JULIO DEL 2012
E D I T O R I A L
C
omo se ven las cosas actualmente en Europa, el futuro próximo de sus economías neoliberales –más allá de que sus gobernantes quieren hacernos creer que todo saldrá bien si es estricto el cumplimiento de sus dictados– tiene como destino una suerte de implosión-explosión cuyo combustible es el estado crítico y en decadencia de un sistema y su expansión global. Españoles, griegos y no muy rezagados los italianos, junto a portugueses e irlandeses –de los que poco se acuerdan–, están siendo inducidos a suponer por burócratasgobernantes, secundados por los grandes consorcios que detentan los medios de comunicación, que un futuro de recuperación con atractivos satisfactores, se encuentra en una especie de horizonte mágico al que accederán a la vuelta de unos años. Con la proliferación de encuentros entre magnates, administradores y gobernantes (G-8, Davos, G-20, Río+20 y las que vendrán) sumados a la publicidad que se hace de dichas reuniones, se pretende demostrar que todo está bajo control, aunque la profusión de estas verdaderas ferias de abrazos, aplausos, declaraciones y discursos, exhibe todo lo contrario. Lo único seguro para la mayoría de la población del mundo son las penurias de todo tipo, por separado o en con junto, con intensidades diversas, según la zona del planeta donde se ubique 99 por ciento de sus integrantes. ¿Otro mundo es posible? Habría que responder sí; haciendo a un lado a quienes medran con el lema, es posible encontrar salida a los males actuales: en lo individual, de la banalización impuesta por la mercadotenia, sustituyéndola por el reconocimiento de
los derechos del “otro”, de los “otros”; en lo colectivo, cambiando de rumbo, de manera de ver y entender el mundo en que están inmersas nuestras sociedades. Sólo que mientras las recetas provengan de centros como la troika económica (Unión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional), las respuestas serán mayor desempleo; hipotecas y rentas sin pagar, con los consecuentes desahucios; recortes presupuestales en cascada (en rubros como la salud, la vivienda, la seguridad social, la educación y la cultura), y más endeudamiento estatal que será pagado por la ciudadanía. La salvación de los ultrarricos –en su mayoría accionistas de bancos y de grandes empresas– pasa, según los gobiernos de la eurozona, por la inyección de más capitales hacia los que han demostrado ser verdaderos agujeros negros económicos. La receta neoliberal toca a su fin: no hay crecimiento sin empleo, sin crecimiento social y con recortes al bienestar. La solución parece estar por el lado de una utopía que sirva de palanca cierta para el desarrollo, en vez de un camino que conduzca, como hasta ahora, a la debacle. El sistema neoliberal se debate no en una crisis cíclica, sino final, y con ella parecen cumplirse las palabras atribuidas al tanzano Julius Nyerere: “cuando los elefantes hacen el amor, la llanura tiembla: cuando los elefantes pelean, la llanura también tiembla”.
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