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Arqueología de La Gualdra a 12 años de su descubrimiento

6 Por Carlos Alberto Torreblanca Padilla

En un carro triunfal hecho de auroras, y envueltas en flotantes muselinas, con impudor de audacias femeninas han llegado las nuevas doce horas.

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“De primavera”, Evaristo Carriego

Apartir de una prospección arqueológica entre los suplementos culturales zacatecanos, se identificó un montículo de papel denominado La Gualdra, sugiriendo pretérito acontecimiento. Se trazaron algunas calas de exploración y pozos de sondeo entre el cúmulo de hojas que se habían depositado con el tiempo, descubriendo una veta informativa para reconstruir una etapa de la histo- ria cultural de Zacatecas. Los análisis sugieren que se emplearon distintos pigmentos para trazar símbolos e imágenes sobre una pulpa celulosa y fibras vegetales molidas y suspendidas en agua para posteriormente secarlas. Algunos especialistas comienzan a identificarlos en estos códices a un singular grupo cultural debido a que guardan rasgos similares. Las distintas técnicas para datar estos papeles establecieron la fecha 6 de junio de 2011 como la fase inicial. Hasta el momento se tiene una secuencia cronológica de 12 años, con dos importantes etapas. La primera etapa denominada Papel o Celulosa (2011 a 2021 d.C.), fue cuando surgió una sociedad crítica y propositiva encabezada por Jánea Estrada, que con el paso de los años se fue consolidando. En la segunda etapa llamada Digital (2021 a 2023 d.C) se abandona el texto impreso dando paso a lo digital, manteniendo su prístino origen. En esta secuencia se identificó una variedad de escribas que dan testimonio de su época recordando a los 12 apóstoles quienes emitieron epístolas desde los lugares donde se encontraban. Otros investigadores sugieren que esta sociedad gualdreña corresponde a las 12 tribus de Israel que por alguna desconocida razón llego a estas tierras. Los estudiosos de la cultura náhuatl han hecho una analogía recordando que, en el tonalpohualli, el día 12 llevaba como símbolo una hierba seca o Malinalli. El dios Patecatl lo presidia junto a su esposa Mayahuel, es decir, las deidades de la medicina y el pulque estaban presentes, lo cual es muestra de que La Gualdra vendría a curar y repartir la sagrada bebida a sus lectores.

Dejo a un lado la investigación arqueológica cuando la aguja ha pasado por segunda vez el número 12 en el reloj, indicando la conclusión de un día. En este mes de junio han trascurrido 12 meses, periodo que anuncia con algarabía un año más de exitosa vida de La Gualdra. Dentro de los 12 signos del zodiaco La Gualdra nació en la casa de Géminis, alusión a los gemelos Cástor y Pólux, pero yo creo que este sagrado suplemento cultural, por el brillo que ha proyectado tanto en el día como en la noche está vinculado con la estrella matutina y vespertina, con Quetzalcóatl y Xólotl, manifestándose en Venus. Por lo cual, es tiempo de felicitar a Jánea Estrada y sus chichimecas, o sea, todos sus colaboradores, por hacer que permanezca vigente y llegar a los 12 años de vida.

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Cumplía doce años, doce. A esa edad aún no sabes ni qué será de tu vida, pero ya no eres niña, porque ya no te da el mismo gusto salir a jugar con el patín o las muñecas. Tampoco te emociona que llegue la tarde para jugar a los superhéroes o la noche para contar historias de miedo; a esa edad ya no te asustas y empiezas a dudar de todos los relatos… de todos. Ya no te cuadra la idea de que existan tres reyes que sean magos, que te conozcan tan bien al punto de saber lo que deseas para que aparezca por arte de magia en la sala bajo tu zapato. Tampoco te asustas con la idea de que hay personas que van por los niños a las casas y se los llevarán en un costal para que paguen por sus travesuras. Dudas incluso de la vida después de la muerte, del cielo y hasta de los castigos por los pecados. A esa edad el miedo se transforma en recelo, mientras que las cosas tristes de la vida se convierten en certezas. Cumplía doce años, doce; y ya las calcetas, las coletas en el cabello o los moños grandes me estorbaban, me veía al espejo pensando: qué sigue ahora después de esto. Qué pasaría ahora que me daba cuenta de que corrían los años, que los

