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Dios siembra desde la esperanza confiada y gozosa
from 16-07-2023
“Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!” (Mateo 13, 8-9)
Texto: Mateo 13, 1-23.
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1.- La enseñanza en parábolas.
Jesús, para hacer más accesible su enseñanza sobre el Reino, ha elaborado una serie de parábolas para que sus oyentes puedan descubrir o comprender una verdad espiritual con profundidad y sentido. A menudo las parábolas son relatos breves que usan imágenes o comparaciones, a veces tomadas de la rutina habitual de la vida campesina –es el caso de este texto que recoge la siembra de un agricultor- y que obliga a quien la escucha a dejarse interpelar por el mensaje. Como dice Benedicto XVI, a propósito de lo que nos pasa cuando escuchamos a Jesús en el evangelio: “Nos ocurre lo mismo que a sus contemporáneos y a sus discípulos: debemos preguntarle una y otra vez qué nos quiere decir con cada una de las parábolas” (Cf. “Jesús de Nazaret”, Editorial Planeta, Santiago de Chile, 2007, p. 223).
2.- La esperanza del sembrador y el riesgo de la siembra (Mt. 13,3-9).
Llama la atención en el relato la actitud del sembrador. Sabe muy bien que la semilla que esparce caerá en distinto tipos de suelo y que alguna de ellas definitivamente no germinará y otras fructificarán. Teniendo en cuenta esta realidad que puede frustrar la acción de la siembra, de todas maneras el sembrador se deja llevar por su esperanza y aún asumiendo los riesgos que ello implica. El sembrador de la semilla sabe que su siembra puede fracasar y una buena parte de esa semilla puede perderse pero, a pesar de todo, la siembra se realiza y el éxito final es fructuoso. ¿Qué nos quiere decir el Señor Jesús en esta primera parte de la parábola?
Afirma que el Reino de Dios que Él predica y anuncia irrumpe en su propia persona; que, a modo de una siembra, el Reino de Dios se abre paso con dificultad en el mundo y en el corazón de los hombres, pero que, finalmente, a pesar del aparente fracaso éste logra llegar con una fuerza irresistible que es capaz de manifestarse de manera pletórica e inaudita: la cosecha final es totalmente desproporcionada en comparación con la primera siembra.
3.- ¿Por qué Jesús enseña en parábolas? (Mt. 13, 10-17).
La respuesta a esta pregunta se encuentra en Mateo 13,11 cuando dice: “Es que a ustedes (los discípulos) se les ha dado a conocer los misterios del reino de los cielos pero a ellos no”. No es que Jesús juegue a los enigmas con la multitud que lo escucha ni tampoco que Él niegue la enseñanza del Reino a todos y la comunique a un grupo privilegiado (en este caso los discípulos). En realidad la comprensión de las parábolas por los discípulos se entiende porque éstos pertenecen al grupo de los “pequeños”, aquellos que han sabido oír y abrir sus ojos, sus oídos y su corazón, para acoger con humildad el mensaje de Jesús y a la persona de Jesús como Hijo de Dios; en cambio, aquellos para quienes las parábolas permanecen como indescifrables son los que pertenecen al grupo de los obcecados, que tienen la mente cerrada para la verdad y el corazón endurecido.
4.- Jesús explica la parábola en privado a sus dis-
cípulos (Mt. 13, 18-23)
En esta tercera parte donde Jesús explica la parábola, el texto mismo experimenta un cambio de sentido; en efecto, si en la primera parte (13,39) se hablaba de la llegada del Reino de Dios, ahora Mateo pone en boca de Jesús los peligros a que se ve expuesta la fe de los creyentes. En efecto, se identifica aquí la semilla con la “Palabra”, es decir, con la predicación del Reino y las amenazas a que están expuestos los que escuchan la Palabra: el Maligno, la falta de perseverancia ante las tribulaciones o las pruebas o las seducciones que reclaman las cosas y el mundo. Finalmente en medio de situaciones que ponen en riesgo la eficacia de la Palabra existe también la experiencia positiva y esperanzadora: hay una buena tierra en donde sí puede fructificar la Palabra de manera exu- berante y desbordante: “el que oye el mensaje y lo entiende”.
5.- ¿Cómo es nuestra propia experiencia con la Palabra?
Jesús nos pide a cada cristiano que nos acerquemos a la Palabra con un corazón dócil y orante; no basta con escuchar la Palabra (Mateo 7, 2427) es necesario llevarla a la práctica, es decir, no solo “escuchar” sino también “entender”. Jesús nos dirige su Palabra cada vez que celebramos la eucaristía o cada vez que hacemos el esfuerzo por leer la Sagrada Escritura. Allí Dios interpela nuestra libertad con respeto y con mucha delicadeza llega hasta nuestra sagrario más íntimo. De nosotros depende el aceptar y acoger esta Palabra en nuestra vida y en nuestro corazón, para que ella se haga viva y eficaz y produzca los frutos que solo el Señor puede hacer realidad. Como dice hermosamente el santo de Hipona: “Volvamos los ojos a nosotros mismos; que la semilla no caiga en el camino, en terreno pedregoso, entre zarzas, sino tierra buena -¡oh Dios!, mi corazón está dispuesto- para dar el treinta, el sesenta, el ciento por uno” (Agustín, Sermón 101).
