas… dizque para llamar la atención y que alguien se ocupe de ellas. Maru, les da unos consejos tratando de no moralizar… “¿cómo decirles que no tengan relaciones sexuales siendo que se volvió algo normal? Les digo que tomen los medios, que se protejan, que cuiden de su cuerpo y que cultiven su dignidad de personas” Gracias a ti, Maru, sigues siendo una persona significativa para tus ex alumnas… sigues cultivando el vínculo de la estima y de la confianza y muchas veces haces de puente entre ellas y las familias. Sí, dice Maru, “tal vez esta es mi misión: mi vida ha sido difícil, estuve casada, soy madre, me sentí sola en muchas ocasiones…y ahora estas jóvenes ¡vienen como hijas a mi casa!”. Hablando de las expresiones espirituales que no deben faltar en el estilo de vida al que el Señor nos llama, el Papa Francisco menciona el aguante, la paciencia y la mansedumbre para soportar las contrariedades y los vaivenes de la vida. Durante la fiesta patronal con motivo de la celebración de la Santísima Trinidad, acompañamos en procesión la imagen de la divina Providencia que fue acogida por una familia vecina. Durante el camino, una señora que venía a mi lado me compartió cuán feliz estaba de esta celebración pues tiene múltiples motivos para agradecer y alabar a la providencia de Dios. Me contó que su hijo, desde siempre en silla de ruedas, es la máxima expresión de esa Providencia Divina. El muchacho nació paralítico de las piernas, el marido de la señora y papá del hijo, les abandonó inmediatamente al descubrir la condición del niño. Ella tuvo que sacar adelante a éste y a los otros hijos, trabajando y buscando todos los medios de rehabilitación para el muchacho: día tras día, año tras año, teniendo que desplazarse, animándose y desanimándose… Guardo como un tesoro esta frase que me dijo: “he tenido que sobrepasar muchas dificultades, pero la Divina Providencia me ha concedido el nunca rebelarme contra Dios ni renegar de Él ni de la vida” ¡Gracias vecina! En ti he visto esa “fuente de la paz que se expresa en las actitudes de una santa”.

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Los signos de la presencia de Dios a nuestro lado Hta. Mary Roberta nos acerca, desde Estados Unidos, muchas perlas recogidas a lo largo de su caminar en medio del pueblo.

El tema propuesto como hilo conductor del Boletín, es uno de mis favoritos, así que me lanzo a compartir el relato de hechos que yo pude constatar durante los años que viví en Chicago y después aquí en Baltimore donde vivo desde hace 4 años. - Un día en que iba hacia mi trabajo en Chicago, yo era la única persona blanca en el ómnibus. De pronto, la conductora detiene el ómnibus y se niega a aceptar la tarjeta de pago de una mujer que quería subir. Aparentemente, era alguien bien conocida por juntar cartas vencidas e intentar usarlas de nuevo. Posiblemente, la conductora había trabajado toda la noche y supongo que estaba bien cansada. Me imagino que la llegada de la otra señora confirmaba el dicho popular y “era la paja que hizo quebrar el lomo del camello”. Entonces, ahí estábamos parados todos. En el asiento del frente, había una mujer que empezó a decir y repetir muy suavemente un mantra: “Sean buenos unos con otros, no disputen entre ustedes, tengan ternura, no se insulten”. Por mi parte, yo no intervenía, consciente de la constatación que demasiado a menudo son las personas blancas las que quieren solucionar o dirigir todo. Pero como ya había aprendido desde mi

