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David Brooks
by La Jornada
Aldea en Burkina Faso, mezcla de arte, educación y ecología
Fue creada a principios de 2010 por Francis Kéré, primer arquitecto africano en ganar el premio Pritzker
AFP UAGADUGÚ
Robustas paredes, bloques de laterita y techos gigantes perfectamente mimetizados con el paisaje : la “aldea-ópera” en Laongo, creada por el arquitecto burquinabé Francis Kéré, ganador más reciente del premio Pritzker, se caracteriza por mezclar arte, educación y ecología.
Situada en este pueblo cercano a la capital de Burkina Faso, Uagadugú, fue concebida en su día por el director alemán Christoph Schligensief, ya fallecido. A principios de 2010 fue materializada por Kéré, quien esta semana se convirtió en el primer arquitecto africano en conseguir el Pritzker, la mayor distinción dentro de la profesión.
Este proyecto de educación cultural y artística que se extiende sobre una veintena de hectáreas está diseñado en forma de espiral, con 26 edificios que albergan distintos talleres, un centro médico, estancias de huéspedes y una escuela.
Por último, la llamada “ópera”, una sala de espectáculos y exposiciones cubierta por 700 plazas que verá la luz eventualmente.
Los edificios, que mezclan plantas y rocas de granito en perfecta armonía, se encuentran en la cima de una colina. En su construcción se han empleado materiales locales, como la arcilla, la laterita, el granito y la madera. El propósito es lograr que resista las condiciones climáticas de la zona, como el calor extremo, explica el administrador del complejo, Motandi Ouoba.
Francis Kéré “parte de materiales simples, que tenemos de forma abundante (...), que nuestros padres usaron, y hace de ellos algo noble”, explica Ouba. “Es la tierra, es todo lo que nos rodea, cuando los une, trae algo que es magnífico a la vida”, añade.
En la aldea-ópera, los inmensos techos sobresalen de la paredes mientras la ventilación de las habitaciones permite mantener la temperatura baja en su interior, incluso cuando el termómetro afuera marca más de 40 grados. y aberturas para disipar el aire caliente”, continúa el administrador.
Al igual que el resto de edificios, el centro de salud, y las salas de consulta y hospitalización tienen decenas de ventanas alargadas que se deslizan hacia arriba.
“Con tantas aperturas, los pacientes se sienten menos aislados por la hospitalización. Tienen una vista del paisaje”, explica el doctor Issa Ouédraogo.
En cuanto a las aulas, amplias, luminosas y elegantes, contrastan con la decoración habitual de otras escuelas del país. “Estamos orgullosos de nuestra escuela, que tiene una arquitectura hermosa con todas las condiciones para trabajar y estudiar bien”, se regocija Edwige Compaoré, profesora de la clase CM1.
“La arquitectura de los edificios lo cambia todo. Estamos en clases perfectas porque aquí hace mucho calor y no todo el mundo puede permitirse ventiladores o aire acondicionado”, añade el director de la escuela, Abdoulaye Ouédraogo, también actor y dramaturgo.
Además de las seis aulas ordinarias que acogen a 181 alumnos, hay un aula específica dedicada a clases de música, danza, teatro, artes plásticas, fotografía y audiovisuales. No en vano, el lugar también sirve de residencia creativa para artistas, recuerda Ouoba.
Bello, sostenible y funcional
“Es cómodo como entorno de vida o de trabajo. También es hermoso e impresionante. Nos recuerda que podemos obtener algo bello, sostenible y funcional a partir de materiales locales”, dice el administrador.
Con su estilo arquitectónico único, la aldea atrae a alrededor de 2 mil 500 visitantes cada año. Y Motandi Ouoba espera que el reconocimiento internacional de Francis Kéré ayude a mantener la curiosidad de los visitantes.
“Este premio tan prestigioso es el orgullo de todos, especialmente en estos tiempos en que las noticias de Burkina Faso están marcadas por los ataques terroristas. Estamos felices por el señor Kéré, pero también por nosotros que estamos entre los primeros beneficiarios de su trabajo”, expresó Motandi Ouoba.


