La representación “naturalista”, unida al ilusionismo encuentra un paralelo en la filosofía nominalista, que afirma que el mundo se compone exclusivamente de cosas individuales; las cosas mismas, en su propia esencia, no son reconocibles. Tan sólo su aspecto exterior, sensorialmente perceptible, nos permite suponer que existen. Norbert Schneider, 1992
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