5 minute read

Pese a todo, el correísmo

Laselecciones, por sí mismas, no tienen importancia autónoma en la vida democrática de un país, ya que lo fundamental es que existan, paralelamente, otras instituciones y prácticas, como la separación de poderes, la libertad y autonomía de prensa, el respeto al estado de derecho, la transparencia en la gestión pública, entre otras, que permitan alcanzar el fin último de la democracia que es prevenir el abuso del poder frente a los gobernados. La teoría es sumamente atractiva frente a la triste realidad criolla de nuestro país.

En efecto, el domingo pasado fuimos convocados a ejercer nuestro derecho a elegir, algunos con conciencia y entusiasmo democrático y otros más bien con único interés de obtener la papeleta de votación. Pero, en ambos casos, con la expectativa o curiosidad de lo que vendrá tanto en lo seccional, en el referéndum y en la función del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social y sus miembros.

La pregunta inmediata es, ¿y ahora qué viene?. Estas elecciones, ¿en qué cambiarán la nefasta crisis en la que está sumida el país en manos de la inseguridad y falta de atención a los derechos sociales?. Después de estas elecciones ¿seremos, por fin, el país del encuentro?, o ¿seguiremos sin encontrar el rumbo?.

Las elecciones, al parecer, solo se han convertido en un ejercicio formal de la democracia, un pretexto para reunirse con la familia, tener un día de descanso obligatorio o una oportunidad para detener a quienes tienen órdenes de privación de libertad. Y no se diga la irrisoria institucionalidad donde no existe la separación de funciones ya que se encuentran en pugna permanente; una prensa que ha sido atacada y deslegitimada por revelar presuntos hechos de corrupción en el gobierno; la poca transparencia en la gestión pública, entre otros.

En definitiva, tenemos un país en caos tanto en lo político, lo institucional y en lo social, cuya reconstrucción, al no estar en capacidad el Gobierno central, debe ser de iniciativa de los gobiernos autónomos descentralizados, en el marco de sus competencias, con la participación de las organizaciones de la sociedad civil. Por lo pronto no hay un camino distinto.

GIUSEPPE CABRERA

Escribo este artículo un domingo en la tarde y espero que hoy día, no haya perdido la democracia, no se haya aprobado la demagógica intensión de reducir asambleistas, afectando la representación de los que siempre

Han pasado seis años desde que el expresidente Rafael Correa dejó el poder y tres desde que fue sentenciado por corrupción. Los líderes del movimiento tuvieron que elegir entre la cárcel, la huida y la metamorfosis, y el trabajo quedó en manos de una nueva generación. En todo ese lapso, la atomización y las sucesivas crisis que vivió el país le valieron al correísmo una permanente ofensiva mediática en su contra. Pese a ello o, quizás, gracias a ello, acaba de alzarse con una victoria electoral de insospechada magnitud. Además de conquistar espacios de poder en todo el país, privó a otras fuerzas políticas — como el PSC o Pachakutik— de sus principales plazas.

Los adversarios del correísmo tienen mucho que aprender. Es el único partido con cuadros formados a lo largo de más de una década. En medio de toda la convulsión, mantiene una disciplinada línea de mando. Su mensaje es claro y conciso, así como su espíritu combativo, su entusiasta nostalgia y su nacionalismo sentimental. Nunca reniega del país y es inclemente con sus adversarios. Mantiene un trabajo silencioso y persistente a nivel nacional, y da frutos que los estudios de opinión y los centros políticos no perciben a tiempo. Es absolutamente calculador y estratégico con sus aliados; ellos, ilusos pero útiles.

El correísmo tiene el objetivo declarado de volver a la Presidencia y convocar a una Asamblea Constituyente para revertir el proceso que arrancó en 2017 —legislación, referéndum, atraco a la justicia, diplomacia, etc., y que en vano prometieron desarmar los últimos dos presidentes.

