Para que nunca olvides

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EL ASESINATO DE

MANL]EL

ESPIN

La insania del invasor contra tacneños

OZA CI.JELLAR

los

y sus familias hizo que

muchos tuvieran que partir con

rumbos diferentes para salvar sus vidas. Ese fue el caso de Manuel Espinoza Cuéllar, un hombre pacífico, tacneño a ultranza, que amenazado por la autoridad chilena se marchó hacia la capital dejando

ii 'la

atrás su Tacna ocupada.

'ü'j!

Los primeros años en la ciudad de

...

Lima fueron de penurias económicas muy grandes, sin embargo, hombre

de lucha, logró sobreponerse a

t ¿

la

crisis inicial e ingresó a la Escuela de

Policía para egresar más tarde

como guardia civil.

Un futuro promisorio le esperaba entonces de haberse quedado en Lima, pero al conocerse las noticias sobre el plebiscito que debía llevarse

a cabo en Tacna, Espinoza Cuéllar no lo pensó dos veces y junto a un bravo grupo de sus paisanos regresó

al terruño querido un 6 de enero de

1926, dispuesto a cumplir con su deber patriótico y a luchar por la causa peruana.

Al llegar a la ciudad ocupada, Espinoza Cuéllar se hospedó en una

dejándolo tendido entre las calles

y Alto Lima, frente al

casa de la calle Alto Lima, desde

Arteaga

donde se dirigÍa a diario a la Oficina de Propaganda, con el objetivo de recibir instrucciones del General José Ramón Pizarro.

Minutos más tarde su cuerpo mal herido fue trasladado por algunos

Sus acciones pronto fueron

investigadas por las autoridades chilenas. Su patriotismo y entrega al Perú, sin embargo, no lo hicieron desfallecer en su empresa a pesar

del peligro inminente y de

las

constantes amenazas. Pero el cobarde invasor ya tenía resuelto su destino: debía ser asesinado por lo

peligroso que les resultaba un

elemento como aquel, que no solo ponía en riesgo los intereses chilenos, sino que además servía como ejemplo para otros tacneños.

Según algunos testimonios, el sábado 29 de mayo de 1926, aproximadamente a las 20 horas, Manuel Espinoza Cuéllar f ue atacado por una banda de 6 individuos chilenos, conocidos como

mazorqueros, quienes

le ocasionaron heridas mortales,

"Callejón de las siete vueltas".

de la calle Alto Lima, de donde lo recogieron los tacneños Elisbán Ticona y Teodomiro Vildoso, llevándolo inmediatamente al carabineros al retén de policía

hospitalSan Ramón. Cuatro días después y a pesar de la

líneas decía lo siguiente:

"La sangre de Manuel

Espinoza

Cuéllar, como la de todos los mártires

de esta Cruzada, cae sobre la frente

intervención del médico de la Delegación Peruana, Dr. Jesús López, su destino fue sellado:

de Chile, como la sangre de Abel

Manuel Espinoza Cuéllar, cuyo único delito fue luchar por recuperar su tierra, dejó de existir.

siniestra de la chilenización, como medio de conquista, y del terrorismo

Su asesinato causó

gran

consternación entre los tacneños, y contrariamente a lo que pensaba la autoridad chilena, no amedrentó al pueblo heroico.

Durante su entierro, el Dr. Angel Gustavo Cornejo, Presidente de la

Comisión Jurídica Peruana

establecida en Tacna, pronunció un

emotivo discurso, que entre sus

sobre las manos de Caín, (...)

La historia vaporosa, la

crónica

como arma plebiscitaria, son las respuestas al compromiso internacional de Washintong y las garantías del plebiscito confiadas a la

lealtad de nuestro contendor. Esta historia más sombría, más llena de

lágrimas y sangre que la de todas las épocas luctuosas en que la fiera humana suplantó al hombre, será la historia de la deshonra de un pueblo ante el mundo civilizado". 2


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