LA SIDRA 205 (Mayu'21)

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78 La Sidra en Palabras

bía que se asfixiaría. Al salir Santiago pensó en esa posibilidad. Los rasponazos encontrados en ambos brazos de la víctima podrían haberse producido después de muerta, el forense incluso se decantaba por esa línea. «Pero no son de importancia, no hay lesiones, ni se han encontrado drogas que justifiquen que Beatriz se quedase inconsciente, también se ha descartado la agresión sexual» reflexionó el investigador. Además –había podido saber Santiago–, en el coche de la joven se habían encontrado el bolso, su chaqueta y el móvil. Eso indicaba que iba a salir y que su intención no era quedarse trabajando en la bodega. Consideró la posibilidad de que Beatriz, antes de dirigirse a su coche, se le ocurriera recoger una muestra del tonel de sidra. «¿Pero a esa hora? Y además necesitaría alguna otra herramienta aparte del recipiente de plástico encontrado en el tonel. Si alguien había puesto ahí el pequeño bote, lo hizo para encubrir el crimen» decidió.

... En la comisaría y después de analizar los robos ocurridos en dos llagares de la zona, la agente Luisa Quirós decidió indagar sobre muertes por inhalación de dióxido de carbono. Averiguó en la prensa digital que en julio del 2018 fue la última vez que se había producido en España un accidente por el llamado «tufo a vino», por intoxicación de CO2. Tres trabajadores habían fallecido por esta causa en una bodega de Paniza, en Zaragoza. Según se explicaba en el diario El Heraldo de Aragón, aunque el dióxido de carbono proveniente de la fermentación de la uva no es, realmente, venenoso; este desplaza al oxígeno y en poco tiempo una persona se asfixia. Un fenómeno que incluso había sido usual décadas atrás. Por este motivo muchas bodegas contaban ahora con detectores de gases. «¿Por qué Bea no llevaba uno consigo?» se preguntó. Lucía, la encargada de las visitas, había insistido en ese punto y las demás personas a las que habían tomado declaración coincidían en que Beatriz era una mujer

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extremadamente concienzuda en su trabajo. «Aunque claro, cuando se habla de un ‘error humano’ es por un accidente, en teoría, excepcional, ¿no?» medito la policía.

... Todos los hermanos se parecían: altos, rubios, fuertes. La tía de la fallecida, – según le habían dicho a Santiago– era tan excelente como severa en las labores de dirección del llagar. Genoveva Santurio se mostraba ante el investigador calmada, reflexiva, quizás algo contenida. Y por supuesto, triste. –Mi madre solía decir que Dios mandaba desgracias a quienes las podían soportar. Siempre me pareció algo terrible. La madre de Bea murió también muy joven en un accidente de tráfico. A veces la mala suerte se ensaña con una familia... –¿Entonces considera que la muerte de su sobrina fue un accidente? –inquirió el policía. –Fuese un accidente o no, esta familia ha tenido mala suerte, ¿no cree? –dijo la mujer. Santiago tuvo que aceptar que en esa pregunta no había estado muy fino. Siguió con más cuidado: –¿El día de la muerte de Beatriz estaban en este llagar usted, sus tres hermanos, el hijo de Cesáreo y su propio hijo… Miguel, ¿es así? –En el llagar, no. Estábamos en la casa. –Pero la casa está aquí al lado, en estas mismas instalaciones. Y entiendo que después de las diez de la noche solo tienen acceso a estas los miembros de su familia. –Sí, pero bueno, ya lo ve, es un lugar muy grande, siempre se pueden colar ladrones. Ya pasó con dos llagares de aquí cerca. Por eso pusimos cámaras de seguridad. –Las hemos revisado, pero solo graban lo que sucede fuera. –Porque es lo que tienen que vigilar. Agente, aquí no desconfiamos de nadie, los trabajadores son como de nuestra


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