Los bienes terrenales del hombre leo huberman

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CAPITULO II APARECE EL COMERCIANTE En nuestros tiempos muy pocos ricos guardan cofres llenos de oro o plata. Las gentes con dinero no necesitan retenerlo. Lo que necesitan es que ese dinero trabaje para ellas y por eso buscan maneras reproductivas de invertirlo, es decir, lugares en que rinda más y tenga el más alto interés. Ese dinero puede participar en negocios, o comprar acciones en una compañía de acero, o adquirir Bonos del Gobierno, o hacer otras muchas cosas. Actualmente hay mil y un medios de usar la riqueza para obtener más riqueza. Pero en el primer período de la Edad Media no existían esas posibilidades para las gentes con dinero. Eran muy pocos los que lo tenían, pero los pocos que lo tenían, también tenían muy poco en qué usarlo. La Iglesia poseía cofres repletos de oro y plata, que conservaba en cajas fuertes o dedicaba a comprar ornamentos para los altares. Era la suya una gran fortuna, pero un capital ocioso, que no trabajaba continuamente, como las fortunas de hoy. No se podía utilizar el dinero de la Iglesia para crear más riqueza, porque no había salida para éste. Algo semejante ocurría con el dinero de los nobles. Todo lo que llegaba a sus manos, producto de impuestos o multas, no podía ser invertido en empresas de negocio, porque había muy poco negocio. Todo el capital de los clérigos y los guerreros era inactivo, fijo, inmóvil, improductivo. Pero, ¿no se necesitaba dinero cada día para comprar? No, porque no se compraba casi nada. Quizá un poco de sal o algún hierro. Lo restante, prácticamente todo el alimento y las ropas que el pueblo necesitaba, era obtenido en el feudo. En la primitiva sociedad feudal, la vida económica se desarrollaba con muy poco uso del dinero. Era una economía de consumo en la que cada aldea feudal prácticamente se bastaba a sí misma. Si alguien le pregunta cuánto ha

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