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El arte de ser

EstradaPamela

Por Esteban Torres P. ¿Por qué de todas las profesiones del mundo elegiste ser inicialmente psicóloga, así también, platícanos cuándo y cómo se definió tu vocación?

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“Mis memorias y las historias familiares coinciden con que, desde pequeña jugaba a ser maestra. Acompañada con mi imaginación, muñecas, peluches, mis hermanos, mis primos o cualquiera que se animara a participar; colocaba un pizarrón y a los estudiantes y comenzaba las lecciones, ¡ni idea de qué les diría! (Sería muy interesante tener esa información). “Parte de mi familia se dedica a la docencia y mi madre lleva varios años trabajando en una escuela, aunque ello pudiera haber contribuido a mi profesión, algo más allá de eso me llevó a desarrollar esta vocación. Ahora puedo reconocer que siempre he sido observadora y analítica, particularmente de la niñez, de las personas, de las familias… y de alguna manera he encontrado en la facultad de ser “conciliadora” una herramienta para contribuir a “calmar las aguas” en diversas situaciones. Además, siempre me cautivaron las ciencias sociales y durante el bachillerato se acrecentó esta fascinación. Con las actividades de orientación vocacional terminé de aclarar las ideas, me entusiasmaba mucho el verme siendo maestra, pero agradezco que me atrapara lo que en ese momento sabía de la psicología (y claro, supuse que involucrada en esa materia, también podría ser docente algún día). Cuando llegó el momento de elegir y hacer los exámenes de admisión a la universidad, estaba muy decidida, estudiaría psicología”.

¿Qué es lo que te enamora o apasiona del día a día de tu trabajo?

“Tocar mentes, pero sobre todo, tocar corazones. Quizás te preguntes ¿y cómo sabes que puedes hacer eso? Te explico. Muchas personas “le huyen” a este trabajo y consideran que sólo es escuchar problemas y dirigir frases motivadoras, sin embargo, esto va mucho más allá. Es escuchar con atención, respeto y responsabilidad a quien tienes frente a ti, es comprender, no juzgar, conectar con su sentir, “arroparlo”, “abrazarlo”, orientarlo (con bases, con teorías, con argumentos, fundamentos, no inventos, no poniéndome de ejemplo); es confrontarlo, es ser sincero. Es ser estratega (pues muchas veces no se trata de “cosas fáciles” y sí de situaciones delicadas y sensibles), es ser aliado (de tu paciente y de otros colegas y profesionales). Es ser maestro (pues las estrategias de enseñanza y aprendizaje que implementes son fundamentales para alcanzar los objetivos). Hacer todo eso en cada sesión (aunque en ocasiones resulta agotador) ¡es lo que me apasiona! Encontrar la estrategia acertada para contribuir al bienestar de quien se sienta frente a mí, me llena de satisfacción. Y cuando al final de la cita, ambos nos miramos, sonreímos y suspiramos (a veces incluso asentimos sutilmente con la cabeza), es ahí, cuando sé, que hemos puesto el bálsamo necesario y sanador, en el corazón. Y eso, sin duda “enamora”.

En tu currículum dice que también eres psicoterapeuta cognitivo conductual. ¿Cuéntanos de qué forma fortalece esta especialidad tu profesión?

“¿Recuerdas que en la infancia jugaba con un pizarrón? Pues actualmente en el consultorio tengo uno que utilizo con regularidad gracias a ser psicoterapeuta cognitivo conductual (no todos los enfoques psicológicos utilizan esta herramienta). Haber estudiado este enfoque es una de las cosas que me ha hecho más feliz en la vida pues no sólo es sumamente interesante, sino que es muy bondadoso, sus herramientas son aplicables en diversas situaciones y

“CUANDO EGRESÉ DE LA CARRERA, COMENCÉ A TRABAJAR Y A PONER EN PRÁCTICA LO APRENDIDO, SIN EMBARGO, MUCHAS VECES SENTÍ QUE FALTABA ALGO, ALGO QUE ME PERMITIERA SER MÁS CERTERA EN MIS INTERVENCIONES. PRONTO SUPE DE LA MAESTRÍA EN TERAPIA COGNITIVO CONDUCTUAL MODALIDAD PRESENCIAL EN CANCÚN, Y NO DUDÉ EN INSCRIBIRME.

contextos, y su efectividad es increíblemente elevada. Es una disciplina que, al día de hoy, gracias a su empeño por tener bases científicas en su metodología, se considera de las mejores para atender diversidad de situaciones. Por supuesto que cada enfoque tiene sus bondades y lo más importante es socializar con los pacientes de lo que se trata nuestra forma de trabajo y cómo son las demás. Tener contacto con colegas que se dediquen a los distintos enfoques enriquece nuestra labor pues también es necesario reconocer cuando otras herramientas pueden beneficiar”.

Dominar esta especialidad era necesario para tu ejercicio diario o simplemente te acercaste a esta rama por el simple gusto de enriquecer tu conocimiento…

“Cuando egresé de la carrera, comencé a trabajar y a poner en práctica lo aprendido, sin embargo, muchas veces sentí que faltaba algo, algo que me permitiera ser más certera en mis intervenciones. Pronto supe de la Maestría en Terapia Cognitivo Conductual modalidad presencial en Cancún, y no dudé en inscribirme. Ahora, si bien aplico muchas de las cosas aprendidas durante la licenciatura, invito a todos los psicólogos recién egresados, a buscar un enfoque que les permita afinar sus instrumentos de trabajo. Decir que se “domina” un enfoque es algo ambicioso, pues de este mismo, aún me queda mucho por aprender”.