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noviciado, el Espíritu Santo está siempre presente y activo, y sólo espera ser invocado, en mi corazón comencé a repetir: “Ven, Espíritu Santo”. Después de unos cuantos minutos en los que ni la conductora, ni la pasajera aflojaban, la conductora incluso apagó el motor. Entonces, un trabajador que estaba en el fondo se levanta, va hacia adelante y dice a las dos con una voz firme, pero no altanera: “Señoras, por favor, ustedes van a tener que solucionar este asunto, porque yo tengo que llegar a mi trabajo”. Casi inmediatamente el pasajero sale del ómnibus, la conductora cesa en su estado de cólera y mi vecina repite su mantra de agradecimiento y nosotros seguimos el camino. En mi propio interior yo me decía: “¡Dios mío, tu pueblo es maravilloso!”. Después yo pensaba, seguramente ningún@ de l@s pasajer@s habrá asistido a algún taller de “gestión de hostilidades”, donde se enseña a disipar una situación volátil, pero me parece que la manera como cada una actuó era casi innata. Pienso también en nuestro amigo Denis de Chicago. Él vendía en la calle, en la esquina cerca de casa. Seguramente la droga también formaba parte de ese comercio, pero vendía una gran variedad de cosas: sillas, ropa, juegos para niños, etc. A veces venía la policía y lo echaba. Él desaparecía por un tiempo pero siempre volvía a aparecer. Un día en que yo volvía del centro, un poco apurada, me caí justo delante de su esquina y me lastimé una mano que sangraba un poco. Cuando Denis me vio me dijo: “Quédate ahí, no te muevas” y de un bolso viejo que le servía como de “primeros auxilios”, sacó un trapo, un poco de alcohol medicinal y algunas venditas. Me lavó la herida antes de poner la venda. A decir verdad, yo dudaba de la eficacia de esos cuidados, pero estoy convencida que su atención tan delicada ¡cumplía también su fuerte efecto! Después, aquí en Baltimore, al poco tiempo de mi llegada a nuestros alojamientos para personas mayores me subí al ómnibus que nos lleva cada 2 semanas para hacer nuestras compras.

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Habitualmente vamos entre 8 y 12 personas, sobre todo mujeres negras y blancas, en un clima cordial. En ese viaje, por primera vez conocí a Shelly, mujer afroamericana. Cuando elegí todas mis compras, al llegar a la caja descubrí que mi tarjeta de comprar estaba vacía. (Son tarjetas que da el Estado para personas de escasos recursos). Al darme cuenta, empiezo a sacar algunos artículos y los devolvía al carrito y entonces Shelly que había visto la situación se me acerca y me pasa 20 dólares diciendo: “Hace poco recibí un poco de bonos de más, entonces quiero compartirlos”. Ella, después, nunca aceptó que se los devolviera. Todavía otra perla para agregar. Estaba de visita en la residencia para personas con mal de Alzheimer donde viven nuestras tres hermanitas Madeleine Cecile (Maddie), Michele Edith y Priscilla. Como no quería molestar me quedé parada y de pronto escucho a una señora, también enferma que le dice a otra que me deje un lugar para sentarme y le dice con un tono muy amable: “Si tú vinieras a ver a tu amiga y nadie te ofrece un asiento ¿verdad que no te gustaría?”. Y la otra se levantó y me dio su silla. ¿Cómo no quedar deslumbrada por la ternura de Dios, a través de estas dos mujeres, desvalidas que conservan todavía tal delicadeza? Sí, los signos de la Presencia de Dios están en todas partes y muy a menudo justo al lado nuestro.

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Dora Paiva: gritó el evangelio con su vida Gloria Aguerreberry hace parte de la Asociación de Fieles Carlos de Foucauld. Ella nos describe la vida de una mujer apasionada y solidaria…

Dora Paiva nació en el departamento de Artigas y fue la primera asistente social de su tierra natal. Con 84 años, falleció el 2 de marzo de 2015 en Montevideo después de un mes de internación. Cuando le preguntaban “¿Cómo te sientes?” siempre respondía con un “Disfrutando de la vida porque estoy en un hotel cinco estrellas” (¡Hospital de clínicas!) “alimentada las 24 horas, claro que por las venas”, y visitada, acompañada y querida por tanta gente que viene de Salto, Artigas, Rivera, Montevideo, ocasión para conversar y rezar juntos. Dora fue una militante apasionada de la vida, el Evangelio, la lucha y la defensa de los predilectos del Padre, los pobres, a los que les dedicó toda su vida, viviendo con mucha austeridad para compartir con ellos la misma suerte. Fue coherente y fiel al amor primero, el Dios de Jesús con el que se comprometió desde muy joven. Aconsejada por Mons. Marcelo Mendiharat dejó su trabajo en Artigas porque fue acusada de proselitista y se instaló en el barrio “La Tablada” de Salto, en 1962, donde permaneció siempre, alternando su trabajo entre Artigas, Salto y Montevideo, que frecuentaba mucho para hacer trámites en

