La Jornada, 11/21/2011

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OPINIÓN

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Tres y las que faltan…

Cadena perpetua

VÍCTOR FLORES OLEA

BERNARDO BÁTIZ V. l sistema, esa entelequia que conduce los destinos del Estado mexicano formado por PRI y PAN y por algo más que esos partidos, como no quiere o no puede hacer algo eficaz contra la delincuencia, que él mismo prohijó y luego soltó como un azote contra del pueblo para aparentar que algo hace, reforma leyes que no han servido de mucho, pero que le dan breves momentos de reflectores mediáticos y tranquilizan un poco a los más atemorizados, aunque también por poco tiempo. La semana pasada, el Congreso del estado de México, con un solo voto en contra, aprobó la cadena perpetua para algunos delitos graves –homicidio, violación tumultuaria, feminicidio–, inscribiéndose así en un proceso que lleva ya al menos las tres últimas décadas, de aumentos a los años de cárcel, con la razón de que de esa manera se disuade a los delincuentes y los delitos disminuyen. La verdad es que no ha sido así; no hace muchos años la pena máxima por los delitos más graves era de 30 años, después se incrementó a 40 y luego nos enteramos de casos en los que a una persona se le condenaba a 70, 80 o más años de prisión –sin duda, muchos más de los que lógicamente podría vivir–, sin que la delincuencia se dé por enterada. Ahora se aprueba en el estado de México la cadena perpetua, que parecía desterrada de nuestra legislación. En otros ámbitos, también por demagogia, se ha propuesto insistentemente la pena de muerte. Esta espiral a mayores penas es irreflexiva y oportunista; no atendió ni respondió a los argumentos que en comisiones dio la diputada panista Mónica Fragoso. Ella inútilmente argumentó que los especialistas en la materia conocen muy bien que penas más altas no disuaden más y recordó, en apoyo de su posición, que se cometían menos delitos y había más seguridad cuando la pena máxima era de 30 años. Lamentablemente la posición panista en la asamblea varió en el pleno y los representantes de ese partido votaron en favor, pensando quizás que con ello quedaban bien con un sector asustadizo de la población. Los efectos de la cadena perpetua, según los estudiosos, pueden ser varios. Uno, quizá el señalado con más insistencia, es que los reclusos condenados a penas muy largas, más allá de su expectativa de vida, son los más difíciles de controlar, no tienen ya nada que perder ni que arriesgar y se convierten en los sicarios de otros, puesto que 10, 15 o 100 años más por nuevos delitos no alteran para nada su situación.

LUNES 21 DE NOVIEMBRE DE 2011

Otro efecto es el económico: las largas condenas cuestan más al erario que otras de menos años, pero más certeras. Mark Kleiman, considerado experto en estos asuntos, opina que el riesgo alto de ser juzgado y condenado es más disuasivo que las penas elevadas; cuando hay un alto porcentaje de posibilidades de nunca ser descubierto, o bien, de ser puesto ante un juez y salir absuelto por fallas en el proceso, por corrupción o por incompetencia de los acusadores, el delincuente se arriesga independientemente de lo elevado de la pena. Se ha optado por el camino fácil de aumentar penas sin pensar en mejorar a fondo sistemas de investigación y procesos judiciales; la apuesta ha sido a un sistema policiaco con muchos tintes inquisitoriales. Dejo al final el argumento fundamental contra la cadena perpetua: su inconstitucionalidad. En efecto, el fin del sistema penal de acuerdo con nuestra ley fundamental es la readaptación de los delincuentes a la vida social; nuestra Constitución no acepta ni la venganza privada ni la venganza pública. Su propuesta es distinta: procura el rescate de quienes han cometido los delitos, parte del principio de que todo mundo, aun los peores delincuentes, pueden regenerarse. El artículo 18 de la Constitución, en su párrafo segundo, afirma: “Los gobiernos de la Federación y de los estados organizarán el sistema penal, en sus respectivas jurisdicciones, sobre la base del trabajo, la capacitación para el mismo y la educación como medios para la readaptación social del delincuente”. Quienes optan, por las razones que sean, por una sanción en la que la readaptación social del delincuente se hace imposible, desconocen y vulneran el precepto constitucional citado o bien no lo consideran adecuado o actual, pero no se atreven a proponer su modificación o su derogación. Prefieren, como el sistema lo ha hecho en otros campos de la legislación, modificar principios constitucionales a través de leyes ordinarias. Aun cuando parezca reiterativo, es necesario insistir en que para combatir la inseguridad y la delincuencia deben suprimirse las causas profundas que producen los delitos y que generalmente son de carácter social; no habrá amenaza de cárcel o de muerte que valga, no bastarán más policías o soldados persiguiendo a los delincuentes, ni armas más sofisticadas ni cárceles de alta seguridad, si no se combaten la pobreza, la marginación, la desinformación y la injusticia. ■ jusbbv@hotmail.com