6 Por David Pérez-Becerra

Poco después de las doce de la medianoche, con un tiempo sereno y claro, la luna creciente se oscureció por completo. Durante doce minutos la oscuridad se hizo tan pesada que ninguna estrella irrumpió en ese vacío profundo. Nadie recordaba haber visto semejante evento en otro tiempo. Era la noche docena

Solamente los ojos del anciano parecían no inquietarse. Para él, aquella oscuridad tremenda no hacía más que anunciar el resplandor dorado de la conciencia. Aquel anciano de luengas ropas blancas, numerario apocalíptico, había días se pasaban rápido y los momentos felices cada vez eran más pocos. A esa edad en la que el pastel y los globos ya los disfrutan más lo otros que tú, en la que preferirías estar en tu cuarto escuchando música, pensando en la vida y sola. Justo eso pensaba cuando iban a dar las tres de la tarde, estarían por llegar los invitados, tendría que subir a arreglarme… cuando sonó el teléfono. Mi madre respondió, escuchó el mensaje y dejó caer la bocina: la abuela ha muerto, dijo, y soltó el llanto. Se cancela la fiesta, pensé no sé si con emoción o tristeza. Lloramos un rato abrazadas y esperamos la información del sepelio. Todo se cancela. Avisamos a los invitados. Metimos el pastel al refri, guardamos los bocadillos y nos fuimos a cambiar. Cumplía doce años, doce y ya nadie se acordaba. A esa edad en la que sabes que ya no será lo mismo; en la que sientes un pequeño dolor en la parte baja del estómago, en la que te das cuenta que tu ropa interior está manchada con un pequeño color marrón que más tarde será sangre. A esa edad en que comienzas a ser mujer y sigues el legado de las abuelas que se mueren. pasado doce años sin alimento, ayuno ritual durante el cual dividió el mediodía en doce horas, el año en doce meses y el cielo en doce casas, creando un orden palmar, una constitución dodecanaria que incluso imitaron los Caballeros de la Mesa redonda y los Pares de Francia. Esta lógica se correspondía a una sencilla práctica que el anciano había fundamentado al utilizar su mano izquierda como un ábaco, contando con el pulgar, las doce falanges del meñique al índice.

Pero aquella noche, el anciano necesitaba someter su voluntad a la férrea condición de los cronopios, lo que le implicaría más que los doce trabajos obrados por Heracles. Debía conjurar la memoria de los hombres que habían sobrevivido a la pestilencia y al devenir del imperio decimal en que se sumergía el mundo.

Encendió una hoguera y mientras el fuego avivaba, sacó de entre sus ropas el dodecaedro que le había regalado Dédalo antes de su muerte en Sicilia y en cuyas caras pentagonales estaban escritos los doce nombres de Dios. El curioso sólido guardaba en su interior los últimos gramos de mercurio bermejo del reino del Preste Juan, sustancia que poseía la virtud de desvanecer la memoria de todas las cosas pasadas. Entonces dijo: el que tenga oídos, que oiga, aunque el que oye, no escucha, ni entiende. ¡Emociones! ¡Acciones! Es menester reencontrar, reconocer y reconciliar el milagro de la vida. Apenas había dicho esto, el anciano cayó de rodillas y arrojó al fuego aquel raro elemento, que una vez vaporizado, empañó aquella traslúcida prisión que mantenía aislados a los hombres, descubriendo que la esclavitud a la que eran sometidos no era más que aquella destructiva coerción de tener que superarse constantemente a sí mismos.

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