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instituciones oficiales y para encontrarse con su Fraternidad de Base. Pertenecía, desde su fundación en Uruguay en 1960, a la Asociación de Fieles Fraternidad Carlos de Foucauld. Sus tiempos de oración eran prolongados, gustaba del silencio, la adoración al Santísimo, la Eucaristía diaria y la revisión de vida, que para nosotras es el centro de la vida de la Fraternidad. Todos los meses llegaba a Montevideo y nos interpelaba sobre día y hora en que tendríamos que reunirnos, porque para ella el retiro mensual era su equilibrio. En los grupos de Economía Humana descubrió la necesidad de trabajar por la transformación de las estructuras haciendo un trabajo desde las bases, prolongado y ascendente. Recordaba siempre el pensamiento de Juan Pablo II cuando definía al capitalismo como un sistema perverso y diabólico. Su campo de acción como asistente social fue el asesoramiento a cooperativas de vivienda, para que las familias más necesitadas tuvieran un techo, una casa digna donde ver crecer a sus hijos. Trabajó muchos años en la JOC (Juventud Obrera Católica), y en movimientos sociales y gremiales de raíz cristiana con el fin de formar a los católicos en una conciencia clara sobre lo que el Evangelio nos exige. En la Misa celebrada en el velatorio, el día 2 de marzo, muchas personas de distintas edades, lugares y experiencias opinaron sobre Dora cuando el sacerdote Pablo Bonavía preguntó cómo la definirían con una palabra. Él mismo dijo “apasionada”, otros dijeron: “mujer coherente”, “comprometida”, “fiel”, “alegre”, “llena de luz”, “con ella uno se sentía cuestionado”, “mujer tenaz”… Los testimonios que dieron las vecinas que vinieron de Salto conmovieron a los presentes: una señora dijo, “Yo soy la hija menor de 12 hermanos, soy de los ranchos, de los pobres de los que ustedes hablan, allí nací y me crié, pero Dora nos ayudó, salimos adelante, estoy aquí porque le estoy agradecida”. Esto fue como vivir una parábola del Evangelio.

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Otra señora compartió que Dora todo el tiempo estaba inventando algo, era incansable, siempre quería más para los otros. Preocupada por el avance de la droga en el barrio y en la ciudad, pensaba cómo sacar a los muchachos de la calle, y el esposo de esa señora le propuso construir una canchita de fútbol, un complejo deportivo, eso los tendría entretenidos en una actividad sana. Se puso manos a la obra y consiguió un terreno, pero cuando lo tuvo dijo: “Qué lindo terreno para construir una cooperativa de viviendas”, y el señor le respondió, “¿Pero, cómo, no habíamos pensado en un polideportivo?”. Dora le respondió: “¡Podemos hacer las dos cosas!”. Algunos testimonios fueron entre lágrimas y otros entre risas. Todo lo que se le regalaba muy bien envuelto pedía permiso y lo rifaba para la cooperativa, no guardaba nada para ella. Alguien dijo que era “una mujer molesta, porque con su vida y sus actitudes nos cuestionaba”. En el hospital, al lado de la cama, armó una cartelera con fotos de los seres queridos, a cada uno que llegaba le pedía fotos: tenía al Hno. Carlos, la Oración de Abandono, el papa Francisco, San Francisco, su amiga del alma Esperanza y los hijos… El domingo 1º de marzo quiso la TV para ver la transmisión de mando y yo llegué a media mañana con una foto de ella con Mons. Mendiharat cuando cumplió 90 años, la miró y se alegró, miró una vez más la TV y no volvió a abrir los ojos con conciencia. Esperamos que junto a las otras siete que ya nos precedieron interceda por las que seguimos peregrinando, intentando gritar con la Vida la Buena Noticia del Evangelio.

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Celebración de la fe y la vida Hta Graciela vivió en Puerto Yvapovö, Paraguay. Ella nos describe la santidad descubierta en dos personas del pueblo: Don Toi y Leidy. Distintas familias, distintas historias y un mismo Amor que las anima.

