// DEPORTE // 30 DE DICIEMBRE DE 2016
/ La Gazeta /
PAG 19
PESCA
ANÉCDOTAS DE PESCA El escualo volador
Por MARCELO DEL PINO
eniendo 8 años más o menos, hacíamos con mi abuelo unos viajes hermosos a Guaminí a pescar pejerreyes. Esa época en que la cuota era lo que entraba en el auto y la carnada, cualquiera. Había tantos que sacabas triplete con el brillo del anzuelo. Yo siempre con equipo prestado: unos equipos “sutiles” que consistían en cañas de dos tramos capaces de tirar las líneas de tres boyas más un puntero echo con palo de escoba pintado de rojo (casi todo el palo). En materia de reeles, yo no tenía idea de marcas y agarraba lo que me daban.
T
reel hasta que llegó de fábrica.
En un viaje de esos mi abuelo me da una caja con un reel 0km. Ahí si vi la marca, “Escualo” decía, la única que yo había escuchado nombrar en mi vida. Era para mí un Mercedes Benz.
Ahí no aguanté y con una pinza multiuso lo “operé”. De nuevo estaba trabada la horquilla en el sinfín. Un poquito de palanca y se encausó de nuevo, pero por un par de tiros nada más, y otra vez la mula al trigo, trabado el señor. Fue ahí donde me senté en la arena, saqué el reel de la vieja Barracuda 09, lo puse en la palma de mi mano, le eché varios insultos y lo revoleé con todas mis fuerzas al mar.
Salimos para Guaminí, no sé a qué lugar, lo único que recuerdo era que había una inundación tal que la ruta estaba cortada. Llegamos hasta el corte, paramos el querido 404 en el medio de la ruta y pescábamos en la banquina. Era agua para todos lados, pero se veían las aletas de los pejerreyes en superficie. Una locura la cantidad que había. Con el correr del día y con baldes llenos de pescado, empecé a ver cómo en pleno lance el reel trababa cada tanto la salida de nylon; no en todos los tiros, pero con esa línea pesadísima sumado a que el nylon sería malo, la mayoría de las trabadas era pérdida total de línea. Como esos aparejos eran de mi abuelo, al quinto que perdí me dio un reel que tenía como segunda opción en su cajón de madera. “Una porquería” -según él- aunque con el correr de los años vi que ese “muleto” era Daiwa, una belleza para pescar. El escualito fue a la casa de pesca vendedora varias veces pero jamás le pudieron encontrar el problema.
A lo de Romano de nuevo. Todos los preparativos, permisos correspondientes y a pescar. Por llevar menos cosas, o simplemente por “salame”, no llevé otro reel de repuesto. Saqué varias piezas y se repite la acción. Pique, corrida hasta el haragán y cuando veo que lo tengo, el querido escualo TRABADO. Ni para atrás ni para adelante. Otra vez nylon a la cintura y a caminar para atrás, la manera menos divertida de sacar un pescado que nunca había visto en mi vida, en este caso un guitarra enorme.
Y es el día de hoy que nunca más vi un frontal que le pase algo similar, ya que no era que se le bajaba el pick up, simplemente se trababa la salida de nylon del carretel. Pasaron muchísimos años y mi abuelo, después de inyectarme la pasión por la pesca, se fue a pescar angelitos. Entonces empecé a incursionar en otro tipo de pescas y la que más me impactó fue la de mar. Siguió pasando el tiempo y ya nos venimos a unos quince años atrás. Por intermedio de un amigo que hacía trabajos en el campo de Romano (ARSA) conseguimos permiso para entrar a lo que a mi entender era uno de los mejores
pesqueros de la costa, aunque con requisitos: teníamos que entrar en un solo auto, dejarlo donde estaban los guardaparques y no llevarnos cualquier cosa, es decir, hacer una pesca selectiva no sólo para no depredar sino porque después había que cruzar ese médano interminable que se sube gateando cargados de todos los bártulos más el pescado. En fin, era una locura pescar ahí. Era tirar y sacar. Fue así que me decidí por la compra de un nuevo reel, en este caso grande, “lo más ‘cojudo’ que exista” pedí en una conocida casa de pesca en Mar del Plata y me vendieron (carísimo) un hermoso Escu-
alo rojo, un sueño hecho realidad. Tenía tanta ansiedad para probarlo que al otro día de la compra me fui a Mar Chiquita a hacer unos tiros, saqué un par de corvinas y de pronto, pique! Cañazo…está, está… Pero el escualo estaba trabado. Ni para atrás ni para adelante. Era una corvina negra de unos cuatro kilos que saqué con el nylon en la mano como si estuviera enlazada. Lógicamente no la pude disfrutar. Al otro día concurrí nuevamente a quien me lo vendió, quien lo desarmó adelante mío para llegar al problema: “se trabó la horquilla con el sinfín” fue el diagnóstico. Para mí, chino básico. Tras mi pedido de reparación estuve un mes esperando el
Los demás integrantes del grupo me miraron como si estuviese loco: “lo pagaste una fortuna, ¿cómo vas a hacer eso?”. No lo sé. Hoy no lo haría. Pero puedo asegurar que gran satisfacción me dio ver el reel que me había arruinado el día de pesca y me dejó a pata volando hacia la primera canaleta. Me dio una sensación de placer difícil de explicar, convirtiéndose la anécdota en el famoso “escualo volador”. Por supuesto nunca más compre un escualo y no lo aceptaría ni de regalo, aunque debo reconocer que tuve mala suerte, ambos tuvieron fallas de fábrica, porque la mayoría de los usuarios están chochos con ellos. Así que fue sólo eso. Mala suerte.