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Si se apela al ‘terrorismo’
En contra de lo que rezan las críticas, el Estado ecuatoriano sí cuenta con herramientas legales de inusual severidad contra el crimen. Una de ellas es la de reservar la categoría de ‘terrorismo’ para aquellos actos ilegales que las autoridades juzguen que “provocan o mantienen en estado de terror a la población” —una definición convenientemente subjetiva para aquellos funcionarios que deben decidir al respecto—.
La inclusión de la figura de ‘terrorismo’ obedece a contextos históricos específicos. Los códigos y reformas de la década de los setenta lo contemplaban obedeciendo a la lógica de la Guerra Fría y los de inicios de este siglo a la paranoia antiterrorista posterior al 11 de septiembre de 2001. Sin embargo, la rigurosidad de dicha herramienta —que ahora puede conllevar de 5 a 7 años de prisión por mera participación en una organización que se juzgue de ese tipo, y hasta 26 años, tras las últimas reformas, por actuar en casos en los que haya fallecidos— ha hecho que el Estado sea muy reservado en su empleo. Ni siquiera los miembros de las guerrillas de los ochenta fueron procesados bajo dicha figura, sino bajo la de delincuencia común, y el único Gobierno que lo usó contra selectos opositores fue, con especial saña, el de Rafael Correa. Si el Estado opta por dicho camino, podrá además apelar a unidades especiales de Fiscalía y a jueces especializados, y gestionar las medidas cautelares de mejor manera.
Ante semejante decisión, será necesario dejar bien sentado el actual estado de zozobra y el clamor ciudadano, para que el dolor que pueda sobrevenir de dicha medida no devenga más adelante en venganzas políticas o búsquedas de chivos expiatorios, como ya se vio en el pasado.
EDUARDO F. NARANJO C. eduardofnaranjoc@gmail.com
Tiempos de odio
Lasideas — y consecuentemente las teorías—, son constructos de pensamientos que genera el cerebro humano en función de las observaciones que hace de su entorno. Esto permite el avance del conocimiento abstracto, que permite generar hipótesis que buscan respuestas y soluciones al entorno físico y social. Así llegamos al concepto de democracia como escala de valores.
Toda teoría se va ajustando a lo que llamamos ‘realidad’; es perfectible en cuanto más información acumula. Si no funciona en la praxis se corrige o descarta; así, el modelo de ‘democracia’ parece fallar. Sus postulados no se cumplen casi en ninguna parte.
Los gobiernos no pueden solucionar problemas sociales en tanto hay polarización entre ‘buenos’ y ‘malos’ y nadie parece ceder. Hay un funcionalismo emocional con el que se maneja a electores y además dudas sobre los resultados, haciendo deleznable la autoridad.
Convertidos en caldera de odios, aversión al opuesto y acciones electrónicas perversas. No somos los únicos, ocurre en todas partes, incluso en el norte, evidenciando involución social. Quizá la explicación está en la incoherencia entre teoría y realidad social: grandes grupos sin trabajo, muchos en la miseria, en tanto una pequeñísima fracción goza todos los privilegios.
La emergencia de una generación joven desconfiada, en la que cala la desinformación y manipulación mediática, creando mitologías que impulsan o paralizan acciones y fomentan odios lapidarios y venganzas, no es camino, sino desacierto. Los resultados lo muestran. Se requiere mucha ciencia social para lograr una ventana de popularidad que compita con la emoción populista. La pasión no permite el olvido y genera actitudes dogmáticas. Las imágenes no se diluyen y, en un escenario donde la justicia camina a su ritmo y la criminalidad toma el país, es mejor resolver los problemas y buscar una fórmula efectiva de democracia.
ROCÍO SILVA estables, como el consumo extendido de la papa, el maíz, el arroz, el uso medicinal atribuido a algunas hierbas aromáticas, especias; o el valor proteico descubierto.
as prácticas alimentarias cambian en cada cultura, por diversas razones, ya sean de carácter histórico, social, político y por, sobre todo, por razones de orden económico. Dentro del carácter histórico está inmerso el conocimiento o fomento de sistemas de producción que son más o menos
El cambio ocurrido en las cocinas ecuatorianas, como resultado del encuentro/desencuentro de las culturas, efectúa procesos de selección, que son activados en el mismo momento, en que los individuos, se enfrentan a elementos ajenos a su cultura propia, según sus propios códigos culturales los resignifican transforman, recrean e incorporan en sus propias prácticas como estrategia de resistencia. Desde esta perspectiva, el contacto no supone por sí mismo, el sometimiento de una cultura por parte de otra. No se trata de fenómenos de pérdida absoluta, ni con vocación fundamentalista de preservación única, por el contrario, cuando dos culturas se encuentran, ocurre una afectación que en mayor o menor medida transforma mutuamente a los dos mundos implicados.
El contacto es un intercambio, que innegablemente está definido por relaciones de poder en el que probablemente, una de las culturas resulta ser la que se impone. Sin embargo, no está dicho que una cultura elimina la otra o que se superpone, sino que es una experiencia de corte lento, que fragua códigos culturales que eventualmente llegan a apropiarse, en todo o en parte, y producen una realidad enriquecida para ambas culturas. Las transformaciones e intercambios son permanentes, y más aún, con factores detonantes como la migración, o la velocidad de las redes sociales.
El patrimonio alimentario ecuatoriano está conformado por enfrentamientos y aceptaciones constantes, unos de manera lenta, relacionados a procesos de adaptación ecológica y cultural; y, otros, son asimilados con mayor facilidad, quizá por ser complementarios o afines a las prácticas locales. De cualquier modo, una vez incorporados, toman el lugar de lo propio, volviéndose familiar; así de a poco vamos aprendiendo a preparar arepas venezolanas, y ellos comen mote con chochos y tostado.