* Don Toi, que en paz descanse, vivía con su compañera, los dos con una niñita que cuidaban, vecina-pariente, para que vaya a la escuela mientras sus papás trabajaban en las estancias. Él, jubilado, de los antiguos trabajadores del aserradero que fundó el pueblo a orillas del río Paraguay y se llevó el monte con su riqueza forestal pa'l sur, transformado en durmientes de ferrocarril parqués de las casas o bancos de Iglesias de ciudades sureñas… Don Toi era muy delgado, no obstante cargaba pesadas bolsas de compras. Nos contaba cómo ellos mismos habían trazado las calles del pueblo. Lo vieron nacer, aunque no llegaba a los 80 años. Peluquero de todos, tenía una canoa, pero se fundió. Eso sí, iba todos los días a pescar para su gato, seguido de su fiel Tokio (el perro); los quería mucho. Con su compañera juntaban agua de la lluvia en cantidad en botellas y botellas, porque aún no había vuelto el agua al pueblo desde que se fue la empresa, por los años 1970. Tenía una gran sonrisa, sin dientes, que contagiaba, saludando al pasar. En los días de fiesta de la Virgen de Caacupé se preocupaba de

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hacerle una gran celebración en su casa. Desde la víspera, cebando mate de coco preparado por ellos, y con adornos y cohetes. Y un día, Don Toi se enfermó y a los tres meses se nos fue, y justo la víspera de nuestra partida de Yvapovö. ¡Qué dolor, alguien tan querido, tan hermano! comunión, lo que fue una gran alegría para todos. Y Leidy, ¡una pequeña, grande! La conocimos de 23 años y fuimos a su fiesta de 25 que ella misma quiso celebrar. No creció mucho en estatura, quedó bajita y un poco gordita, entonces parece una niña, no puede caminar mucho y depende de su abuela o de su mamá, con quién vive. Su trabajo cotidiano, sentada, es espantar las gallinas para que no entren a la casa. Pero su misión en el pueblo es dar ternura, y ¡cuánta hemos recibido de ella en las mutuas visitas! De repente nos acariciaba despacito el brazo, manifestando su cariño, con cara pícara, con algunas frases en guaraní que la abuela nos traducía, interesándose por nosotras. El médico del pueblo le tiene especial cariño y la visita seguido; y su familia muy agradecida con alguna comidita que Leidy le comparte feliz. Él dice que Leidy es “la ternura en persona”. Durante el tiempo que vivimos allí, Leidy quiso confirmarse y tomar la comunión, lo que fue una gran alegría para todos.

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Renacimiento de un pueblo que celebra la vida Hermanita Elisabeth de Jesús nos hace parte de la amistad de tantos años que une a las hermanitas con el pueblo Tapirapé a través de la vida de Tokyna, mujer fecunda al servicio de la Vida.

Tokyna, mujer Tapirapé, tiene hoy 85 años. A los 20 años hacía parte del grupo de 50 personas mayores que sobrevivieron a las enfermedades y otros males que sufrieron donde vivían antes, en la parte central del estado de Mato Grosso. Tuvieron que adaptarse al nuevo lugar, al trabajo para sobrevivir y empezar la comunicación con otra nación indígena que vivía muy cerca, los Karajá. Tokyna no tenía hijos y por eso tuvo varios compañeros y por último se quedó siendo compañera de Marcos Xakurãpara, el cacique que nos recibió cuando Mons. Luiz Palha OP nos llevó para empezar la Fraternidad junto al Pueblo Tapirapé. Marcos tenía muchos talentos y uno de ellos era el don para la música y como jefe debía convocar a su Pueblo para cantar los cantos apropiados a cada circunstancia de sus ceremonias según la época y la hora del día. Pero ¿cómo celebrar si eran solamente 50 individuos, sin jóvenes para marcar los cambios en cada etapa de vida? Un día, mirando el número de niños y niñas jugando fuera de la TAKARA (casa central de los ceremoniales), Marcos dijo: “Ahora veo que Tapirapé no va a terminar...” Animó a su pueblo y empezaron de nuevo los cantos, fiestas y rituales de los antiguos. En 1975, Tokyna aceptó su esterilidad y la pareja adoptó una niña recién nacida de una familia afro-descendiente que vivía en tierras Tapirapé.

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El tiempo pasó, Marcos fue envejeciendo y no logró seguir ayudando más con los cantos que cantaba al lado de su esposa, recordando su vida antigua… falleció serenamente. Tokyna, ya ciega, víctima de glaucoma, explicaba su tristeza porque Marcos no tuvo el tiempo necesario para terminar la transmisión de este tesoro que traía en su ser. Con el tiempo, nuevas costumbres fueron asimiladas. ¿Cómo incluir en la vida cotidiana, además del cultivo de los alimentos en las tierras, la instalación de la escuela de primer y segundo grados, la ida a la universidad, el puesto de salud local? Y ¿cómo alimentar el orgullo por su historia y su cultura? Ya existían 6 aldeas cuando se reunían para los rituales más importantes 3 veces al año en la aldea principal Tapi'itawa. La vida moderna nos regaló aparatos cada vez más potentes y Tokyna, teniendo una radio con batería y aparato para registrar, fue invitada por los jóvenes para registrar los cantos, explicándoles también los movimientos adecuados según aprendiera de Marcos. Vida nueva para Tokyna, contribuyendo a los 80 años para el “renacimiento” de un Pueblo que se reúne cada vez más numeroso para la celebración de la VIDA.

