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ALEJANDRO ALEGRÍA
by La Jornada
Como David ante Goliat, Arditti enfrentará la obra Dox-Orkh, de Xenakis
El violinista británico será solista invitado de la Ofunam hoy y mañana // Interpretará la pieza que el compositor de origen griego creó para él en 1991
ALONDRA FLORES SOTO
Como David ante el gigante Goliat, dice el violinista británico Irvine Arditti, será su interpretación del concierto Dox-Orkh, escrito especialmente para él por Iannis Xenakis, el “radical” compositor de origen griego, con el que no solamente colaboró, sino con quien entabló una amistad por décadas.
“Sean abiertos, no tengan expectativas de nada, porque no sabes qué pasará”, es el consejo para acudir hoy y mañana a la sala Nezahuálcoyotl, sobre su participación como solista invitado con la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (Ofunam).
La orquesta universitaria, con José Areán de director huésped, en el programa de este fin de semana incluyó además el estreno de Fantaisie hivernale, pieza comisionada a Alejandra Odgers, que se inspira en la sexta sinfonía del compositor alemán Ludwig van Beethoven, así como Cuadros de una exposición, de Modest Músorgski, con la orquestación de Maurice Ravel.
Arditti recuerda sus años de juventud, cuando estaban a la espera de compositores desafiantes, con la emoción por nuevas obras, deseando algo diferente. Por supuesto, creció rodeado de los clásicos, como Mozart, Beethoven y Haydn. “Es importante la conexión con el mundo clásico, pero es necesario tener los oídos abiertos, lo he dicho desde hace muchos años.”
En voz de Arditti, no hay demasiadas dificultades técnicas para tocar Dox-Orkh –concierto para violín escrito para él en la primavera de 1991–, “pero es una cuestión de mantener la intensidad del sonido, porque hay una gran orquesta detrás de mí. Tengo que ser fuerte. Xenakis dijo que tenía que ser como David y Goliat. El gigante es la orquesta. Es un diálogo, si no fuera así no podrías oírme, porque ellos hacen un gran sonido. Así que está bien escrito. Yo le pedí a Xenakis, antes de que lo compusiera, que yo quería ser escuchado, y él respondió a mi petición”.
Oídos limpios de prejuicios
A pesar de que Xenakis falleció hace más de dos décadas, su música sigue clasificándose contemporánea, lo cual es “una especie de nivel de tabú. No es nueva, pero todavía se considera así porque es atonal, así que la audiencia educada encuentra difícil acercarse a esta música”, por eso es necesario acudir con los oídos limpios de prejuicios.
“Recuerdo una vez un concierto en París. Durante un descanso fuimos a una cafetería que estaba enfrente de la sala, y estaba lloviendo, sólo así, como ocurre en la Ciudad de México”. El local era como el típico en la capital francesa, con grandes ventanas de vidrio hacia la calle. “Corrimos para no mojarnos. No podíamos ver nada una vez que estábamos dentro, debido a la condensación del agua.
“Y le dije: ‘¡Oh, Ianis, qué día tan terrible!’ Y él me respondió: ‘No, es un día hermoso’. Así que la belleza era hierática a sus ojos, mucho más hermosa que si el sol estuviera brillando. Su mirada tenía un punto de vista diferente, ese era Xenakis. Una vez que sabes eso, no tienes problema para tocar su música”, relata el violinista, sentado cómodamente, en tenis para el ensayo, sobre su amistad con el legendario compositor griego que conoció la guerra en carne propia, quien este año es celebrado en distintas partes del mundo con motivo del centenario de su nacimiento, en 1922. El lenguaje de los números y de la informática fueron la base de sus innovaciones en el sonido orquestal.
“Era bastante diferente de otros compositores, no tenía la formación tradicional. ¡Era arquitecto! Fue una de las primeras cosas de las que me di cuenta, que realmente me impresionaron, porque encontré su obra muy estimulante, quizá porque no venía de la segunda escuela de Viena. Era un una voz nueva que me atrajo cuando yo era muy joven.