osé María Bulnes, el maestro e intelectual chileno que vivió en México y en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) un buen número de años, en los tiempos de la dictadura de Pinochet, con el humor que lo caracteriza me decía: “En la última semana ha habido tres noticias que alegran a la izquierda: la elección de Andrés Manuel López Obrador como candidato de la izquierda unida para 2012, la relección de José Narro como rector de la UNAM…, y la salida de Silvio Berlusconi del gobierno italiano”. Tiene toda la razón Bulnes: la incertidumbre sobre la candidatura de la izquierda en México para la Presidencia de la República, que llevó a muchos a pensar que resultaba inevitable su fragmentación, con su consecuente debilitamiento y pérdida de toda posibilidad práctica de figurar como alternativa viable a la derecha y extrema derecha que durante los últimos treinta años han impuesto sobre los gobiernos del país su limitada visión, se resolvió políticamente de la manera más elegante que pueda imaginarse. Con un gesto de político de gran altura Marcelo Ebrard reconoció la “mejor posición de AMLO según las encuestas realizadas” y decidió no objetar sus resultados que lo habrían colocado a él mismo en un plano menor de leguleyo y no en el alto nivel político con que hoy es reconocido nacionalmente. A pesar de quienes criticaron, algunos acerbamente, mi calificación de hace un par de semanas de Marcelo Ebrard como reserva válida de la izquierda, entre otras razones porque el mismo Ebrard habría reconocido en declaración de hace 10 años que “yo no soy de izquierda”, su reconocimiento a López Obrador lo sitúan, como ha dicho el mismo AMLO, en un plano político de “muy excepcional calidad”. Cuando menos en el de luchador consecuente por la democracia, y hoy en México, como factor decisivo que ha evitado el desmoronamiento de la izquierda o, si se quiere, que ha hecho posible que la izquierda figure seguramente en 2012 como alternativa con altas posibilidades. Sin decisiones tan sensatas y valiosas como las de Ebrard se hubiera producido probablemente una crisis histórica de la izquierda en México, de la que sólo se hubiera repuesto en años y tal vez décadas. En cambio queda ahora como horizonte una competencia por la Presidencia de la República en que las izquierdas unidas tendrán sin duda relevancia, sin excluir la posibilidad de su triunfo. Tan importante así fue el reconocimiento de AMLO como representante de las izquierdas unidas, en todo caso abriendo la posibilidad de un gran ensayo pedagógico nacional en que se difundan a diestra y siniestra los argumentos incontestables que nos muestran que, para superar la crisis generalizada que vivimos, hace falta un cambio radical del sistema político, del orden económico y de la moral y cultura impuestos por el capitalismo desbocado de este tiempo. Mostrando además que este cambio radical nos acercaría a nuevos enfoques sociales y socialistas, en los que debiera figurar como vanguardia la izquierda mexicana. Esto nos pondría en las primeras líneas de renovación de un mundo en crisis y nos colocaría a la par de las vanguardias que en todo el mundo, empezando por América Latina, buscan esa renovación radical como única manera de sobrevivir a las fuerzas de destrucción a las que parece abandonada la sociedad humana. Puede verse entonces la magnitud de la tarea que espera a la izquierda mexicana en la próxima etapa y que, para cumplir con su compromiso nacional, deberá ser encabezada y llevada a buen término por Andrés Manuel López Obrador. Por supuesto que la relección de José Narro en la rectoría de la UNAM es también un hecho altamente significativo y promisorio en la vida del país. El doctor José Narro ha sido ya rector de la UNAM durante cuatro años; ahora fue relegido formalmente otra vez por la Junta de Gobierno, pero en el fondo fue la comunidad universitaria en su gran mayoría la que decidió. Uno de los aspectos más importantes del primer periodo de José Narro al frente de la máxima casa de estudios fue no rehuir las responsabilidades políticas y sociales, y desde luego educativas, culturales y morales de la institución. No evadir el papel de progreso que la universidad está llamada a desempeñar en relación con la sociedad general. Entre muchos otros conceptos, el rector expresó en su toma de posesión que “la Universidad Nacional Autónoma de México debe mantener su papel de conciencia crítica del país. Debe continuar por la vía del análisis y el debate sobre los principales problemas y aportar propuestas para contribuir a su solución. Nada ni nadie impedirá a universitarios decir su verdad. El silencio es un cobarde cómplice de los desastres y a nadie le conviene”. Por supuesto, la universidad es parte de la nación, con plena capacidad para pronunciarse obre sus problemas. Para militar incluso en favor de los valores sustantivos de la nación, como la democracia y las libertades que sustentan a la institución y a la República. Haberlo entendido plenamente es una de las razones principales que llevaron a José Narro a ser relecto por unanimidad (de la Junta de Gobierno y por mayoría abrumadora de la comunidad universitaria) como rector de la UNAM. ¡Bienvenido otra vez, señor rector, a la casa que usted ha contribuido tan sólidamente a construir! En cuanto a la salida de Berlusconi del gobierno italiano, es señal de que ¡echen ya sus barbas a remojar los neoliberales y oligarcas de todo el mundo! ■


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