Hay alguna otra área del conocimiento que esté relacionada a tu actividad profesional y de la que también te gustaría tener el dominio…

“¡Híjole! ¡Hay muchas! Todo lo que podamos estudiar y aprender contribuye a nuestro hacer como psicólogos, psicoterapeutas y por supuesto, como individuos. Por lo pronto, tengo en la mira estudiar una maestría en neuropsicología, tan pronto concluya la licenciatura en docencia de la danza folklórica mexicana que actualmente estoy realizando”.

Dicen que el amor sale por la ventana cuando una nueva tentación entra por la puerta, es decir, cuándo se te acabó el amor por la danza o por qué dejaste de ser bailarina para iniciar un romance con algo más…

“¡Pero si no he dejado de bailar! (aunque claro, ahora lo hago mucho menos). El amor por la danza no se ha terminado, dudo que se extinga y actualmente está más fuerte que nunca. Lo que pasó fue que ya no me sumergí tanto como hubiera querido, en el mundo de la danza. Se presentaron dos momentos decisivos en mi vida, al concluir el bachillerato y casi al concluir la licenciatura, las opciones eran: danza o psicología. Siendo joven por supuesto me frustré por sentir que no me había consolidado como bailarina, sin embargo, hoy agradezco profundamente las orientaciones de mi familia y no cambiaría lo que he vivido gracias a dedicarme a la psicología. Además, sin imaginarlo, el camino en esta carrera me puso en la danza de una forma que no había considerado y que me fascina: como docente. “Una de mis admiradas y queridas maestras de la licenciatura, recordó que bailaba y consideró que, con lo aprendido en la universidad, podría ejercer como docente de un taller de danza folklórica mexicana en la Casa de la Cultura de Cancún. Han pasado 6 años desde entonces y con cada grupo, con cada estudiante he vivido las más maravillosas experiencias; me llena de orgullo y me palpita el corazón cuando voy dejando poco a poco los solistas para que los realicen mis alumnas y alumnos. Debo agregar, que paulatinamente ha sido asombroso encontrar colegas que se dedican al arte y la cultura: psicólogos y psicólogas que son pintores, bailarinas, músicos, cantantes…”

¿Qué te enamoró de la danza en un principio y cómo diste el paso a la danza folklórica?

“Me encanta esta pregunta porque me hace pensar en “las vueltas que da la vida”. Cuando era pequeña, tendría unos 8 años, una colega y amiga de mi madre (psicóloga, por cierto), le sugirió que buscara una actividad extraescolar para mí y nos recomendó visitar la Casa de la Cultura de Cancún. “Recuerdo que había gente de todas edades entrando y saliendo, se veían felices, cargaban diversos materiales: grandes mochilas, faldas amplias, de colores, zapatos de tacón, instrumentos musicales, cartulinas, en fin. Cuando llegó la hora de iniciar las disciplinas, el ruido de los andares se transformó en un sonido armónico compuesto por instrumentos musicales, por las voces de los docentes, por los movimientos de las bailarinas y el deslizar de los pinceles. Observé el salón de danza clásica, cuya dinámica me resultó fría e incluso agresiva; siguió danza polinesia, cuyo vaivén de caderas era enigmático y robó mi atención por un rato, pero no fue tan asombroso como lo que comencé a escuchar. “Sonaba como lluvia ligera, me distrajo del trance en el que me encontraba, me hizo ir por los pasillos, buscando de dónde provenía. Entonces lo vi al tiempo que se convirtió en un “aguacero”, se trataba del salón de danza folklórica. Era un grupo de mujeres con amplias faldas y zapatos altos, que hacían ese estridente pero profundo y organizado sonido, cuyo movimiento de los pies me dejó atónita (aún hoy, el sonido del zapateado, me provoca, me eriza, me cautiva). Sin duda, ese era (es) mi lugar. Desde entonces la danza folklórica me atra-

pó.

“No hace mucho, al descubrir su carácter como danza tradicional y patrimonio cultural, es, aún más, mi adoración. Actualmente soy docente en esa Casa de Cultura, y puedo decir con firmeza que ha sido una de las experiencias más satisfactorias de mi vida. Como dato curioso, la compañera de trabajo que sugirió a mi madre inscribirme, es ahora mi alumna en el taller de danza folclórica para adultos”.

En tu búsqueda por ser más útil al mundo y la forma de contribuir a lograrlo, ¿cómo llegaste a los niños sordos?

“Desde hace varios años mi madre ha trabajado en una escuela para niñas y niños con discapacidad auditiva, desde niña pude compartir con ellos diversos eventos y experiencias, por lo que dejaron de ser ajenos para mí. Posterior a estudiar la licenciatura en psicología presenté un examen para formar parte del personal docente de los Servicios Educativos de Quintana Roo y lo conseguí. Primero trabajé en una secundaria como maestra de Formación Cívica y Ética, después laboré como psicóloga en una USAER y finalmente sin pensarlo ni proponérmelo, llegué al Centro de Atención Múltiple “Eduard Huet”, el cual atiende estudiantes con discapacidad auditiva y visual. Llevo varios años en este servicio que implementa la lengua de señas mexicana LSM y el sistema Braille, como las principales herramientas para acercar la currícula a los alumnos. Por cierto, esta escuela cuenta entre sus talleres con el de danza y desde hace algunos años, mis alumnos de Casa de Cultura y los del CAM, han participado en diversos eventos juntos, lo que ha sido enriquecedor en múltiples formas para ambos grupos”.

Continúa con la segunda parte en nuestro sitio: www.proyectobrujula.com

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