“Una persona muy agradable, no sólo trabajé con él, sino que fuimos buenos amigos. Estuve en su casa varias veces; conversábamos sobre asuntos de música”. El violinista vuelve la mirada en el tiempo:

▲ Irvine Arditti durante la entrevista con La Jornada y en el ensayo de su presentación de este fi n de semana en la sala Nezahualcóyotl. Fotos Roberto García Ortiz y Alondra Flores Soto
“Lo conocí cuando tenía 13 años, cuando fui al festival en Oxford, cerca de Londres; oí tocar Terretektorh, de Xenakis, una divertida obra orquestal en la que la mayoría de los atrilistas también tienen silbatos; fui atraído a él. Después, a mis 19 años fui a tocar a su estudio en París su concierto para violín. Quedó muy impresionado y me mostró las gráficas de las partituras de su composición, los cálculos que luego escribió para música. Era nada arrogante, muy calmado; fue un gran placer llegar a conocerlo”.
Ruido cotidiano con música de cámara
La emoción por las cosas nuevas y experimentales, sin temor por las audiencias, así es el espíritu de Arditti. El ensamble con su nombre fue el que se atrevió a estrenar y grabar, en 1995, el asombroso Cuarteto para cuerdas para helicópteros, del vanguardista Stockhausen, con los cuatro músicos con sus respectivos instrumentos, tocando cada uno en vuelo, con el sonido de los motores y las aspas en las partituras. Así fue posible hacer realidad un sueño del compositor alemán: el sonido de la vida cotidiana incorporado a la música de cámara.
Con 25 años, Irvine Arditti alcanzó la posición de concertino en la Orquesta Sinfónica de Londres, la cual abandonó un par de años después para dedicarse por completo al cuarteto que fundó. Su nombre sigue visitando las principales salas de concierto con este ensamble, en solitario o invitado por alguna orquesta, como ocurrirá con la Ofunam. “Es una experiencia completamente diferente. Por supuesto, interpretar música de cámara es una vivencia íntima, tal vez más satisfactoria. Pero sigo participando en conciertos para violín. Y esta noche tengo un concierto en solitario en la sala Carlos Chávez. Me siento bien. Muchas piezas para violín han sido escritas para mí, así que tengo un amplio repertorio como solista”.
De su amistad con uno de los compositores más brillantes y enigmáticos del siglo XX, Iannis Xenakis, señala que compuso muchas piezas para el cuarteto Arditti, “y el concierto para violín para mí que voy a tocar en los próximos días. También dos cuartetos y un sexteto para cuerdas, y un quinteto para piano.
“Fuimos muy cercanos. Era un radical, no le gustaban las formas tradicionales, y yo pude desarrollar formas de tocar su música. Estaba muy agradecido por eso, y así nos volvimos amigos. Algunas personas lo atacaron en los años 70 y 90 en París, estaban en su contra y no tomaban en serio su música.
“Por ejemplo, no tenía el vibrato tradicional que los intérpretes de cuerdas hacen, él lo odiaba. Quería que el sonido fuera puro, como en la música electrónica. Desarrollé una forma agresiva y ruda de tocar, no ruido, pero algo muy intenso.”
Para Javier Sánchez, “el arte es inherente e intuitivo”
Expone Observación y pensamiento, nueve cuadros de “pintura no objetiva”, en la galería Proyecto H
MERRY MACMASTERS
Autodidacta por convicción, el artista Javier Sánchez (Ciudad Nezahualcóyotl, 1981) opina que el arte no debería estudiarse en una institución, porque se trata de algo “inherente e intuitivo”. No es que recomiende no estudiar dibujo o pintura, sino hacerlo “desde la intención de cada quien, que sea algo que venga de ti, no desde afuera”.
