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Al romper el día
Cinco minutos. Cinco minutos sí. Eran solo cinco minutos los que teníamos para llegar. Corríamos por las calles de Madrid como si estuviéramos siendo perseguidos. A pesar de que el agua caía sobre nuestras cabezas con fuerza y calaba nuestras sudaderas, ninguno de nosotros se paró para refugiarse de la lluvia; ninguno de nosotros pensaba en el frío. Estábamos únicamente concentrados en llegar.
Por fin el GPS anunció aquello de que a cincuenta metros se hallaba nuestro destino.
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Todos, sonriendo, nos paramos en la entrada y contemplamos el gran letrero. "IMPRENTA MUNICIPAL". Al fin habíamos llegado.
Tres horas. Tres horas sí. Eran tan solo tres horas las que teníamos para imprimir en la Imprenta Municipal de Madrid el número 30 de las CJR.
Pasamos rápidamente de uno en uno sin parar a fijarnos en todas las imprentas que había a nuestro alrededor. Fuimos directamente a ponernos manos a la obra.
Paula, junto al resto de ilustradores fue a buscar las piedras litográficas, la tinta y los rodillos para poder realizar los dibujos. Paco se dirigió directamente a la imprenta de Gutenberg y comenzó a preparar la tinta. Mientras tanto Inés y yo nos dirigimos al estante de las letras de metal y las fuimos colocando, a la inversa, en la imprenta. Pablo y Justo, que se encargaban de dirigir la cuadrilla completa, les ordenaron a Candela y Paula Noguerales que nos ayudaran a colocar los tipos.
Mientras tanto, Paula y el resto seguían concentrados en la litografía. Ya estaba terminando Paula de dibujar su viñeta sobre la piedra caliza. Andrea esperaba impaciente a que terminase para poder cubrirla con una capa de ácido nítrico y goma arábiga.
Una vez hecho, rociaron la tinta sobre la piedra y posteriormente presionaron la hoja de papel contra ella, quedando el dibujo impregnado en ella.
Los integrantes de las CJR que habían decidido participar este año estaban impresionados. Este era el tercer aniversario del periódico y Paula, Lorena, Raquel, Justo y yo ya éramos unos expertos en la impresión en este tipo de imprentas, pero los más pequeños no entendían como partiendo de una roca, Paula había podido impregnar su dibujo en la hoja de papel. Esto sucede debido a que el ácido y la goma arábiga que Andrea había vertido son rechazadas por las partes dibujadas debido a su incompatibilidad. Por lo tanto, la tinta solo se impregna en las partes dibujadas. De esta forma, al colocar la hoja de papel sobre la roca caliza el dibujo queda reproducido en ella.
Tras tener la viñeta lista con las palabras del Wordle, pasaron al siguiente dibujo.
Al mismo tiempo, Paco pasaba los tampones por encima de los tipos para esparcir la tinta. Una vez hecho y colocado el papel sobre el bastidor, se volcó. Candela se encargó de darle a la palanca para que la prensa se encargase de impregnar la tinta sobre el papel. Lo hizo una segunda vez. Posteriormente, retiramos el papel y Paula Noguerales colocó la hoja junto a las que ya habíamos hecho. Ya nos faltaban muy poco para terminar el número.
Ahora había que encuadernarlo. De eso se encargaba Justo, quien decidió no elegir tapas de piel y optar por el terciopelo al que le añadió algún que otro adorno de plata.
Observaba absorta como Justo terminaba de retocarlo. Cuanto finalmente terminó me acerqué lentamente a coger el periódico.
Era precioso, e iba a ser la primera persona en cogerlo.
- Alba - me susurró Pablo - ¿te imaginas poder imprimir el número 30 en este tipo de imprentas? - terminó de decir mientras observaba como la mujer que realizaba la visita guiada nos explicaba cómo funcionaba la imprenta de Gutenberg.
- Sería una pasada, sí. - dije para después concentrarme en la visita guiada y salir de mi estado de fascinación.
Veinte minutos. Veinte minutos sí. Desgraciadamente eran solo veinte minutos los que quedaban para que la visita guiada por la Imprenta Municipal terminase.





