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La Gaceta de Iriondo Martes 14 de enero de 2014

Info- Medio Ambiente

Mientras tanto NOVA sigue contaminando y matando seres vivos

Tribunal prohíbe a Monsanto construir planta en Córdoba

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rdenó a la empresa estadounidense paralizar la construcción de la planta en Malvinas Argentinas, hasta que aporte un estudio de impacto ambiental, de acuerdo a las fuentes judiciales. Un tribunal de Córdoba ordenó a la transnacional estadounidense Monsanto paralizar la construcción de una planta en la municipalidad de Malvinas Argentinas, al aceptar un recurso interpuesto por ambientalistas y vecinos de esa localidad cordobesa. El dictamen ordena al gobierno de esa municipalidad, a unos 14 kilómetros de la capital

provincial, a abstenerse de emitir algún tipo de autorización a la empresa hasta tanto se concluya un estudio sobre los efectos de esa planta sobre el ambiente en la zona. El recurso fue interpuesto por los vecinos y grupos ambientalistas ante la Sala Segunda de la Cámara del Trabajo de Córdoba contra una sentencia anterior que permitía a la empresa estadounidense iniciar las obras de su nueva planta de maíz en el municipio cordobés. La sentencia también prohíbe al ayuntamiento dar autorización de obra hasta que Monsanto presente el estudio requerido. La instalación que estaba en construcción es como la de Rojas ubicada en provincia de Buenos Aires (capital), y se edifica en una zona de 27 hectáreas ubicado sobre la ruta provincial A-188, a unos 14 kilómetros de la capital cordobesa. Los grupos defensores comenzaron en septiembre el proceso legal contra la autorización otorgada por la municipalidad a la empresa, proveedora de productos químicos para la agricultura, en su mayoría herbicidas y transgénicos. Los productos más conocidos de esta transnacional son el glifosato bajo la marca "Roundup" y el maíz modificado genéticamente, conocido por el código Mon810.

Monsanto ha sido denunciada en muchos países del mundo debido los perjuicios que genera en la salud y los impactos ambientales negativos al alterar la genética de los alimentos. Un estudio realizado por el Gobierno de Argentina encontró niveles alarmantes de contaminación agroquímica en la tierra y en las fuentes de agua potable. Un 80 por ciento de los niños examinados tenían rastros de pesticidas en la sangre. Monsanto, una de las corporaciones más detestadas por la comunidad de agricultores del mundo, se ha convertido a los ojos de muchos en el más fácilmente reconocible símbolo del control corporativo sobre los alimentos y la agricultura. Esta compañía estadounidense estuvo involucrada en la creación de la primera bomba nuclear en la Segunda Guerra Mundial y operó una planta nuclear en la década de los ochenta para el Gobierno de Estados Unidos. En 1944, la polémica transnacional inició con la creación de DDT, un pesticida que después se prohibió en Hungría en 1968, Noruega y Suecia en 1970, Estados Unidos en 1972. Durante la Convención de Estocolmo en el 2004 se prohibió su uso general, ya que se acumula en tejidos grasos y en la leche y causa daños irreparables en los riñones e hígado

Agroecología en Rosario: el desafío de producir lo que comemos

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ntonio Lattuca, coordinador del programa de Agricultura Urbana de la Municipalidad de Rosario, explica cómo se abren paso en la ciudad formas ecológicas de cultivar la tierra. “La agroecología puede alimentarnos”, dice. Y asegura que con un poco de maña se puede montar una huerta en un balcón. Volver a poner en valor el trabajo sobre la tierra o interrogarnos sobre el modo en que fue producido el alimento que nos llevamos a la boca son algunas de las banderas que agitan los defensores de la agroecología. Aquellas personas que décadas atrás se veían a sí mismos predicando en el desierto cuando intentaban promover una alternativa al modelo agroindustrial que trajo consigo la llamada revolución verde, hoy celebran que de a poco vaya creciendo en el mundo el interés por formas más saludables de producir y de alimentarse. “La agricultura industrial es un modelo caduco, que no sirve. No produce alimentos de calidad sino de buena presencia. No tienen valor alimentario, ni aroma, ni sabor. Desde la agroecología proponemos no sólo la producción ecológica sino un cambio en las formas de consumir. Y esto es algo que podemos hacer desde nuestras casas”. El que lo afirma es Antonio Lattuca, coordinador de Agricultura Urbana de la Municipalidad de Rosario, un espacio que depende de la secretaría de Economía Solidaria y que tiene como objetivo el desarrollo agroecológico y el apoyo a emprendimientos sociales que producen y venden alimentos que son fruto de esa práctica. Este hombre que lleva más de 25 años alentando estos métodos de producción, explicó a Cruz del Sur cómo se llevan cabo en Rosario las políticas públicas que promueven la agricultura urbana y enumeró las ventajas de avanzar hacia un nuevo paradigma de producción que no quede preso de los agroquímicos y las semillas transgénicas. ¿Qué es lo que promueve la agroecología? Desde la visión de la agroecología proponemos no sólo la producción ecológica sino un cambio en las formas de consumir: un consumo responsable y consciente de los alimentos que da la tierra. Y ver de qué manera generamos mejores relaciones para que ese proceso sea algo rentable para el productor, porque en la cadena de la agricultura industrial la mayor parte se la lleva el que vende insumos o el que comercializa. 0Para eso impulsamos una tecnología de insumos: que los propios agricultores (o grupos de ellos) puedan producir tanto las semillas (que hoy están en manos de un grupo minoritario) como los insumos, ya sean los abonos o los preparados para controlar las plagas. Ese proceso requiere una reconversión, un mejoramiento del suelo. Tiene que haber un fuerte apoyo del Estado en provisión de insumos y tecnología, tanto del abono como de los defensivos. Y también de los plantines o semillas de alta calidad. Nosotros trabajamos sin semillas híbridas o

