Cultura en Facilito, 28 de Marzo de 2017

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SUPLEMENTO

Trinidad, marzo de 2017

en facilito

¡Había una vez un arroyo que se llamaba “San Juan”!

Por Arnaldo Lijerón Casanovas

¿Lo recuerda usted?... Aún quedan en la memoria las vivencias que otrora nos enseñara el espejo de sus aguas de lento correr. Cuando llegaba la época seca, de su lecho brotaban las norias que ofrecían el líquido para los barrios cercanos. Con las lluvias del verano, volvían las canoas a navegar su cauce. Y otra vez la presencia líquida y coqueta del arroyo “San Juan” nos regalaba su paisaje amazónico envidiable. Romántico en los atardeceres, a veces penoso, pero siempre bullanguero y tropical. ¡Qué bullas aquellas! No éramos sólo los changuitos bañándonos y jugando o aprendiendo a nadar. Trinidad parecía zambullirse, en uno y otro puerto, para aliviar el fuerte calor, mientras encostaban las canoas con yuca, plátano y maíz, toronjas, naranjas, mandarinas y papayas, fruto del trabajo campesino, y volaban deslizadores con muchachas de piel quemada. ¿Y las regatas estudiantiles? Era cuando el arroyo se transformaba en un alegre campo de competencia deportiva, en un aula grande de las muchachadas colegiales de Trinidad. Escenario líquido donde el músculo y el entusiasmo de remadoras y remadores, de argonautas zambullidores y nadadores, nos mostraban una juventud sana y con muchas ganas de triunfar. Pero también el arroyo tenía sus desfiles noctívagos, con embarcaciones ornamentadas en homenaje al Mar o a otro suceso histórico o como simples derivaciones de los carnavales. En sus aguas quietas, Trinidad se contemplaba enamorada por las noches, ilusionada en que el alba anunciara un día pleno de trabajo y bienestar. ¡Oh, tierno cauce arroyino, cómplice de amores furtivos, cómo te extraño...! Había una vez un arroyo San Juan...Por su cauce llegaron los indígenas mojeños que trasladaron la Misión Jesuítica de la Santísima Trinidad desde el Mamoré a la orilla del “San Juan”, donde permanece. En tiempo de lluvias, sus aguas se hacían una sola con los ríos Ibare y Mamoré, para seguir rumbo al Madera, el Amazonas y el mar Atlántico. Nacido en los chorritos que forman los curichis de la laguna Sokreno o “Suárez”, en sus lentas aguas y en su silueta contorsionada, se inspiraron músicos y poetas para cantarle al pueblo, a la mujer, al amor, a la naturaleza. ¡Qué poeta, qué

compositor podría dedicarle ahora unas horas de ensueño e ilusión! Había una vez un arroyo “San Juan”... Con sus clásicos puertos “El Peligro” o de “Ojara”; de “Lacoa” o del “Topater”; de “Obras Públicas” y de “Tanaka” y del “Liceo”. Allí atracaron lanchas a vapor como la “Rodolfo Araúz”, la “Grether”, la “Chapare”, la “Luis Antonio” y tantas otras que dieron brillo a la época de oro de la navegación fluvial en Mojos-Beni, especialmente cuando aquella corajuda juventud beniana se movilizó para defender la patria en la Guerra del Chaco. El arroyo “San Juan” es cauce prendido a esa valerosa historia, a las tradiciones e inundaciones de la ciudad de la Santísima Trinidad. Había una vez un arroyo San Juan…Un día de esos, hombres y mujeres de la otra banda decidieron construir el ya viejo puente de “Pompeya”, con ayuda de otras juntas vecinales. Después vino el otro, con plata del Estado y otro; más otros llamados Tojo 1 y Tojo 2, y otro por Las Palquitas. Había una vez un arroyo que se llamaba “San Juan”... Ya Trinidad no se inunda pues la circunvalación frenó las llenuras gateadoras. Pero si bien la salvó de las inundaciones, hizo añicos el arroyo “San Juan”, aunque ésa no hubiera sido la intención de los técnicos y CORDEBENI. Ya no existe el “Pailón” ni los “Chorritos”. Pero hace ya muchos años que es una cuneta inmensa, es cloaca común, es una gigantesca serpiente putrefacta. Es un espeluznante foco de infección, que gracias al tarope no sucedió algo fatal. ¡Que vengan la iniciativa y la inversión para sanear su cauce y devolverle su encanto natural! Aplaudimos los esfuerzos ambientalistas de la Gobernación, la Alcaldía y la Guarnición Militar, para recuperar su añorado cauce y sus aguas limpias y decentes. No podemos dejar el barro podrido, contaminado y peligroso oculto debajo del espejismo de aguas limpias. El vecindario que echa sus desperdicios al “arroyo”, debe conectarse al alcantarillado sanitario. Cuestión básica para lograr la victoria. ¡Cuántos pueblos nos envidiaban por nuestro arroyo “San Juan” y sus paisajes urbanos, tal como nos enseñan las fotografías de los amigos Fito Pinto y la familia Moreno-Velarde! ¿Seremos capaces de revertir esta amarga realidad? ¿Seremos capaces de conservar la tradición que Dios nos regaló, la geografía y la historia? ¡Pienso que sí!.


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