Revista La Alcazaba
desnutridas ramas al sol, pagando con su soledad el precio de ser libre y Ăşnico, hasta la desmesura del colosal pino de Sora que puede proteger con su sombra a un centenar de personas; desde las resecas venas minerales que recorren la agrietada piel de las sierras apenas protegidas por manchas de pinos, hasta el sobresalto de paz plateada que nos deja en el alma el pozo Pigalo en Luesia; desde los campos del Saso de Ejea, ordenados como en un tablero de ajedrez cuyos escaques aparecen rojos de tomates o verdes de pimientos, hasta la anĂĄrquica coral verde de pinos que parecen querer arrojarse al pantano de Yesa para calmar su sed de siglos.
Bardenas Negras
Esta comarca, castigada sin piedad tanto por los asfixiantes calores veraniegos como por las heladas inclementes, siente pasar sobre su reseca corteza el filo hiriente del cierzo y su piel se estremece mientras espera la llegada de la tenaza ardiente del bochorno y, al igual que esta tierra acostumbrada a los extremos, sus gentes, ni saben amar con mesura, ni han aprendido a callar lo que sienten.
Macizo de La Raya en las Bardenas Negras
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