“El Señor, en la historia de la salvación, ha salvado a un pueblo. No existe identidad plena sin pertenencia a un pueblo. Por eso nadie se salva solo, como individuo aislado, sino que Dios nos atrae tomando en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se establecen en la comunidad humana: Dios quiso entrar en una dinámica popular, en la dinámica de un pueblo.” (EA Gaudete et exultate #6)

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Vidas Consagradas Osbert Rodríguez Miranda, médico neurólogo y amigo de las hermanitas de La Habana en Cuba, nos presenta a Lourdes Valdés, perteneciente al Instituto Secular Jesus Caritas, honrando su vida en el aniversario de 50 años de su consagración y a los 10 años de la fundación del Grupo de Apoyo Juan Pablo II para personas sufriendo de la enfermedad de Parkinson y/o acompañantes de personas afectadas por esa enfermedad.

De seguro esta frase que precede a algunos filmes les resultará familiar, ¨Cualquier semejanza de la presente historia con la realidad es pura coincidencia¨. Habiendo pensado y repensado cómo referirme a la vida hecha labor de una amiga y amiga de muchos, Lourdes F. Valdés Héctor, me pareció justo aprovechar la semejanza que, no por pura coincidencia, encontré reflejada en la carta que su también amiga, la Hermanita de Jesús Lidia, dejaba a modo de reflexión al regresar a su país natal para adentrarse en una nueva etapa de vida. Justo, pues es un paralelo de vidas en las que el verbo nos devela la palabra y justo además por el hecho de poder sortear adjetivos; ni siquiera gustando a Lourdes que se hable en términos de ¨ejemplo¨, pues considera que esto implica superioridad para quien se referencia. Este es el texto de la carta escrita por la Hta. Lidia a sus amigos de Cuba, en momentos de su vuelta definitiva a Italia: ¨Pienso en Jesús, en su encarnación, su vida en Belén y Nazaret, en cómo nos reveló a un Padre misericordioso que nos dice que somos todos hermanos y

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hermanas. Siendo así, como familia debemos estar unidos, querernos, ayudarnos sin poner separaciones, “construir puentes y no muros” entre razas, culturas, mentalidades, religiones, ideologías, políticas…. Pienso en mi vida, 36 años en Italia y 43 en Cuba, en cómo he querido seguir el camino trazado por Jesús a la manera de la Fraternidad y según la intuición del hno. Carlos concretada por hta. Magdalena, siendo hermana de todos y todas, según el llamado que he sentido en mi corazón… ¿Cómo viví todo esto? ¿Logré de veras ser hermana de cada persona (…)? No lo sé, ¡sólo Dios lo sabe! (…) No me es fácil pensar en dejar Cuba. Significa para mí dejar una vida, a un pueblo muy querido, a una Iglesia que me acogió, un clima ideal para mí, una sociedad que prefiero mucho a la sociedad de consumo europea… me voy a sentir extranjera en mi nación…¡¡¡ Es un gran dolor.!!! Es verdad que la vida nos lleva de la mano y corriendo… Y al mismo tiempo en mi corazón hay el deseo de dar gracias al Señor por todo lo vivido. Todo gesto de Amor ofrecido y recibido no se va a perder sino que nos hace crecer en humanidad… Estamos en Adviento, preparación a la Navidad, misterio de la Encarnación de un Dios que se hace niño impotente. La vejez nos vuelve como niños, menos bonitos y agradables, pero sí igualmente impotentes, necesitados de ayuda, de cercanía y cariño. Que el Señor me ayude a vivir esta pobreza y pequeñez no sólo físicamente sino con verdadera actitud de fe y de abandono en las manos de nuestro Señor y hermano Jesús. ¡Con su ayuda será posible! Feliz Navidad a tod@s, unid@s como familia. Los y las quiero mucho y llevo en mi corazón. Todo es Gracia. Lidia.¨ Estando Lourdes próxima a celebrar sus 50 años de vida consagrada; en lo que va de año hay una celebración que no debe ser pasada por alto. Hace 10 años que, dando respuesta al llamado que