Sánchez presenta la exposición Observación y pensamiento, de pintura, instalación y sonido, en la galería Proyecto H, producto de su programa de residencias de nombre Proyecto T.
El acercamiento de Sánchez al arte fue por medio del grafiti: “A los 14 años empecé a hacer grafiti, que en esa época era ilegal, no como ahora, que lo absorbió el sistema. Siempre me sentí atraído por los colores, las texturas y las formas”. Sin embargo, le dificultaba representar las proporciones y la figura humana como las veía externamente. A lo largo del lustro que hizo grafiti, “siempre había una desproporción en lo que pintaba”.
Luego, hizo una pausa y se dedicó a la música, cuya “construcción” también fue algo más intuitivo y autodidacta. Ya estaba consciente de una “renuncia a la institución como algo determinante sobre mi aprendizaje, en cambio, dirigirlo hacia donde realmente lo necesitaba o quería. Fue, pues, cuando nació mi intención de ser autodidacta”.
Un proceso largo, pero eficiente
Para Sánchez, aprender por sí mismo es como construirse una autodisciplina. En la casa familiar las reglas no eran externad, sino internas, recuerda. “Es el proceso que elegí de alguna manera cuando era adolescente. A lo mejor era más inconsciente, un poco ingenuo; sin embargo, con el tiempo me di cuenta de que se trataba educarse por sí mismo, por ejemplo, si me llamaba la atención un tema de la antropología, filosofía o historia. Cuáles eran las fuentes, o los medios a los que recurría para llegar a la información que buscaba. Es un proceso un poco más largo; no obstante, cuando llegas al punto, siento que es más eficiente”.
En algún momento al entrevistado se le dificultó representar la figura humana. “En cierta época tenía la idea de que la representación tenía que ser literal, ahora no. Desde mi punto de vista es una pérdida de tiempo querer hacer representaciones obvias o creer que uno dibuja mejor o peor. No va por allí tanto en la actualidad. Para mí, la representación gráfica o el dibujo es algo inherente del ser humano”.
Sánchez tiene tiempo de pintar formalmente y lo ha hecho de manera abstracta: “Con el tiempo me di cuenta de que la carga histórica o representativa en la obra era inútil en mi trabajo”. Ejemplifica con la serie de nueve cuadros (cuatro de gran formato y cinco de tamaño intermedio) exhibidos, que llama “pintura no objetiva”; es decir, “algo más interno”. En vez de “construir memoria”, se trata de que sea algo “más del momento en que pinto. La observación y el pensamiento son lo que generan estas formas y colores que se ensamblan en el lienzo”.
La instalación sonora en medio de la sala de la galería contribuye a crear un ambiente. “Mezclar el sonido con la pintura tiene que ver
Javier Sánchez, durante la entrevista con La Jornada. Foto Yazmín Ortega Cortés
con la plasticidad sonora. El sonido como tal no lo podemos ver ni tocar, aunque sí escuchar; allí se construye la abstracción. En esencia el sonido es como una abstracción. Tener esta relación entre el sonido y la pintura es como imagino que estos cuadros suenan”.
En Observación y pensamiento las formas en los lienzos parecen materializarse en fragmentos pétreos distribuidos en el centro de la sala, aunque también en pequeñas repisas. “El material proviene de la zona donde vivo ahora (Aculco, estado de México), de los bancos de piedra y las minas explotadas. Son rocas alteradas, no por mí, sino por los trabajadores que accidentalmente las rompen y queda esta pedacería”. –¿Qué viene primero, la pintura o el sonido? –En esta exposición es una ida y vuelta. Al vivir en el campo puedo estar en silencio, pintando o imaginando cómo evocaría un sonido en el lienzo, o qué color representaría ciertas sonoridades. A veces reproducía sonidos que grababa para también ponerme a imaginar.
La exposición Observación y pensamiento, de Javier Sánchez, permanecerá hasta el 15 de diciembre en la galería Proyecto H, Guadalajara 88, colonia Roma.
