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i can, ni pay, ni ñuca Ecuador
Don Gonzalo Sandoval ya tiene 88 años, casi todos ellos vividos en Zuleta, desde cuando este territorio era una hacienda inmensa hasta estos días, en que la comunidad maneja sus propios páramos. Se acuerda muy bien de muchas cosas que le pasaron o le contaron cuando era niño y joven. Tal vez esto es lo que más le ha impresionado: Cuando don Gonzalo tenía entre diez y doce años, conocía y conversaba con un señor llamado Inda Machángara, que entonces tendría unos cincuenta y cinco años. Don Inda le relataba que tenía dos hermanos, con quienes siempre se había llevado muy bien. A pesar de que no estaban libres de problemas y rencillas, jamás se habían enojado por más de una semana o dos. Hace poco había muerto su padre, ya muy anciano. Esto, aparte de que les causó mucho pesar, hizo también que las buenas relaciones entre los tres ñaños80 se vieran de repente amenazadas. La razón era algo que había ya pasado muchas veces en la comunidad y en otras regiones: la repartición de la herencia. No hubo en realidad mayor problema con las tierras que les dejó su padre en partes más o menos iguales; aunque su extensión era reducida, eran de buena calidad y no estaban muy lejanas del centro poblado.
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Hermano, amigo íntimo (del kichwa y quechua ñaña, hermana).
entre nieblas
Lo que encendió la mecha de lo que pudo terminar con la armonía fue una olla de metal muy valiosa. Era más bien una paila de bronce brillante que había pasado de generación en generación por siglos. No sólo se le consideraba magnífica para preparar ciertos platos típicos de la región,
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