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como dijera San Juan Pablo II se hace desde el dolor al amor, es precisamente ella quien tras haber recibido el diagnóstico de enfermedad de Parkinson echa a andar, de la mano de CARITAS, el grupo de apoyo a enfermos de Parkinson ¨Juan Pablo II¨; una gran familia que entre enfermos y familiares supera hoy los 40 integrantes en nuestra ciudad, siendo la única condición para ser acogidos el padecer esta enfermedad o estar al cuidado de un enfermo con este padecimiento. Sobre las ventajas de integrarse a un grupo de apoyo podría, refiriéndome a la teoría, exponer un tanto. Prefiero comentarles sobre experiencias concretas, esas que me han quedado en cada encuentro y que como suelo decir, soy yo, más que nadie, quien tiene que dar gracias por la enriquecedora oportunidad que el participar de este grupo me ha brindado. En el ajetreo de la mañana al pasar casualmente por donde uno de los integrantes más comprometidos por la enfermedad se sucedió esta historia que quiero compartirles. Siendo este hombre el vivo ejemplo de lo que James Parkinson describiera semiológicamente como parálisis agitante; al verme, como si fuese un vigía que esperaba visualizar tierra, alcanzó a llamarme y luego tomándome como apoyo, logró llegar con mucha dificultad hasta su meta, incluso hasta rebotando al caer de cuajo en una de las camas que sorteamos al pasar por los cuartos; se trataba de un pomito de esos medicamentos que tanto han escaseado por estos días y que quería hacer él llegar a Lourdes. ¡Que cierto que no hay nada que llame más a ser imitado que el amor! Recuerdo en especial otro día cuando nos adentramos, como diría San Juan Pablo II, en el inescrutable mundo del dolor al visitar a una colega, integrante también de nuestro grupo de apoyo. Ella hubo de expresar frente a Lourdes: “¡Qué derecho tendría yo de quejarme de mis males ante la presencia tuya aquí!” Ese mismo día terminamos todos de la mano rezando la Oración de Abandono del Hermano Carlos de

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Foucauld. En esta sociedad envejecida en que vivimos en la que todos somos cuidadores, participar de esta escuela me ha dejado como enseñanza lo siguiente: más que el conocimiento técnico para llevar a cabo el cuidado de un enfermo es el amor con que lo hagamos lo más importante. La relación con estas personas que en la vejez o enfermedad se tornan frágiles no puede implicar en ningún momento establecer para con ellos relaciones autoritarias verticales. Si bien en sus ojos ya no brilla la llama, su mirada puede irradiar aún mucha luz. Pidamos entonces, como diría la Hermanita Lidia a sus 79 años de sabiduría, ¨con verdadera actitud de fe y de abandono en las manos de nuestro Señor y Hermano Jesús¨, por la larga vida de esta familia, el Grupo de Apoyo a Enfermos de Parkinson ¨Juan Pablo II¨; confiando siempre en que ¡Con su ayuda será posible!!

“Cuando encuentro a una persona durmiendo a la intemperie, en una noche fría, puedo sentir que ese bulto es un imprevisto que me interrumpe, un delincuente ocioso, un estorbo en mi camino, un aguijón molesto para mi conciencia, un problema que deben resolver los políticos, y quizá hasta una basura que ensucia el espacio público. O puedo reaccionar desde la fe y la caridad, y reconocer en él a un ser humano con mi misma dignidad, a una creatura infinitamente amada por el Padre, a una imagen de Dios, a un hermano redimido por Jesucristo. ¡Eso es ser cristianos! ¿O acaso puede entenderse la santidad al margen de este reconocimiento vivo de la dignidad de todo ser humano?” (EA Gaudete et exultate #98)

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Padre mío, me abandono a Ti. Haz de mí lo que quieras. Lo que hagas de mí te lo agradezco, estoy dispuesto a todo, lo acepto todo. Con tal que Tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas, no deseo nada más, Dios mío. Pongo mi vida en Tus manos. Te la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque te amo, y porque para mí amarte es darme, entregarme en Tus manos sin medida, con infinita confianza, porque Tu eres mi Padre.


2018

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