Próxima entrega de premios Nobel reunirá a galardonados de las ediciones de 2020 a 2022
REYES MARTÍNEZ TORRIJOS
La Fundación Nobel anunció que en su próxima entrega de premios reunirá a los galardonados de 2022, que serán publicados del 3 al 10 de octubre próximo, con los de los dos años previos, mayoritariamente estadunidenses y europeos.
Vidar Helgesen, director ejecutivo del organismo, sostuvo en un comunicado que “es importante resaltar el Premio Nobel y los valores que representa cuando vivimos la desconfianza en la ciencia y los continuos ataques a la democracia y los derechos humanos”.
El contexto internacional es de aislamiento a los artistas rusos y cancelación de sus presentaciones como protesta a la ofensiva militar de ese gobierno en Ucrania.
De los 24 ganadores correspondientes a las dos ediciones pasadas de los galardones, 19 tienen nacionalidad estadunidense o de algún país europeo. Del resto del mundo, provienen sólo cinco. En 2020, los reconocidos fueron siete estadunidenses, dos británicos, una francesa y un alemán.
Sólo un ruso ha sido reconocido en 2020 y 2021: el periodista Dmitry Muratov, editor del diario opositor Novaya Gazeta en su país.
Helgesen sostuvo en un comunicado: “Los logros de los galardonados –la ciencia pionera, la literatura
Ciudad de la poesía de la ciudad
HERMANN BELLINGHAUSEN
La poesía en y sobre la Ciudad de México, inabarcable como la ciudad misma, ya no cabe en una antología como las de antes. Alguien la alaba, alguien la llora, alguien la odia todos los días. Se autodestruye con un frenesí que parece entusiasmo y es quizá mera locura. De todos modos, Claudia Kerik emprendió la tarea de recopilar y espigar lo que los poetas nacidos en ella y los adoptivos le cantaron, lamentaron, susurraron o imprecaron en el largo siglo XX, que se interna discretamente dos décadas atrás en el siglo XIX, y otras dos, tumultuosas y voraces, ya en el XXI.
La ciudad de los poemas: Muestrario poético de la Ciudad de México moderna (Ediciones del Lirio, 2021, 1113 pp) intenta lo imposible y nos presenta un mosaico monumental, casi brutal, irrepetible, de cuanto la urbe que fue Tenochtitlan ha puesto a decir a los poetas en un castellano siempre moderno pues evoluciona.
Se remonta al “Corrido de la luz eléctrica,” pasquín anónimo publicado por Antonio Vanegas Arroyo en 1888 donde la ciudad saluda la llegada de la electricidad. Y concluye en marzo de 2021, al inicio de la pandemia, cuando “los cuerpos son conducidos / al extrañamiento” (Draupadí de Mora). Justo a la mitad del volumen confiesa Kyra Galván en un largo poema: “Cómo no hablar de esta ciudad, / esta ciudad desgarrada y todos sus habitantes / viviéndose a sí mismos”.
De tan completo, el museo de Kerik roba el aliento. Y sin embargo está incompleto. Por razones de fuerza mayor no aparece (aunque sí) Efraín Huerta, poeta, si alguno, de la Ciudad de los Palacios y los camiones JuárezLoreto, con sus musas carnales, obreros y humos al alba.
Se incluyen un prefacio y una introducción indispensables, breves presentaciones para sus cinco vastos capítulos, más un heroico apartado de notas biblio y hemerográficas. Estas son sus zonas: Postales de la megalópolis, Personajes capitalinos, El poeta y la ciudad, A pie o en transporte público: las visiones de un flaneur y El amor urbano. Las condimentan repentinos pasajes benjaminianos sobre arquitectura, literatura o recuerdos personales.
Dos cosas se confirman aquí. Una, que la ciudad pertenece a propios y extraños. No importa de dónde vengan, ésta se vuelve su casa. El jerezano, el tapatío, el veracruzano, el regio o el tuxtleco comparten derechos con los locales, los migrantes, los exilados de la República y de las dictaduras latinoamericanas, como la misma compiladora, Horacio Costa, Gelman, Mosches o Bolaño.