Sus posibilidades de éxito están cantadas, y solo una articulación de la oposición política y social podría proteger lo que queda de lo que aún se llama democracia.

FRANKLIN BARRIGA LÓPEZ

f-barri@uio.satnet.net

Trámites eternos

Unode los principales problemas de América Latina y el Caribe es la lentitud en las oficinas públicas, lo que degenera en desidia institucionalizada y serios obstáculos para el desarrollo. La excepción confirma la regla.

Dentro de sus proyectos de investigación para proporcionar soluciones innovadoras y sostenibles a los problemas más acuciantes de nuestra región, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), publicó, hace aproximadamente cinco años, “El fin del trámite eterno: ciudadanos, burocracia y gobierno digital”.

En este estudio se proporciona recomendaciones, especialmente a los gobiernos, orientadas a superar taras burocráticas: eliminar aquellos trámites que sean innecesarios, redundantes y obsoletos; rediseñar el trabajo, de acuerdo a la experiencia y necesidades de los usuarios; destinar recursos para facilitar el acceso a técnicas digitales; mejorar la calidad de prestación presencial de trámites a través de personal calificado y creación de centros integrados de servicios al público, a través de herramientas como plataformas de operación, identidad y firma digital.

Se subrayó que la digitalización de los trámites reduce la corrupción y los costos de la burocracia, advirtiendo que esta se halla acostumbrada al atorrante y demorado papeleo, sin preocuparse de aplicar normas dinámicas, para proveer servicios eficientes, dentro de la tendencia de dilatar gestiones, con el consabido ‘vuelva mañana’.

Cuando no existen trámites ágiles y sin complicaciones, ausentes de coimas, la imagen de las instituciones mejora, por cuanto va en sentido proactivo, lo que incentiva a la comunidad a efectuar emprendimientos, de lo contrario el usuario se encuentra con obstáculos que son verdaderos laberintos, difíciles de sortear, que fastidian y demuestran falta de transparencia o ineptitud, caldo de cultivo para que prolifere el subdesarrollo y la pobreza.

están abajo, de las provincias pequeñas, de las mujeres, los jóvenes y los pueblos y nacionalidades indígenas. Espero también, que el Alcalde (sa) y Prefecto electo, tengan la suficiente madurez para dejar la campaña atrás y empezar a trabajar, con un equipo capaz e íntegro, alejados de los aduladores y los oportunistas y que, dejen sus malas prácticas de la campaña sucia y los troll center, en el que todos, incurrieron y seguramente quienes han ganado también. Ojalá y, el Gobierno asuma la victoria o la derrota con honor y humildad, porque sea que hayan ganado o perdido, se encuentran ante la próxima crisis de legitimidad que ses les avecina, si ganan y no hacen las cosas bien, serán incapaces y, si pierden, las medidas de hecho y salidas institucionales otra vez se plantearán sobre la mesa. El gobierno ha arriesgado mucho, para ganar tan poco con esta consulta. Que este artículo encuentre un país más justo, donde las muertes políticas no queden en la impunidad y, se descu- bra quienes estuvieron detrás de los casos de sicariato a los candidatos en las elecciones seccionales.

De aquí, Ambato entra a sus fiestas y, tiene que hacerlo con el compromiso férreo de que la democracia no se la ejerce cada 4 años con el voto, sino que materializa con el uso sostenido de los mecanismos de participación ciudadana y control social.

Con todo y la pesadumbre que me acompañó a votar, frente al aumento de la violencia, las muertes y la campaña ruín y la bajeza que hemos vivido estos días, veo el futuro con esperanza, porque aún el voto puede ser un termometro social y la mayor arma de igualdad republicana. Desde el más poderoso, hasta el que menos tiene, son iguales durante el minuto en que se paran frente al biombio; su voto vale igual que los demás. Y esta premisa republicana nos oliga a estar juntos a reconocer a quienes se hacen bien las cosas y castigar a quienes ya se equivocaron, en cualquier otra espacio en el que eres parte.

This article is from: