Salsa y control

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José Roberto Duque

Control para Manuel García y Ramón Estrada, mucha salsa y ningún control a la hora del aguardiente, al menos en aquellos años

Por la puerta que se abre la calle escupe adentro a Manoco, envuelto en una gélida humarazón nocturna. Tostado, el tipo. Vestimenta blanca hasta el cuello “quién sabe a qué santo le paga protección” y una pirotecnia de saludos a full garganta como si conociera el lugar, “Comostalavaina”. El apelotonamiento de gentes sin rostro y un jibareo fuerte; es verdad lo que le han dicho: ese sitio, La Cobra, hasta malo es. No ponen salsa porque eso raya a cualquier discoteca pero por lo menos se actúa de una buena vez, de mano a mano, Toma y dame y te vas, si acaso una conversa más o menos casual porque no tardan en caer las sirenas del gobierno. Pero Manoco obvia toda fórmula maricaburguesa y rompe en estridencias y se lanza por el centro de la pista “rojiza oscuridad” y ante el primer asedio femenino difunde el objeto de su visita “Yo no vine a bailar, yo vine a comprar unos gramos de lo que sea y me voy”. La discoteca respira igual; de momento, no ha pasado nada, “Uno más que viene a hablar estupideces y luego amanece destripao en la calle”. Alguien decide orientarlo: “Vete hasta el fondo y pregunta por Foncio”.

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