Revista Tachai nº 42

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Información alimentaria

Formación alimentaria

Alimentos

Ya cuecen habas

La causa primaria del cáncer Estudio sobre los alimentos acidificantes y los alcalinizantes

El comienzo de la temporada de habas es síntoma de que vamos ganando horas de sol al invierno. Las habas pertenecen a la familia de las leguminosas y a la subfamilia de las fabáceas.

Fue consumida en el Antiguo Egipto, Grecia y Roma. Las disfrutaremos entre enero y junio.

Su pariente silvestre es originaria de Asia, aunque lleva mucho tiempo cultivada como alimento. Las hay de muchos tipos: haba Aguadulce (sevillana, granos de color crema tostada); haba Muchamiel (también grano de color crema tostada); haba Reina Blanca (granos color blanco grisáceo); Haba Granadina (semillas más claras); Haba Reina Mora (semillas color púrpura); Haba Arbo o Haba Blanca (granos blancos); y Haba Mahón (granos rojizos y violáceos según el color de la vaina). Son fáciles de cultivar y muy prolíficas. Se comen tanto las habas como las vainas.

El hierro que contienen corrige la anemia, pero se aprovecha mejor si en la misma comida incluimos alimentos ricos en vitamina C. Su composición es similar a la de los guisantes verdes. La cocción de las flores posee efecto depurativo, diurético y antirreumático. También se les atribuyen propiedades afrodisíacas. El aprovechamiento de las habas aumenta cociéndolas al vapor para preservar el ácido fólico y la vitamina C. Las habas frescas se conservan en la nevera o en un lugar fresco, seco y protegido de la luz. Si son secas, basta conservarlas en un recipiente cerrado y en lugar fresco y seco.

Las habas deben formar parte de nuestra dieta durante el invierno y hasta que el huerto nos las proporcione porque son nutritivas, tienen bajo contenido de grasa y alto contenido de fibra. Ideal, como el resto de legumbres, para hacer una dieta equilibrada y reducir nuestro consumo de carne. Las habas frescas contienen más vitaminas que secas y se comen con vaina. Proporcionan beta caronetos (que nuestro organismo convierte en vitamina A) niacina, vitamina C y vitamina E. Una ración pequeña (100 grms) proporciona más de una cuarta parte del requerimiento diario de fósforo que, entre otras funciones, ayuda a mantener sanos los huesos y los dientes. Al igual que otras legumbres, las habas son una fuente de proteínas combinada con cereales. Las habas maduras contienen más nutrientes (hidratos de carbono y proteínas) pero se digieren peor que las frescas y se consumen sin vaina.

Otto Heinrich Warburg fue Premio Nobel en 1931 por su investigación “La causa primaria y la prevención del cáncer”. Según este científico, el cáncer es la consecuencia de una alimentación y un estilo de vida antifisiológicos.

Y para animarte a comer estas tiernas habas te recordamos la siguiente receta: habas rehogadas con tofu marinado y algas. Presentan -como las demás legumbres- un índice glucémico bajo debido a su fibra soluble, lo que ayuda a regular la glucosa, imprescindible para las personas diabéticas. La fibra también favorece el tránsito intestinal, previniendo el estreñimiento, la diverticulosis y el cáncer de colon. Se recomienda su ingesta para quienes padezcan dolencias cardiovasculares porque reducen el colesterol. Su contenido en lecitina y colina ayuda a mejorar los síntomas del alzhéimer.

http://www.lagarbancitaecologica. org/garbancita/index.php/recetas/verduras-y-hortalizas/1085-hbas-rehogadascon-tofu-marinado-y-algas

Una alimentación antifisiológica consiste en una dieta basada en alimentos acidificantes y sedentarismo creando en nuestro organismo un entorno de acidez. Esta, a su vez, expulsa el oxígeno de las células. La falta de oxígeno y la acidosis son las dos caras de una misma moneda: cuando tienes uno, tienes el otro. Las sustancias ácidas rechazan el oxígeno. En cambio, las sustancias alcalinas atraen el oxígeno. Un entorno acido es un entorno sin oxigeno. Privar a una célula del 35% de su oxígeno durante 48 horas puede convertirlas en cancerosas. Todas las células normales tienen una necesidad absoluta de oxígeno. Sin embargo, las células cancerosas pueden vivir sin oxígeno. Los tejidos cancerosos son tejidos ácidos, mientras que los sanos son tejidos alcalinos. En su obra “El metabolismo de los tumores”, Warburg demostró que todas las formas de cáncer se caracterizan por dos condiciones básicas: la acidosis y la falta de oxígeno (hipoxia). Las células cancerosas son anaerobias (no respiran oxígeno) y no pueden sobrevivir en presencia de altos niveles

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de oxígeno. En cambio, sobreviven gracias a la glucosa, siempre y cuando el entorno esté libre de oxigeno. Por tanto, el cáncer es, sobre todo, un mecanismo de defensa que tienen ciertas células de nuestro organismo para seguir viviendo en un entorno acido y carente de oxigeno. Las células sanas viven en un entorno alcalino y oxigenado, lo que permite su normal funcionamiento. Por el contrario, las células cancerosas viven en un ambiente ácido y carente de oxigeno Finalizada la digestión, los alimentos -de acuerdo a la calidad de proteínas, hidratos de carbono, grasas, minerales y vitaminas que aportan- generan una condición de acidez o alcalinidad al organismo. El grado de acidez o alcalinidad se mide a través de una escala llamada PH, cuyos valores se encuentran en un rango de cero a catorce, siendo 7 un PH neutro. Para que las células funcionen en forma adecuada su PH debe ser ligeramente alcalino. El PH de la sangre de una persona sana se encuentra entre 7,40 y 7,45. Si el PH sanguíneo, cayera por debajo de 7, entraríamos en estado de coma.

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Alimentosacidificantes acidificantes: Alimentos

• Azúcar refinada y todos sus productos: no tiene proteínas, grasas, minerales ni vitaminas. Solo hidratos de carbono refinados que estresan al páncreas. Su PH es altamente acidificante (2,1) • • dos •

Carnes (todas) Leche de vaca y todos sus derivaSal refinada

• Harinas refinadas y todos sus derivados • Productos de panadería (la mayoría contienen grasas saturadas, margarina, sal, azúcar y conservantes) •

Margarinas

Gaseosas

Cafeína

Alcohol

Tabaco

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