Misterioso caso de styles el christie agatha

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instrucciones. Por consiguiente, el acusado había acudido al lugar de la cita y, después de esperar en vano durante media hora, había regresado a su casa. Desgraciadamente, ni a la ida ni a la vuelta encontró a nadie que pudiera dar fe de su historia, pero por fortuna conservaba la nota que sería presentada como prueba. En cuanto a la destrucción del testamento, el acusado había practicado anteriormente en el foro y sabía perfectamente que el testamento hecho en su favor el año anterior quedaba automáticamente anulado con el nuevo matrimonio de su madrastra. Presentaría pruebas que demostrarán quién fue la persona que realmente destruyó el testamento y era posible que con ello el proceso adquiriera un aspecto totalmente distinto. Por último, quería llamar la atención del jurado sobre el hecho de que existían pruebas contra otras personas, además de John Cavendish. Por ejemplo, las pruebas contra Lawrence Cavendish eran tan consistentes, por lo menos como las que había contra su hermano. Ahora llamaría al acusado . El acusado se mantuvo en actitud digna en la tribuna de los testigos. Llevado con habilidad por sir Ernest, su declaración fue clara y verosímil. El anónimo fue presentado al jurado para su examen. La prontitud con que admitió sus dificultades económicas y el desacuerdo con su madrastra dio valor a sus negativas. Al final de su declaración se detuvo y dijo: —Quisiera dejar bien sentado que desapruebo y rechazo enérgicamente las insinuaciones de sir Ernest con respecto a mi hermano. Estoy seguro de que mi hermano no tiene más participación en el crimen quo yo mismo. Sir Ernest se limitó a sonreír. Su aguda mirada observó que la protesta de John había causado una impresión muy favorable al jurado. Entonces empezó el interrogatorio de la parte contraria. —Creo haber oído decir que ni remotamente le pasó a usted por la cabeza el que los testigos de las pesquisas hubieran podido confundir su voz con la del señor Inglethorp. ¿No le parece muy extraño? —No lo crea. Me dijeron que mi madre había disputado con el señor Inglethorp y no se me ocurrió que no fuera así. —¿Ni siquiera cuando la sirviente repitió algunos trozos de la conversación, que usted debió haber reconocido? —No los reconocí. —¡Su memoria debe ser muy floja! —No, pero los dos estábamos enfadados y creo que dijimos más de lo que pretendíamos. No me fijé en las palabras exactas de mi madre. El escéptico bufido del señor Philips fue un golpe maestro de habilidad. Luego pasó al tema del anónimo. —Ha presentado usted esta nota muy oportunamente. Dígame, ¿no le resulta familiar la escritura? —No, que yo sepa. —¿No opina usted que tiene un notable parecido con la suya propia, disimulada con gran cuidado? —No, no lo creo. —¡Le digo a usted que es su propia letra! —No. —Le digo, en su ansiedad por mostrar una coartada concibió usted la idea de fingir una cita increíble, y que usted mismo escribió esta nota para apoyar su afirmación. —No. —¿No es cierto que, en la hora que usted declara haber estado esperando en un lugar solitario poco frecuentado estaba usted realmente en la farmacia de Stanley Saint Mary, comprando estricnina a nombre de Inglethorp ? 102


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