3 minute read

Este silencio extraño

Si las autoridades electorales podrían darnos algún tipo de fármaco para entontecernos, o propinarnos a todos un golpe en la cabeza que nos aturda antes de votar, ¿lo harían? No hay forma de saberlo, pero parecería que el sistema quiere que votemos desganados, resentidos, irritados y desinformados. Se valen los movimientos de alquiler y los partidos huecos. Están prohibidas las campañas sostenidas o el trabajo partidista permanente fuera del calendario electoral. Se limitan las libertades en nombre de la igualdad de oportunidades, pero lo único que se logra es vaciar a la política de la necesaria ideología, banalizarla y poblarla, no de estadistas o constructores de naciones, sino de caricaturas. ¿Quién querría votar así?

Por eso, el voto se torna obligatorio —y, además, facultativo para muchos que en otros lugares se juzgan no aptos para elegir autoridades—. Así, mucha gente termina teniendo que elegir entre acudir a esos comicios que aborrece y darle su dinero, que no le sobra, a ese Estado del que nada quiere saber.

Finalmente, el ‘silencio electoral’ termina de entorpecernos. Mejor debería llamarse ‘demencia electoral’, porque implica una inmersión en 48 horas de rumores, ‘fake news’, bajezas y calumnias sin réplica racional. Es como un régimen alimenticio en el que los últimos días se prescribe comer solo basura, como terminar de ducharse lanzándose al lodo. Ni un Estado todopoderoso es capaz de controlar la información; si prohíbe la buena, solo queda la peor.

Laespecie con más desarrollo de masa gris, en su evolución inventó muchas cosas buenas y malas, entre ellas la máscara. Desde su uso en el teatro griego esta significó la posibilidad de que un actor representara varios papeles. Así en la vida diaria confrontamos con personas que llevan en su bolsa distintas máscaras que les sirven para ocultar oscuras intenciones e inventar rostros para la ocasión.

En la ‘política’ su uso es común, constante y adecuado a cada jugada guiada por las técnicas del márquetin publicitario. Los públicos observan absortos y crédulos los discursos de diferentes tonos que lanzan estos ‘salvadores de la patria’ , buscando convertir sus falsas máscaras en verdades.

La máscara esconde y oculta los verdaderos rostros de la comedia humana, haciendo que las multitudes confíen sus vidas a quien, o quienes, poco importa la gente pero sí el propio beneficio.

El famoso ‘virus’ invisible que asoló el planeta generalizó el uso de máscaras que hoy siguen siendo aprovechadas por todo nivel de delincuentes, desde los que asaltan al conductor ensimismado y desamparado para despojarlo de sus bienes, hasta los que buscan arrancarle la vida, como también lo hacen los oscuros conspiradores para culpar a otros.

Este instrumento de bloqueo del rostro se refleja tanto en el nivel más bajo de la sociedad como en sus élites. Se usa convirtiendo el propio rostro en máscara e inventando un discurso en busca del paraíso, pero en todo caso con máscara física o ‘idealizada’ buscan convencer que por nuestro bien debemos entregar el voto a un benefactor imaginario.

Es necesario usar el fuego cristalino de la lógica para no caer en sorpresas y luego lamentarse. El humano racional debe ser el dueño de su propio destino y no esclavo de su insensatez e ingenuidad, que pueden conducirlo por el rumbo de las falsas creencias y mascaradas sin nombre ni destino . Al final vivimos una tenebrosa danza de máscaras.

Hemos de asimilar la comprensión, si en verdad queremos salvar y proteger subsistencias. No podemos continuar anclados en las guerras de otros tiempos, somos seres de pasión, en permanente evolución. Por eso, a mi juicio, es necesario urgentemente activar otros lenguajes más del corazón que del cuerpo, consensuar posturas para sostener el estado de derecho y sustentar la autocrítica.

Hay que hacer familia, sentirse rama de concordia y concebirse como arboleda conjunta. Tenemos que ejercitar el querer y el servir; así como el conjugar el amor de verdad, que es pura donación y entrega. Hoy más que nunca se requiere injertar un nuevo aire, verse lozano en lugar de hundido en el enfado.

El contexto actual, altamente interdependiente, nos demanda otro brío más fraternal, para conseguir un mundo sin miserias y habitable, o sea hermanado, en el que sea posible derrotar los venenos del odio y la venganza.

Por consiguiente, es un deber moral salvaguardar existencias y regenerar savias, favorecer todas aquellas iniciativas orientadas a promover la asistencia humanitaria a quienes sufren todo tipo de abandono.

En cualquier caso, tenemos que aprender a reprendernos, a reconciliarnos entre sí y con los demás, a trabajar con la ilusión de crecer en la verdad, lo que significa promover la lucidez en lo auténtico para que florezca la justicia social en todos los pueblos. Cultivemos mucho más el esfuerzo de cada día, sobre todo en recibir, asistir y salvaguardar.

Tampoco podemos continuar bañados por la injusticia. Sabemos que la entereza es crucial para la paz, a pesar de que mostremos indiferencia hacia esas personas que viven en una sinrazón extrema. Pongámonos en acción. Reaccionemos. Activemos la palabra, seamos coherentes con los abrazos, impulsemos el diálogo y no el sonido de los tambores de las absurdas batallas, para que la protección de vidas humanas sea una prioridad en todos los gobiernos. Con adhesión de pulsos, siempre hay expectativa de brotes, incluso en los terrenos más áridos. corcoba@telefonica.net

+Escritor español

This article is from: