119
118
Semillas deLuz
LAS DALIAS ES UNA EXPLOSIÓN DE CREATIVIDAD LAS DALIAS IS AN EXPLOSION OF CREATIVITY
“Desde pequeñita iba al mercadillo con mi madre. Tengo muchos recuerdos de niña”
Dos mujeres caminan por el bosque, armadas con una guitarra, bastón y capazo de esparto. La madre peina canas, lleva plumas en el pelo, una cinta en la frente, trenza y un sombrero. La hija pasea su larga melena al viento y se adorna con un gran colgante en forma de corazón. Una viste chaleco y pantalón blanco, mientras la más joven se camufla con el color verde de los árboles. Dos generaciones que comparten adoración mutua, grandes ideales, respeto a la naturaleza y experiencia en el arte de hacer felices a los niños. Ana Orellana, de 58 años, llegó a Ibiza en el año 1983 buscando lo que ella describe como “una oportunidad para vivir nuestro sueños”. Tuvo siete hijos y encontró una forma de vida en Las Dalias, ofreciendo actuaciones musicales y actividades para niños en el mercadillo. Fue posible, según Ana, por que “Juanito siempre ha sido una persona solidaria con la gente alternativa”. Más de tres décadas después, un día de agosto de 2007, Ana circulaba en bicicleta por la avenida de España cuando un autobús la arrolló. Cuenta que sobrevivió de milagro al accidente y, tras la recuperación, ahora vive en Cádiz. A finales de septiembre de 2014, Ana vuelve a Ibiza y se reúne con su hija Paloma Eguren, de 26 años. Además del lazo maternal, comparten la vocación por Las Dalias y por todos los proyectos relacionados con el mundo de la infancia. Paloma, que estudió Bellas Artes en Barcelona, se encarga ahora de la zona kids del mercadillo, con propuestas y actividades para que los más pequeños se diviertan, mientras los adultos compran. Además, ha impulsado un proyecto denominado “Semillas de luz” que simboliza la tribu moderna del siglo XXI y reúne a las familias en el campo para compartir experiencias, poner en marcha talleres o excursiones y promover un tipo de educación y convivencia que se basa en el respeto a la naturaleza y al resto de los seres humanos. Las Dalias
Two women walk through the woods, armed with a guitar, a cane and an esparto carrycot. The mother wears feathers in her greying, braided hair, a ribbon on her forehead and a hat. The daughter’s long hair blows in the wind and she’s adorned with a heart-shaped pendant. The older woman wears a vest and white trousers while the younger is camouflaged in the green of the adjacent trees. Two generations who share mutual love, great ideals, respect for nature and experience in the art of making children happy. Ana Orellana, 58, arrived in Ibiza in 1983 looking for what she describes as ‘an opportunity to live our dreams’. She had seven children and found a way of living in Las Dalias, offering musical activities and performances in the marketplace. It was possible, says Ana, because ‘Juanito has always been caring towards people of an alternative lifestyle’. More than three decades later, one day in August 2007, Ana was cycling along Avenida de España when a bus ran her over. She says it was a miracle she survived the accident and, now she has recovered, she lives in Cadiz. At the end of September 2014, Ana returned to Ibiza to be reunited with her daughter Paloma Eguren, aged 26. As well as their mother-daughter bond they both share a love for Las Dalias and for all child-related projects. Paloma, who studied Fine Arts in Barcelona, is now in charge of the market’s kids’ area, offering activities for the youngest to enjoy while the adults shop. She has also started a project called “Semillas de Luz” (Seeds of Light) which symbolises the modern, 21st-century tribe and reunites families in the countryside to share experiences, hold workshops or go on excursions and promote a type of upbringing and community life based on respect for nature and humankind. Paloma leads us through this magical valley for families, situated in the municipality of Sant Josep where a school and an ecological and cultural centre have been created for children and the elderly. Her mother finds it difficult to walk on the terrain: ‘I have a love/ hate relationship with my daughter’s project. I love it but it’s very difficult for me to get there because I’m disabled.’ A short walk later, we arrive at the little wooden house and, in the middle of the countryside, accompanied by the music of the crickets, the interview begins. Mother and daughter hug each other constantly or hold hands and exchange glances, smiles and caresses. They tell us their relationship during Paloma’s adolescence was tempestuous and explosive. Today all we can see is pure adoration and mutual understanding. ‘Ibiza hurts’ says Ana. ‘As hippies we wanted to live a quiet, unhurried life in nature. Nowadays Ibiza’s for the crazy. I love this island but it horrifies me the way it is now.’ All the hurt in Ana’s life is evident in her large green eyes and in her expression, which is sometimes sweet and sometimes pained. The mother takes up her guitar and starts to sing, ‘Mother Nature loves colours... with a large rainbow, the sky replies’... Paloma sings along with her, playing the maracas. The two seem happy although Ana’s imminent departure for Cadiz hangs in the air. ‘My daughter is very beautiful’ Ana whispers sadly when Paloma moves away.
Paloma nos conduce a través del campo a ese valle mágico para las familias, situado en el término municipal de Sant Josep, donde han creado una escuela y un centro ecológico y cultural para niños y mayores. A su madre le cuesta caminar por el terreno: “Mi relación es de amor y dolor con este proyecto de mi hija. Me encanta, pero me cuesta mucho llegar hasta aquí porque estoy discapacitada”. Tras una caminata, llegamos a la casita de madera y, en medio del campo y acompañadas por el canto de las cigarras, se desarrolla la entrevista. Madre e hija están todo el tiempo abrazadas o cogidas de la mano e intercambian sin cesar miradas, sonrisas y caricias. Nos revelan que en la adolescencia de Paloma, la relación entre ellas llegó a ser volcánica y tormentosa. Hoy solo percibimos adoración pura y complicidad. “Ibiza me duele. Los hippies queríamos vivir tranquilos, sin prisa y en la naturaleza. Ibiza ahora mismo es de locos. Amo a esta isla, pero tal y como está ahora mismo me horroriza”, opina Ana, con grandes ojos verdes y todas las heridas de la vida en la mirada, a veces dulce, a veces dolorida. La madre desenfunda su guitarra y empieza a cantar: “A mamá, Naturaleza, le gustan los colores…con un gran arco iris, el cielo le responde”…Paloma la acompaña con su voz y las maracas. Las dos parecen felices, aunque en el ambiente está la inminente despedida, por el regreso de la madre a Cádiz. “Mi hija es muy hermosa”, susurra con melancolía Ana, cuando ve a Paloma alejarse.
2015 - 2016