Semblanza no 127

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ENERO 2017

PÁGINA 37

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Cuántas veces hemos conocido por las noticias que un fenómeno natural devastó pueblos o incluso una nación y nos limitamos a mirar las cuentas bancarias —sin apoyar- y a compadecer el hecho. Cuántas veces hemos visitado en el año un asilo, una cárcel, un reformatorio, un hospital, un albergue, un enfermo, un anciano que vive en soledad, etcétera. Pocas veces o nunca. Cuántas personas que profesan una religión, rezan en los templos, en su casa, dan limosna y se dicen personas de fe y, son las que menos hacen algo tangible por los demás. Y los vemos como exitosos gerentes o propietarios de negocios pero incomprensivos con sus clientes y trabajadores, o como funcionarios de gobierno que defraudan la confianza al no hacer llegar lo que les corresponde a los usuarios de un servicio institucional o los que entregan dádivas con el objetivo de lograr el lucimiento personal. O en aquellos, que se molestan porque les toca su puerta el mendigo o quienes se alejan cuando pasan la charola para contribuir a una colecta de beneficio a favor de niños, ancianos, enfermos o a favor de una institución asis-

tencial. Y yo me pregunto ¿la fe sin solidaridad, es fe? No…. Sólo es fe vacía, fe hipócrita, que poseen las personas que sólo usan la religión como excusa, para lavar su consciencia. Y esto sucede porque la cultura de la solidaridad pocos la traen en su repertorio cultural y conductual…y se debe a que no se inculca desde niños o…quizás se nos olvida, porque mientras se crece, el ser humano ya no mira hacia los otros al envolverse en sus propias vanidades. Una persona solidaria es aquella que manifiesta o expresa un interés y un espíritu de ayuda por los demás, que trasciende las barreras del mero interés personal y supera los límites de las buenas intenciones. El verdadero ser solidario, hace de su espíritu desinteresado un constante esmero de servir, de ser útil al otro, intentando siempre ser activo y efectivo, no importando dificultades personales económicas o sociales que cada quien tenga. Las dificultades nunca serán un freno para un espíritu emprendedor y de ayuda. La acción voluntaria y de atención a quien menos tie-

ne, siempre será necesaria, debiendo ser efectiva y oportuna, pero para que eso se generalice en la sociedad, se requiere del desprendimiento de egoísmos poniendo en el centro de la atención a quienes no vemos comúnmente y siendo sensibles al dolor y a la necesidad de los demás. Por eso afirmo que la solidaridad humana si bien es cierto es un derecho, también es un valor personal y social y depende de las buenas actitudes y de un alto nivel de consciencia para comprender la adversidad de aquellos grupos humanos marginados u olvidados. Es un valor y es un fin, al que todas las sociedades deben llegar para propiciar la equidad e igualdad en oportunidades para todos. Ojalá que en estas fechas y siempre, reflexionemos sobre el tema y ello haga renacer nuestras mejores cualidades, para que aflore en nuestra consciencia y voluntad la misión de compartir con quien también lo merece sin esperar nada a cambio. Porque el ser solidarios lleva a grandes recompensas siendo la mejor: ver que lo que dimos, ofrece frutos en aquellos a los que se ha atendido o servido.

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