Leyenda de la
Edición Especial
LA PALABRA DEL BENI
laguna Isireri
D
on Javier Vaca, profesor jubilado ignaciano, nos relata que “cuando los primeros pobladores llegaron a esta zona buscaron las aguadas para establecerse, asentándose cerca de tres de ellas, la del sur llamada la aguada de la ‘Tama’, la otra era ‘Yubaparaqui’ y el ‘Ñarajiguini’, un arroyo que está antes de llegar a la laguna”. Después, continúa diciendo, “con el tiempo, se fue terminando el agua de este arroyo, lo que obligó a la gente, a introducirse más al fondo del curichi inmenso, que hoy es la laguna”. “Antes de la llegada de los carayanas (blancos), el pueblo era una aldea ‘cañacure’, un caserío indígena que se abastecía de agua de los ‘pauros’ que cavaban en los curichis húmedos cercanos para proveerse de este líquido elemento”, prosigue.
En el desarrollo de su historia, el maestro nos narra que “los habitantes de la aldea ‘Wachere Cure’ (río de peces simbados o wacheres) tenían que caminar más de un kilómetro hasta llegar a los junquillares de un misterioso curichi, para abastecerse de agua, bañarse y aprovechar también para sacar junquillos y fabricar con ellos esteras”. Al ver que había despertado nuestra atención, Don Javier continúa el relato… “cierto día, una india de la aldea ‘cañacure’ llegó hasta el gran curichal con su pequeño hijo de 9 años llamado ‘lsireri’ (que quiere decir, anguila grande, en lengua mojeña). Llevaba una gran cantidad de ropa para lavar y por esa razón, le llegó la noche en esta faena. Muy preocupada, al ver que las sombras de la noche se le venían encima, llamó a su pequeño hijo para que le ayudara
a recoger las prendas, pero inesperadamente, a su llamado empezó a llegar un mal tiempo con un viento que hacía temblar las ramas de los cosorioses (ceibos), desparramando la ropa tendida encima de los junquillares. La indígena asustada, llamó a grandes voces a su hijo: ¡Isireri!, ¡Isireri!, pero éste contestaba cada vez más despacio, con una vocecita que parecía muy lejana: ¡Meme Chieha!, ¡Meme Chieha! (mamacita, mamacita)”. “En ese momento, la infeliz mujer vio con creciente angustia y pavor, que el pequeño curichi que rodeaba al pauro, empezaba a crecer y crecer, llenándose de agua el pantano. La desesperada como desconcertada indígena, insistía en el llamado a su hijo, pero al comprobar que éste había sido tragado por el pantano inundado, corrió a su aldea y volvió con los pobladores, que no creyeron lo
que vieron: el pantano se había convertido en una inmensa laguna de aguas cristalinas”. Cuenta la leyenda, nos dice el profesor, que “Isireri no apareció nunca más y el jefe de la tribu decidió bautizar al lago con el nombre del niño. Desde ese día, Isireri se convirtió en el jichi o espíritu tutelar del cuerpo de agua o actual laguna de San Ignacio, que está unida por un arroyuelo rico en peces de la especie samapi o tucunaré, con la de Mawuasa (laguna del otro pueblo)”. Complementa su relato don Javier Vaca, manifestando que “los jichis son seres cuidadores de los bosques, los animales y las plantas…, generalmente se los recrea mitad saurio y mitad culebra, y forman parte de la mitología mojeña. No obstante, Isireri parece ser más que un cuento”, argumenta.
La laguna de San Ignacio de Moxos lleva el nombre del niño ‘Isireri’, que según la leyenda fue tragado por el pantano y convertido en una anaconda.
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TRINIDAD, martes 31 de julio de 2012