Buriñón | Número 2

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II Digamos que éste es el mar y nadie lo ve. Esta silla sacude su aleta dorsal y se extingue. No hay mar. Qué puerto triste sin tu mar sin tus olas que golpeen fuerte y duelan. Ya no quedan banderitas de humo. Toda la noche en la noche sola. He llorado toda la noche en otro sexo. Brújula sin hechizo. El conejo blanco murió asfixiado en el sombrero de la maga. No sé hacia dónde partieron los barcos con toda mi sangre. Pero por piedad, quédate irreal en el puerto. Golpéame el pecho con tu mar invisible. Devuélveme el delirio de las caracolas.

III No entiendo cómo podrías morir, un pájaro como tú que no tiene alas, tú con tus manos que son un estanque de agua bendita para criaturas impuras, con tus lunares que se esconden y reaparecen ante cualquier movimiento a manera de defensa. No sé cómo morirías sin antes humedecer el pan en el café. No sé cómo morirías sin derramar el café sobre la mesa y encender una estrella.

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