Pinocho

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-¡Espera un poco! - exclamó entonces Juanón -. Creo que aún podremos arreglarnos. ¿Quieres dar vueltas a la noria? -¿Y qué es la noria? - Pues mira: no es más que ir tirando de ese palo largo que ves ahí, y que sirve para sacar del pozo agua con que regar las hortalizas. - Probaré. - Si me sacas cien cubos de agua, te daré en cambio un vaso de leche. -¡Está bien! Juanón condujo a Pinocho a la huerta, y le enseñó la manera de sacar agua de la noria. Pinocho se puso en el acto al trabajo; pero antes de haber sacado los cien cubos de agua estaba ya bañado en sudor de la cabeza a los pies. Nunca había sentido tanta fatiga. - Hasta ahora venía haciendo este trabajo mi borriquillo - dijo el hortelano -, pero el pobre animal se está muriendo. -¿Podría verle? - dijo Pinocho. - Sin inconveniente. Ven conmigo. Apenas hubo entrado Pinocho en la cuadra, vio un lindo borriquillo extendido sobre la paja; conocíase a primera vista que el hambre y el exceso de trabajo habían llevado a aquel pobre animal a tan desesperada situación. Después de mirar fijamente al burro, se dijo Pinocho: -¡Yo conozco a este borrico! ¡Su cara no es nueva para mí! Y arrodillándose al lado del animal, le preguntó en lenguaje asnal. -¿Quién eres? Al oír esta pregunta, abrió el borriquillo los moribundos ojos, y balbuceó en el mismo lenguaje: -¡Soy Es... pá... rra... go! Y, cerrando los ojos, expiró. -¡Pobre Espárrago! - dijo Pinocho a media voz, y tomando un puñado de paja, se enjugo una lágrima que corría por sus mejillas. - Mucho te conmueve la muerte de un burro que no te ha costado nada dijo el hortelano -. Pues, ¿qué debía hacer entonces yo que le he comprado con mi dinero contante y sonante? - Le diré a usted. Era amigo mío... -¿Amigo tuyo? Página 110.


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