transformadas genéticamente (transgénicas). Con la semilla hay una trampa porque hace que te vuelvas dependiente. La agricultura ecológica promueve variedades locales de alto rendimiento y buena calidad adaptadas al lugar. Tenemos un banco de semillas acá en Rosario y trabajamos en red con varias ciudades de acá y del exterior. Rosario es pionera en todo esto: no hay en Argentina otra ciudad que tenga una política pública de agricultura urbana. Trabajamos junto con Nación con el programa Pro Huerta del INTA. En contraposición al modelo de producción como el de la soja, la nuestra es una visión a largo plazo porque apunta a valorizar la tierra, incluso integrando al árbol y al arbusto. La tierra se hace más productiva. ¿Y de qué modo se impulsa eso desde el municipio? Nosotros tenemos personas organizadas en la Red de Huerteras y huerteros, que ofrecen servicios de huerta a domicilio: la instalan y enseñan cómo mantenerla. Nosotros usamos un sistema que crearon los cubanos, que es el organopónico. Consta en usar mucho abono, sustrato y tierra en un cantero. Con eso se produce entre cuatro o cinco veces más que en la tierra. Eso lo estamos implementando con los huerteros y es algo que cualquiera puede tener en una terraza o en un balcón. También ayuda a lo paisajístico, se aprovecha mejor el espacio y da una estética distinta. Esto también revierte esa idea de que la huerta era para el fondo de la casa, la pone más en escena, la muestra. Tenemos una ecohuerta en plaza Suecia, de Oroño y Rivadavia que fue la primera que montamos en un espacio así y también lo estamos extendiendo, junto a la secretaría de Salud, a los hospitales. Empezamos en el Roque Sáenz Peña y ahora lo estamos haciendo en el Cemar y en el Carrasco. Queremos hacerlo en las plazas también. El concepto es que los espacios públicos, además de servir para pasear sirvan para generar una relación más activa con el entorno. Ahí las huertas funcionan como lugares demostrativos y pequeños de lo que se puede hacer. Hay tecnología, hay políticas públicas, pero falta avanzar más desde todos los Estados. Hace dos años hicimos el congreso santafesino de agroecología para impulsar las políticas en esa materia, donde recibimos a expertos de todo el país y de Brasil. Este año vamos a hacer el Mes de la agricultura y un seminario internacional donde el lema sea “la agroecología puede alimentar nuestras ciudades y pueblos”. La idea es demostrar que eso es posible, porque hay una idea de que no se puede. Esa visión está metida por el modelo dominante, y muy fuerte en la academia. Hay que ver cómo lo rompemos desde ahí. Hay que buscar los resquicios para perforar ese pensar. ¿Qué tan fuerte es ese revés que encuentra la agroecología en la universidad? Es demasiado. No sólo hace falta crear mayor conciencia y

exigir medidas a la clase política; la que está muy atrasada con esto es la academia. Está como desvirtuada. Con algunas excepciones, hoy las universidades no son un lugar de debate sino que son lobbies. Funcionan como islas que se validan en función de los pappers que presentan en congresos internacionales, pero les importa un carajo lo que la sociedad y el medioambiente necesitan. Es una vergüenza que en la universidad los cursos de agricultura ecológica como la que damos sean voluntarios y no cuenten con una cátedra. Para la necesidad del momento, tendría que ser directamente una carrera de grado: así como hay ingenieros agrónomos para agricultura industrial tendría que haberlos para la agroecología. Los productores no son los culpables; ellos están penetrados por toda una cultura dominante. ¿Y a nivel nutritivo, qué ventajas tiene la agricultura orgánica? Los productos ecológicos, además de no tener agroquímicos, son verduras o productos complejos. Con la agricultura industrial la planta no puede elegir y toma los macronutrientes. Por eso ahora venden los suplementos dietéticos, adicionales. En cambio el producto de la agricultura ecológica, al tener mejorado el suelo esa verdura es completa porque contiene todos los microelementos esenciales que necesitamos para tener salud. Además duran más tiempo porque tienen menor cantidad de agua, tienen mejor aroma y mejor sabor. El interés por la ecología en general, y el auge de los productos orgánicos en particular, suele aparecer como algo reservado a ciertos sectores sociales más o menos acomodados ¿Es así esto? Eso es parte de un mito. El lema que dice que la agroecología puede alimentar al mundo alude a que esto no está destinado a una elite sino a toda la ciudadanía. Es un derecho universal acceder a alimentos sanos. Si en algún momento los productos orgánicos fueron para gente de dinero, o para ciertos sectores, también es cierto que lo hacían los más pobres porque no tenían otra opción. Hoy tiene que ser tomado por toda la sociedad. En los cursos de huerta que damos vemos que hay un sector medio, de trabajadores, que está interesado en hacer su propia huerta. Lo que sucede es que el trabajo del agricultor no está valorizado. El trabajo de la tierra siempre fue visto como el peor, donde se explota al que la trabaja. Nosotros no planteamos volver al pasado sino una superación: retomar las tradiciones anteriores pero utilizando las nuevas tecnologías, con herramientas limpias. Apostamos a tecnologías de proceso y no dependientes de insumos. Al trabajador de la tierra hay que valorizarlo: la agroecología es un oficio para el futuro. Fuente: Sebastián Stampella | Cruz del Sur


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