Otra confirmación es lo cerca que están la poesía y la crónica, algo ya intuido y documentado por José Joaquín Blanco (otra ausencia importante, como autor y como fuente), sea en Gutiérrez Nájera, Tablada, López Velarde, Novo, Leduc o Pacheco. Comparecen sin orden grupos, escuelas, estéticas encontradas e irreconciliables. Quién hubiera pensado que compartirían páginas Mario Santiago Papasquiaro y su némesis Gabriel Zaid. A bordo viajan modernistas, estridentistas, contemporáneos e infrarrealistas, Octavio Paz y Enrique González Rojo Arthur, La Espiga Amotinada y el padre Durán, Vuelta, Nexos y el suplemento de Monsiváis en Siempre!, el Ateneo, los Agoristas, priístas, surrealistas y espartaquistas, Gerardo Deniz y Abigael Bohórquez.
De manera un tanto caprichosa, Kerik añade algunas traducciones del yiddish, el inglés y el portugués. Otro muestrario posible y prometedor sería el de autores que han cantado o retratado nuestra ciudad en otras lenguas. Tan sólo del inglés estarían Lawrence, Lowry, Kerouac, Brodsky. Un tal John Ross, poeta y reportero neoyorquino, vivió más de 30 años en la calle de Isabel La Católica, donde escribió poesía chilanga-beat-jazzística y hasta una “biografía” de la ciudad, El Monstruo, nada de lo cual tiene traducción al castellano.
Pero no carguemos tinta a la feraz cosecha de Kerik haciendo valer su condición histórica de “detective salvaje” de los de Bolaño, en la saga absurda de esos “jóvenes poetas” setenteros que le escupieron al establishment y hoy son mito, leyenda urbana. Tenemos la nostalgia de Efrén Rebolledo, los pasos de Urbina, las pasiones de Tomás Segovia y Bonifaz Nuño, los rumbos callejeros de Moreno Villa, Aura, Trejo Villafuerte. La perspectiva a contracampo de Rosario Castellanos, Isabel Fraire, Elsa Cross, Verónica Volkow, Elisa Díaz Castelo y otras subraya que ésta también es ciudad de las poetas.
Por sus dimensiones no es un libro para andar cargando, y reto sería leerlo en el Metro. Sin embargo, sus páginas son ligeras y fraternas, sus aires viven, sean floridos o pestilentes, dolorosos, abrumadores, reflexivos, terribles. Ciudad para encuentros cortazarianos, amores sórdidos, rupturas inacabables, tipos pintorescos, cartografías verbales, terremotos y la matanza de Tlatelolco.
Sobre las ruinas sin fin del sitio, Kerik erige un monumento cargado de pasado y de futuro, retrato de millones en la voz de sus más famosos y sus más desconocidos poetas. Como en el incomparable paseo de Buñuel, este muestrario sabe que la ilusión siempre viaja en tranvía. que nos conmueve y los esfuerzos valientes que contribuyen a la paz– proporcionan esperanza y generan compromiso. Esto es algo que el mundo necesita enormemente en estos tiempos”.
En diciembre, en la capital sueca, en la sala de conciertos de Estocolmo y en el banquete del Ayuntamiento de esa ciudad, se congregarán los ganadores del reconocido galardón en sus distintas ramas.
Condena firme
La Academia Sueca, que dictamina el ganador del Nobel de Literatura, condenó hace unos días, “con la mayor firmeza posible, la invasión ilegal de Ucrania por el régimen ruso. Aunque la institución lleva mucho tiempo sin hacer declaraciones políticas, su historia y su misión están profundamente arraigadas en las tradiciones de la libertad de expresión, de creencia y de investigación”.
Difundió que “las recientes acciones del régimen ruso van más allá de la política y amenazan el orden mundial que se basa en la paz, la libertad y la democracia. Por tanto, nos unimos a la legión de nuestras colegas academias, instituciones literarias y culturales, lugares de enseñanza superior, defensores de una prensa libre, organizaciones de derechos humanos y estados nacionales para expresar nuestra repulsa por el ataque injustificado del gobierno ruso contra Ucrania y su pueblo”.
El anuncio de los ganadores del Nobel 2022 ocurrirá el 3 de octubre para fisiología o medicina, el 4 para física, el 5 para química, el 6 para literatura, el 7 para el de la Paz y el 10 de octubre de economía.
