CRÓNICAS 46

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volver a ver más un espectáculo semejante. Pero jamás se le ocurrió prohibir su celebración, pues sabía de lo popular que era en el pueblo. Eso sí, tomó la determinación de que a los cuernos se les pusiera unas fundas de cuero para evitar el peligro. La fama de los festejos taurinos se hizo popular extendiéndose su conocimiento por Europa. Fue tal la presión de ciertas persona que a mediados del siglo XVI hubo denuncias ante el papa Pío V para que prohibiera tales celebraciones. Este papa no era nada favorable al rey Felipe II, dueño entonces de media Europa, por lo que dictó una bula por la que se prohibían semejantes festejos taurinos. Incluso se excomulgaba a las personas que intervinieran en ellos. Pero no se conformaba con ello, pues, además, se prohibía que las personas que murieran en estos festejos fueran enterradas en lugar sagrado. Por supuesto que estas disposiciones no sufrieron efecto en la España taurina, ya que las corridas estaban asentadas y eran muy populares. Habrían de pasar un par de siglos para que los festejos se regulasen, se dieran normas de actuación, precaución para los espectadores así como atención sanitaria. No terminan aquí los debates sobre la conveniencia de la celebración de estos espectáculos, pues siempre hubo detractores que se oponían en todas las épocas a su celebración. Incluso en las Cortes de Cádiz de 1813 hubo debates encendidos, pero triunfó la votación de que se pudieran continuar dándose estos festejos. Hubo otros intentos para prohibir los toros, como en las Cortes de 1877 en que se llevó a cabo un nuevo debate sobre su prohibición, pero las corridas ya estaban demasiado asentadas y popularizadas en España, los toreros eran personajes que España veneraba, y paseaban por las calles como héroes nacionales, así que la prohibición suponía un peligro para quienes se opusiera. Además Goya había inmortalizado las corridas en numerosos cuadros y grabados, por lo que la fama de las corridas era inmensa. La fiesta era la Fiesta Nacional. Los reyes asistían a las mismas mostran-

do un entusiasmo y afición que se transmitía al resto de la sociedad, por lo que su prohibición era prácticamente imposible. Fue en el siglo XVIII cuando comienza el verdadero toreo a pie y se pierde la importancia del caballo montado por un alto personaje. Ahora es el “pueblo” llano quien se enfrenta al toro a pie. Ya no se torea solamente con el capote, sino que se introduce el uso de la muleta. Además, se construyen las primeras plazas de toros en sustitución de las plazas de los pueblos. Poco a poco se van dando normas que beneficien el espectáculo, se asegure la vida de los toreros mediante la implantación de una enfermería con médicos y exista una ambulancia para el rápido traslado del torero herido. Pero el mundo anti taurino también crece y existe una presión cada día más intensa para la prohibición de este espectáculo con el objeto de la defensa del toro y evitar de esa manera su sufrimiento. La segunda mitad del siglo XX alcanza un elevado número de integrantes que exigen la prohibición de este espectáculo a causa del sufrimiento del animal. La presión es cada vez más fuerte. Mas hay otro grupo potente que defiende las corridas, el toro bravo, cuya existencia hay que proteger como elemento único y cuya existencia se debe a la existencia del mundo taurino. Sin el espectáculo el toro bravo no tiene razón de ser. Hay que evitar el sufrimiento pero también proteger la fiesta y la existencia de un animal hecho para las corridas en la plaza. ¿Estamos ante su desaparición? No parece probable de forma inmediata, pero la defensa de los animales de todo tipo es muy fuerte, tanto que hasta se exige que en los circos no se exhiba ningún tipo de animal. f

Ajos el Moreno Los Pozos, s/nº Tlfs.: 605 810 842 - 605 415 060 LA PUEBLA DE MONTALBAN (Toledo)

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