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“2084”: una advertencia ante la peor distopía
from 09-03-2023
Catalina Elena Dobre Doctora en Filosofía
En las últimas décadas, cada vez más personas están maravilladas con el tema de la IA (Inteligencia artificial o AI - Artificial Intelligence) que ofrece el panorama de un mundo en el cual las máquinas y los robots hacen cosas para nosotros asegurando nuestro “bienestar”.
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Sobre la “maravilla” de la inteligencia artificial ha corrido mucha tinta últimamente, desembocando en la fascinación por la reciente “realización” de que la IA o el famoso ChatGPT “escribe y piensa por ti”. Y, sin embargo, pocos saben que el término de IA no es un descubrimiento reciente, sino que se implementó desde 1956, cuando efectivamente un grupo de científicos pensaban que la máquina va a realizar procesos que la inteligencia humana hace y después vino Alan Turing y a partir de allí todo es historia.
La IA, aunque seduce a un número impresionante de personas que creen que la tecnología salvara al mundo, carece de una problemática ética de fondo. Advertencia levantada también por John Lennox destacado profesor en la Universidad de Oxford, matemático, científico y filósofo, reconocido a nivel mundial y autor de varios libros, entre los cuales el más reciente llamado “2084. Inteligencia artificial y el futuro de la humanidad” (publicado en 2020). Un título sugestivo que recuerda “1984”, de George Orwell, pero también inspirado en “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley (1931), ambas novelas, como dice Lennox, “son distópicas, es decir, describen un lugar imaginario que es de los peores posibles”. Para mí es uno de los mejores escritos en torno a la IA, porque el científico se plantea una serie de preguntas filosóficas e implícito, éticas, que en general los teóricos la de IA, esquivan.
“2084” refiere, por lo tanto, a un año, en el futuro, en el cual, algunos creen, que la GAI (General Artificial Intelligence) va a superar la inteligencia humana. El libro en sí puede ser entendido como una advertencia ante una peor distopía.
Lennox no se imagina una sociedad futura, más bien piensa en el presente y levanta cuestionamientos sobre el futuro, sobre una sociedad tiranizada por la IA a través del control (económi- co que, en muy poco tiempo, seleccionará quién puede y quién no comer en un restaurante), o a través del reconocimiento facial; pero también hace reflexiones en torno a la biotecnología y la bioingeniería. Es consciente de que toda esta mutación tecnológica aspira a dos cosas: alcanzar la inmortalidad y lograr la felicidad perpetua, que es “la misión” del transhumanismo. Esta corriente, al tomar el cogito sin cuerpo, sin sentimientos y sin relaciones, busca la superioridad del hombre, difundiendo la idea de que la tecnología ofrecerá un mejoramiento de la naturaleza humana. Para esto, apelar a la eugenesia —la eliminación de las malformaciones genéticas—, a la criogenización y a las máquinas inteligentes, para el transhumanismo es el camino hacia un mundo mejor, una buena sociedad en la cual no habrá sufrimiento alguno. ¿Qué tipo de felicidad tendremos en el momento en el cual la vida carezca de sentido? Para los transhumanistas, la felicidad se reduce al perfeccionamiento físico y a máquinas que “resuelven” los problemas.
Ante esta perspectiva que unos abrazan como “la salvación”, John Lennox responde con ironía y con mucha sensatez: “la mala noticia, es que precisamente este gran logro de rebasar la barrera física (la muerte) ya se cumplió 2000 años atrás, cuando una persona llamada Cristo resucitó”.
En una reciente entrevista, sobre la inteligencia artificial, responde que la IA es exactamente lo que dice: una in- teligencia y subraya: artificial. Es decir, la IA es un robot. En su libro, explica claramente: “un robot (que viene de la palabra rusa: robota y que significa trabajo) es una máquina programada, por la inteligencia humana, hacer un solo trabajo. Su hacer simula la inteligencia humana (…) pero esta inteligencia no es lo que nosotros entendemos por inteligencia humana”. Explica que, igual en el caso de la IA, se trata de un sistema programado, a través de varios algoritmos, para realizar una cierta tarea, pero que no puede realizar otras actividades al mismo tiempo, como los humanos lo hacemos y no piensa. Pone ejemplos del ámbito de la medicina: hay máqui- nas para ver el cuerpo humano en detalle, pero se necesita la interpretación de un especialista médico para leer e interpretar lo que la máquina puede ver con relación a un cuerpo singular; o la creación de sofisticadas prótesis que ayudar reemplazar partes del cuerpo humano, también necesitan de la presencia humana (los médicos especializados). Y los ejemplos pueden ser múltiples.
La IA tiene este afán “de construir máquinas que simulan algunas operaciones/actividades humanas”. Esta eterna aspiración del ser humano de transformarse en homo deus, ha sido ya una problemática en el ámbito de la filosofía, y ha inspirado la literatura. ¿Quién no recuerda Frankenstein, inspirado en la idea del autómata? También esta idea de homo deus ha tenido consecuencias en la historia (los nazis, los soviets, apostaron por esta idea del homo deus), solo que ahora regresa con una nueva faceta que, para John Lennox, que insisto es principalmente un científico, necesita una reflexión ética urgente porque, por un lado, afecta nuestra forma de ver el mundo, de entendernos a nosotros y, por otro, levanta preguntas sobre nuestra dignidad, libertad y responsabilidad.
Lennox no habla sobre ChatGPT, pero tomamos como ejemplo de reflexión esta “última gran novedad” vendida en el mercado como “el Chat que piensa por ti, el Chat que escribe por ti, el Chat que ahorra tu tiempo” y como “una herramienta que crea textos de calidad, rápidos y efectivos para tus negocios”