CRÓNICAS 50

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EL MOSQUITERO COMÚN, UN INCANSABLE VIAJERO José Carlos Oliveros

E

n la gélida mañana de diciembre de 1960, mientras ando por el paseo de los centenarios olmos que jalonan el Paseo de la Soledad, que aún mantienen a duras penas las últimas hojas, ya vestidas de amarillo oro y relumbrantes aún más por los primeros rayos de sol del frío invierno de aquellos años, unos menudos pajarillos verdeamarillentos llaman mi atención. Se mueven ágilmente entre las espinosas “camondreras” que a modo de impenetrable pared, delimitaban la granja del Sñor. Domingo Villaluenga con el estacional arroyo, ahora seco, a pesar de las abundantes lluvias del pasado octubre. Me acerco a un pequeño hueco entre la maraña vegetal y puedo ver, como los pequeños pajarillos se desplazaban en buen número entre las cambroneras y un humeante basurero de paja y excrementos, fruto de la limpieza de la granja, que debido al calor de la fermentación y al frío ambiente se envolvía en una suave niebla por el vapor de agua que emanaba. Me enteré después, que en el argot pueblano se les conocía con el nombre de “plin-plin”, sin duda debido a su reducido tamaño. Ya me llamó la atención, en mi mente de niño, que semejantes seres de tan reducida masa corporal, fueran capaces de resistir las intensas frías noches de aquellos tiempos cuando a nosotros se nos llenaban las orejas de sabañones y raramente podíamos hacer el “goruño” (juntar las yemas de los dedos) a la llegada a la escuela. Pero lo que no sospechaba por entonces, es que después, a lo largo de mis años de ornitólogo, iba a descubrir otras muchas peculiaridades de este pajarillo. Como ya había tenido la ocasión de descubrir en mi niñez, los adultos tienen las partes superiores, alas y cola pardo-oliváceas y las inferiores blanco- amarillentas y las patas y el pico negruzcos. Su voz de contacto es un corto y suave “yuuiit” y el canto, en especial en la época de reproducción, una serie de notas repetidas difíciles de escribir, pero que podrían ser así “suit-suet-suet-bit-bit-bit”.

Vive en matorrales bajos, bosques, arbustos, parques, jardines, e incluso en arbolado salpicado en calles de poblaciones. Pasa el tiempo moviéndose entre la vegetación en busca de pulgones, con esporádicos vuelos cortos para atrapar algún despistado insecto , pues tiene una alimentación casi exclusivamente insectívora. Ahora comprendo con más facilidad aquella secuencia infantil del basurero, donde encontraba comida y calefacción al mismo tiempo, algo nada despreciable para nosotros.

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Cría en el matorral o sotobosque, a muy poca altura, a ras del suelo, ocultando entre la vegetación un nido esférico construido con hojas secas, tallitos, musgo, etc. y forrado con materiales finos (plumas, telas de araña, pelusas) donde pone de 4 a 6 huevos, pudiendo realizar una o dos puestas anuales. Cría en Europa y el norte de España, además de en otros sitios y pasa el invierno en los países mediterráneos, entre ellos en España. Durante una jornada de anillamiento científico de aves, aquí en la Puebla, tuve la suerte de capturar un Mosquitero Común (Phylloscopus collybita), que había sido anillado por un ornitólogo en Bélgica y que en dicha anilla se leía la siguiente inscripción “DC7339 MUSS CNAT 1000 BRUSSEL” Aún ahora, después de tantos miles de anillamientos de pájaros, me sigue admirando el hecho de que un pajarillo, que en la captura dio un peso de 9 gramos en la balanza y eso porque estaba rebosante de grasa, pero que en general suelen pesar entre 6 y 7 gramos, puede volar 1.646 kilómetros desde Bélgica a La Puebla. Debemos tener en cuenta que otros recorren mucho más como los que han criado en Suecia o el norte de Rusia y que tienen que atravesar al menos Los Pirineos o los Alpes, cuando no amplios brazos de mar. Muchos mueren en los crudos inviernos. Aquí en Toledo resultó un verdadero desastre el efecto de la pasada DANA "Filomena" durante el pasado enero; en tantos días, mosquiteros y otras especies insectívoras no pudieron encontrar comida ante la densidad y la amplitud de la nevada, además de un frío intenso, lo que llevó a la muerte a cientos de estos pajarillos. Pero más lamentable aún, es cuando una de estas avecillas, muere bajo las férreas mandíbulas de un cepo o envenenado por los miles de productos químicos vertidos en la agricultura moderna en forma de insecticidas, fungicidas y herbicidas, que unidos al cambio climático están llevando a miles de especies al borde de la extinción. Ignoro si nuestro visitante comunitario se habrá quedado con nosotros como un turista más o habrá continuado su viaje hacia tierras andaluzas, pero de lo que sí estoy seguro, es que ya no volveré a ver ese nutrido grupo de mosquiteros, que en la mañana de aquel ya lejano mes de diciembre, llenaron con su leve reclamillo el parque de nuestro pueblo. f 39


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