La alcazaba 79

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Revista La Alcazaba

XIV de la obra- el autor de Monóvar se acoge de nuevo a la esencia literaria que le originan los Miguelistas del pueblo: “Yo llego a creer, señor Azorín, -le dice don Silverio- que he conocido al padre de Miguel, al abuelo, a los hermanos, a los tíos”. Y es que para los Miguelistas del Toboso, Cervantes es sólo Miguel. “Miguel no era de aquí; pero ¿cómo dudar de que el abuelo lo era?”, reafirmaría el Académico rural.

Pío Baroja

No es esta una loca fantasía irrazonada e impetuosa que rompa de pronto la reacción para caer de nuevo en el marasmo, pues, sin duda, este marasmo, esta paralización o inmovilidad a que hace referencia el autor cuando está finalizando su obra, es a lo que Azorín se acoge para conducirnos al último de los capítulos, en algo que ya no es, o me parece que ya no es propiamente La Ruta de Don Quijote, pero que como epílogo resulta acertadísimo al mostrarnos el verdadero espíritu del 98 y que tiene como protagonista al doctor Dekker, miembro del Real Colegio de Cirujanos de Londres, a la sazón en Madrid, habitando “una modestísima casa particular de nuestra clase media”, pero que, estudioso y bien merecido titulado el doctor, llevaba siempre un pequeño cuaderno donde anotaba el tiempo que perdemos los españoles. Ironía, sin duda en la que Azorín se basa para señalar el descalabro de una España que no sólo perdía ese tiempo, sino que, además perdió su fuerza y poder en el último tercio del siglo XIX, aun cuando ello sirviera como acicate para el prestigio de una generación que se llamó del 98 y que, tras el Siglo de Oro, es lo mejor que ha tenido nuestra España literaria y de pensamiento.

Ramón Valle Inclán

Vicente Blasco Ibañez Manuel Gómez Moreno

Francisco Villaespesa

Ramiro de Maeztu

Miguel de Unamuno Jacinto Benavente 17


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