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RELATOS Y LEYENDAS SOBRE SIDRA Y MANZANAS

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MANUEL G. BUSTO

MANUEL G. BUSTO

Un momentu de la charra con Alberto Álvarez Peña na sidrería Río Astur de Xixón.

Etnógrafo, dibujante y escritor, Alberto Álvarez Peña es, ante todo, un hábil recopilador de la tradición oral. Y para ello, como es natural, lo fundamental es escuchar. Muchos pondrán el acento en la búsqueda de información, de las historias, del entrevistado. Por supuesto. Pero el lograr establecer una relación con éste —bien lo saben quienes se dedican o se han dedicado a ello— requiere pericia, respeto, humildad. Peña lleva escuchando —y afortunadamente para todos, salvaguardando— las memorias de cientos de personas que han compartido con él su cosmovisión, su forma de entender el mundo. Narraciones que son testimonio de religiones antiguas y que desaparecerían si no fuera por el esfuerzo de unos pocos que han sabido reconocer su relevancia. “Durante el siglo XX, los que ostentaban la cultura oficial en la aldea, maestros, médicos, alcaldes y curas se ocuparon, en la mayor parte de los casos, de ridiculizar aquello que no comprendían, inculcando un sentimiento de inferioridad y complejo en nuestra gente, o a lo sumo, englobarlo como ‘curiosidades folclóricas’ de modo despectivo. Solamente podremos conocer y valorar este mundo de mitos y leyendas desde un punto de vista multidisciplinar donde arqueología, religión o literatura se entremezclan”, señala en la introducción de uno de sus libros. Pues bien, sumergiéndonos en el ambiente de esta temporada, charlamos con el etnógrafo y le preguntamos sobre leyendas asturianas relacionadas con la sidra o la manzana. No hay muchas, ya lo avanzamos. Pero sí hay una específica sobre la bebida asturiana en Peñamellera, que se cuenta en Robriguero y Cuñaba y que nos relata Peña: “Ye un cuentu nel que hay una moza que ta preñada, ta esperando un guah.e. Ya sabes que’l antoxu de una embarazada, si nun se cumple, dicen que sal una marca al críu. Eso hailo en toa Europa, lo de los antoxos. Entós, la moza tenía munches ganes de sidre. Llegó a oyíos d’una paisana, una bruxa de… bono, los de Robrigueru cuéntenlu de Cuñaba y los de Cuñaba que de Robrigueru. Pues esa bruxa diz a la moza: tú ven comigo que vas fartate de sidre lo que quieras. Pero nun se te ocurra ni nomar nin a dios nin a los santos. Pónense les dos en porriques y empiecen a echase un ungüentu. Pola bruxería van polos aires, esapaecen d’ellí y métense pela pesllera de un llagar, un llagar particular. Fartúquense de sidre y entós la moza diz “Ay dios qué buena taba”. Al nomar a dios… plaf, ¡a tomar vientos l’embruxu! La paisana, que ye bruxa, desapaez. Y la moza nun pue volver a salir pela pesllera. Queda en porriques dientru y ellí l’atopen los dueños del llagar a la mañana siguiente, cuando abren. ‘¿Pero qué fae esta muyer equí, cómo entrasti si ta too pesllao, las llaves téngoles yo’… Y-yos cuenta

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Enriba y abaxo: Álvarez Peña con ún de los sos llibros.

lo que pasó”. Este es el único cuento que relaciona mitología y sidra que le han relatado a Peña. Sin embargo, hay más relacionados con las manzanas. Por ejemplo, en Llanes, en la Cueva de la Pedrota, les xanes —xinxanas les dicen en esa zona— ofrecen manzanas de oro. Por otro lado, también están las manzanas llamadas “del sapu”. “Les mazanes del sapu llámenles agostiaes, porque son las que caen primero. Caen primero, enantes de la recoyía, y llámenles del sapu porque anden los sapos perriba d’elles y méxenles. El sapu echa el mexacán y col mexacán salente verrugues... bono, provoca munches coses males. Eses mazanes nun pueden comese. Dicen que si les comen los nenos, por exemplu, críen sapos na barriga”.

Día de Difuntos

Aprovechando la charla con Alberto Álvarez Peña, también le preguntamos sobre el Día de Difuntos. Actualmente nos llega por diferentes medios cómo se celebra en otras partes del mundo, por ejemplo, en el continente americano. Y quisimos saber si hay elementos compartidos, elementos que hayan viajado hasta allí desde Europa. El etnógrafo explicó que, entre los paganos, el año se terminaba en estas fechas: había que bajar el ganado de donde pastaba en verano, los árboles perdían las hojas, era como si todo muriese. “Yera un reiniciar, un resetear, dicen agora los modernos” apuntó y explicó que antiguamente los difuntos eran los protectores del ganado, de los cultivos, de la familia. De manera que la gente quería congraciarse con ellos. Y una forma de hacerlo era precisamente hacer un determinado tipo de ofrendas. Por ejemplo, cuando se hacía el magüestu con castañas, un magüestu que se realizaba de manera colectiva, comían los del pueblo y dejaban un puñado de castañas para los difuntos. “Llevantaben un tapín, de hierba y dexábenles debaxu” apunta Álvarez Peña. Así lo recoge Constantino Cabal aquí en Asturies y Leite de Vasconcellos en Portugal. Otra práctica que también relataron al etnógrafo —y que ya no se realiza desde 1912 o 1915—, era la de llevar comida el cementerio y que se realizaba en lugares concretos, por ejemplo, en la parroquia de Las Montañas en Cangas del Narcea. De hecho, hay escritos que relatan que se mataba un carnero, la familia lo comía y lo que sobraba se llevaba al cementerio. También pan, e incluso,“vino dulce de Málaga” que se vertía en la tumba. En Cangas, aclara, ese vino era una bebida exótica y cuando se podía conseguir, se ofrendaba al muerto.

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