Suplemento Ojarasca

Page 18

“El fotógrafo”, 1974: Graciela Iturbide. Cuando habla la luz, Fomento Cultural Banamex, 2018

“Fiesta agraria de los jornaleros”, 1974: Graciela Iturbide. Cuando habla la luz, Fomento Cultural Banamex, 2018

LA POÉTICA DE LA VERDAD Graciela Iturbide. Cuando habla la luz. Fomento Cultural Banamex A.C., México, 2018, 280 pp.

FEBRERO 2020

L

18

a vivaz fotografía de Graciela Iturbide ha estado con nosotros suficientes décadas como para considerarla un “clásico” en el sentido clásico del término. Sobre todo porque la permanencia de las imágenes se deriva de su atemporalidad como piezas de arte. No necesitan fecha para explicarse. Sin montajes ni construcciones, aunque sus personajes posen con extravagancia a veces, y en muchas otras las personas lucen tímidas o simplemente serias. Si sus enmascarados reiteran guiños a Ruth Lechuga, y los trabajadores muestran sus instrumentos de trabajo con modesto orgullo, las mujeres se harán tocados de iguana, se pondrán al cuello chivos destazados o blandirán cuchillos carniceros sin dejar de ser auténticas. Tras una vida yendo de pueblo en pueblo en la montaña, el desierto, a orillas del mar, su ojo abarca todas las zonas reveladoras de lo popular sin folclor ni pintoresquismo

pues Graciela habita esa otredad, se inventa en ella. Capta lo real y lo transforma en realidad aumentada. Personajes, paisajes, hallazgos mágicos que delatan a la alumna aventajada de Manuel Álvarez Bravo y Pedro Meyer, atenta a las realidades compuestas de Cartier Bresson, que alcanza la estatura de su gran contemporáneo Sebastiao Salgado. Graciela en Juchitán de las y los mujeres. Graciela en la matanza ritual de chivos en la Mixteca. Graciela en los traspatios de los circos. En Bangladesh, India, Madagascar, Panamá, Ecuador, Roma, Los Ángeles, La Habana, la frontera norte y sus reversos. La encontramos en sus complicidades con Francisco Toledo, en los rincones más secretos de Oaxaca, en la tierra florida y espinuda de las com’cac en Sonora. Armada de paciencia y empatía, captura realidades angélicas o sangrientas gracias a la decidida dulzura de su lente.

P

ocos fotógrafos en México alcanzan la cualidad pictórica de Graciela Iturbide, su capacidad para dar vida a las piedras, las raíces secas, las alambradas, las breñas. Comparte la mirada arquitectónica de Guillermo Kahlo pues entiende la armonía en un edificio como en una arboleda,

una parvada de zanates, un alegre baile de tehuanas o el ir y venir de bicicletas fantasiosas. Vuelve espejos las ventanas abiertas. Y los varones, habitualmente solos en sus retratos, parecen estatuas más acá del esfuerzo. Extrae vigor y sensualidad de los cuerpos que se le entregan, la madura inocencia de niños que juegan, de tehuanas que beben cerveza y parlamentan o travestis enamorándole la cámara. Sus desnudos siempre dicen algo más, su verdadero motivo. El poder de sus retratos atraviesa velos que cubren el rostro, penetra el agua y subraya lo que ocultan la niebla, la polvareda o la noche incierta. Teje las sombras como quien sin temor mete las manos al fuego. Descubre secretos y los observa de cerca. Su fotografía es tan real que parece poblada de sueños. Contiene calacas y huesos, carnes generosas en privado y en los ríos de gente que ella atraviesa con vocación ligera. Aves, peces y chivos muertos o vivos, como si los rastros fueran un altar de sacrificios.

L

a reciente exposición Cuando habla la luz (y su frondoso catalogo), interpretada y curada por Juan Rafael


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.