Kelly hunter aventura amorosa

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Kelly Hunter – Aventura amorosa

—¿Lo has usado alguna vez? —No. —El cuarto de baño está en la segunda puerta del pasillo. Orina en el extremo adecuado, sacude el exceso de humedad y tráemelo después. —No sé si… —Venga, no te hagas de rogar —insistió con paciencia—. Si el resultado es negativo, te haremos un análisis de sangre. Pero lo primero es lo primero. Charlotte asintió y se dijo que no tenía motivos para preocuparse. Se levantó, salió al pasillo, entró en el cuarto de baño y cumplió las instrucciones de la doctora al pie de la letra. Después, volvió a consulta. —Déjalo encima de ese pañuelo. Tengo que comprobar un par de cosas, pero solo tardaremos un par de minutos —aseguró la doctora. Fueron los dos minutos más largos de la vida de Charlotte. Christiana Christensen abrió su expediente en la pantalla del ordenador y le preguntó si tenía una relación estable y si había considerado la posibilidad de tener hijos. Charlotte respondió negativamente a las dos preguntas. Por fin, la doctora apartó la mirada del ordenador y la clavó en su paciente. —Podemos hacerte un análisis de sangre para confirmarlo, pero el resultado de la prueba no admite dudas. Estás embarazada. Charlotte se quedó muda como una estatua. —Quiero que vengas a verme otra vez dentro de unos días. Así podremos hablar sobre tus distintas opciones —continuó la doctora—. Entre tanto, tómatelo con calma, no te saltes comidas y no seas dura contigo. ¿Puedes hablar con alguien sobre el asunto? ¿Familia? ¿Amigos? ¿El padre? Charlotte continuó en silencio. Pero esta vez, porque no tenía a nadie con quien hablar y no lo quería admitir. —¿Quieres que te dé cita con un psicólogo? —preguntó Christiana Christensen—. Si es necesario, llamaré a un par de contactos y la tendrás esta misma tarde. Charlotte la miró con desconcierto absoluto. No tenía palabras. No sabía qué pensar ni qué decir. —Ay, Charlotte… en fin, te conseguiré esa cita. —No, no, no es necesario. Estoy bien. En serio. —Si tú lo dices… —Solo estoy embarazada. No es para tanto, ¿verdad? La doctora se recostó en su sillón y entrecruzó las manos sin dejar de mirarla.

Nº Páginas 69-109


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