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¿Quién se opone a la extradición?
La hora de la reflexión
Resulta
lamentable que, en nombre de la contienda política, la mayoría de ecuatorianos haya preferido —aunque por un margen muy estrecho— mantener la prohibición de extraditar a compatriotas involucrados en casos de crimen organizado transnacional. Cuesta entender que las animosidades partidistas hayan sido capaces de nublar así el criterio de tantos.
¿Qué argumento válido puede haber para oponerse a ello, más allá de una emocional oposición a cualquier idea que surja del Gobierno?
¿Cuál es la justificación legal y moralmente válida para socapar a compatriotas involucrados en actividades macabras? Se partía de que serían enviados a países donde enfrentarían un juicio justo, acusados de haber tomado parte en actividades nocivas que también son penadas aquí, pero que, por la dinámica de un crimen transnacional, se consumaron en ese otro destino.
En las principales ciudades del país —Quito, Guayaquil, Cuenca y Santo Domingo—, venció el ‘Sí’ a la extradición. En varios de los cantones más atormentados por el crimen —Durán, Esmeraldas, Quevedo— también venció. En cambio, curiosamente, en zonas de frontera como San Lorenzo, o las provincias de Sucumbíos y Orellana venció abrumadoramente el ‘No’. También arrasó el ‘No’ en zonas altamente politizadas, como en las que prima el movimiento indígena —Cotopaxi, Bolívar y Chimborazo—, o en las que el correísmo y el narcotráfico predominan —la ruralidad de Los Ríos, Manabí, Santa Elena—. El margen de diferencia entre quienes votaron ‘Sí’ o aquellos que se opusieron a la primera pregunta de la consulta popular es estrecho. Vale recordar lo importante que es mantener en la agenda política, para la realidad de virtualmente medio Ecuador, herramientas radicales y efectivas en esta lucha sin cuartel.
Lasjornadas electorales dejan en las personas una mezcla de cansancio y de euforia —lo sé por experiencia propia—. Pero por otro lado, debe venir la reflexión profunda sobre la enorme responsabilidad adquirida para con los electores, para perfeccionar el cómo se va a cumplir con las ofertas que se hacen en el fragor de las campañas, con la convicción cívica de que no se pueden defraudar los intereses colectivos.
El ser una autoridad local reviste una enorme importancia, provista por la cercanía que los ciudadanos tienen para con su autoridad y por la expectativa que se genera de que se satisfagan las necesidades cotidianas como un eficiente servicio de recolección de basura, provisión de agua potable, de energía, facilidad para moverse, seguridad, preocupación por la buena calidad del aire, y un largo etcétera.
Vale la pena entonces que quienes han sido favorecidos con el voto popular hagan un alto a la algarabía de la campaña y se pongan a trabajar intensamente, preparando equipos y diseñando o perfeccionando estrategias en este precioso tiempo que media entre la elección y la posesión de las nuevas autoridades.
Los nuevos electos deben evitar el usar los cargos para los que han sido elegidos como una especie de trampolín para futuros cargos. Muchos de los ganadores desde el inicio mismo de su gestión tienen en mente y en la mira la reelección o el acceso a un cargo de mayor jerarquía. ¡Qué grave error! Por ello se desperdician tiempos y se incumple con los deberes que entrañan los cargos por los que lucharon y para los que fueron elegidos.
Hora de reflexión, sí, porque es necesario pensar antes de actuar, dirimir entre lo que es importante y lo que no va al meollo de la solución de problemas. Dejar de pensar solo en la competencia y el fragor de la política y trabajar más en la solución de problemas, en la visión de futuro, en no cometer los errores del pasado.
contrayéndola. Esta creencia puede provenir de la percepción de pequeñas alteraciones o sensaciones que muchas personas sienten cuando adquieren la responsabilidad de dirigir determinados grupos en la sociedad.
La tensión psíquica continua y los trastornos funcionales a que están sometidas muchas personas suman, con el tiempo, alteraciones orgánicas del aparato vascular. El progreso técnico, la responsabilidad y la negativa a participar en la corrupción organizada, tensionan el sistema nervioso central de quienes están sometidos a con diciones de vida estresantes. Dostoievski dice: “El hombre es el ser que se acostumbra a todo”; por tanto, existe la esperanza de adaptación a un sistema de vida adecuado con normas y principios, de forma civilizada.
El progreso científico-técnico de la medicina ha determinado que la esperanza de vida de las personas sea mayor, por tanto, las enfermedades de la vejez son mayores y variadas. Las estadísticas demuestran que la medicina ha logrado éxitos sin precedentes en la lucha contra las enfermedades infecciosas como la tuberculosis o la COVID-19. Sin embargo, las enfermedades y muertes se han incrementado por una mala alimentación, los accidentes de tránsito o la delincuencia.
Es posible evitar emociones desenfrenadas cuando se lleva una vida moderada, con una alimentación adecuada y un esfuerzo físico y psíquico equilibrados, sin preocupaciones de hechos o actividades que van contra las leyes y costumbres del buen vivir. Las formas de vida degeneradas siempre provocarán estrés , quienes escogen vivir con comodidades, dinero mal habido o provocando tensión en sus dirigidos, siempre tendrán la tensión de la sociedad y el medio ambiente. Quienes se ven presionados a desarrollar actividades ilícitas o que no son de su agrado también sufren las consecuencias del estrés emocional. Siempre se tropieza en la vida con una u otra piedra, pero queda la esperanza de no tropezar más.