Jiwaki 49 - Septiembre Octubre 2013

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paquetes de tres libros y tenía una respuesta creciente de funcionarios públicos, maestros y padres de familia. En los centros mineros se instituyó la modalidad del descuento por planilla, con una extraordinaria demanda de los trabajadores. Para ello, a veces era acompañado por sus hijos varones, con los que tuvo que sortear, en algunas ocasiones, huelgas y bloqueos. Para entonces ya había publicado Cara Sucia, novela corta que tuvo once reediciones, ya que el Ministerio de Educación lo declaró libro de texto escolar. El poeta tarijeño Oscar Alfaro, al referirse a esta obra, sostuvo: “¡Cómo no reconocer en él al niño boliviano! El autor lo trae de la mano y lo suelta en el país para que se confunda con el medio millón de Caras Sucias que hay en la patria”. Su cuento “Cuando yo era trencito” fue calificado como una pequeña joya por René Bascopé Aspiazu: “pocas veces se ha escrito un libro tan breve y tan perfecto como éste, que expresa la tierna vivencia, dolor y ternura de los niños”. Camarlinghi, al hablar de a la literatura infantil, escribió: “Nos preguntamos ¿qué queremos hacer del niño? Él es un libro con sus páginas en blanco. En el alma del niño está todo el universo dormido y la lectura es la varita mágica que le hará despertar la imaginación y le hará trascender a planos inimaginables. El libro que logra estos efectos es el que esperan y sueñan todos los niños.” Con este infatigable trabajo, que le permitía sustentar a su esposa Laura y sus hijos José. Iván y Karina, pudo construir y ampliar su casa en la calle Pedro Kramer, donde vivió hasta el momento de su muerte. Su esposa Laura, constante colaboradora en esta empresa, aunque se desempeñaba también como trabajadora social, lo apoyó junto a sus hermanos para adquirir una imprenta propia. De esta manera, José logró editar las obras de autores nacionales en los plazos necesarios sin depender de las imprentas, muchas veces indiferentes a la literatura. Imprimir tres mil ejemplares de un título –considerado un tiraje de prueba en otros países, pero de verdadera importancia en nuestro medio– constituía ya un avance notable en un contexto que se había definido como “un país de escritores que no publican y de gente que

no lee”. Camarlinghi tenía un 80% de compradores estables que estaban a la espera de nuevos títulos que incrementaran la colección que ya tenían en casa. En los años 70 fue promotor de la primera feria de autores nacionales en el Paseo de El Prado, realizada junto a Mariano Baptista y otros escritores. Esta feria se estableció por varios años hasta el periodo de las dictaduras militares. De manera simultánea, fue activo participante en ferias internacionales del libro realizadas en otros países, como Argentina y Venezuela. En la Feria del Libro de Madrid de 1978, la Colección Popular de Ediciones Camarlinghi fue elogiada por llevar más de 50 títulos de autores bolivianos con temas exclusivamente nacionales. Además de los autores que editaba, con quienes desarrolló una verdadera amistad, contaba con el afecto de los escritores Jaime Saenz, Gaby Vallejo, Norah Zapata Prill y Oscar Rivera Rodas, así como de los colegas editores Jorge Catalano, director de Editorial Difusión, y el costumbrista y librero Antonio Paredes Candia.

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