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Hasta que la Historia diga ‘basta’
Se han señalado varias debilidades de la práctica periodística: la adicción a las fuentes oficiales; los altos costos económicos en la producción editorial; el compromiso de los medios con grupos económicos o políticos; la superficialidad e irrelevancia y la trivialidad de una parte importante de sus contenidos y la preferencia por el periodismo del día y de relaciones públicas.
A este conjunto se añaden la creencia de que nuestro papel es solo informativo; la falta de especialización del periodista; el multiempleo y la dependencia de las fuentes y los temores de la prensa en democracia. Lo que se traduce en inconsistentes lineamientos editoriales y en la vulnerabilidad de la ética, así como la pérdida de perspectiva y objetividad en situaciones límites.
Hace años, la Universidad Internacional de la Florida hizo un estudio sobre el estado de la prensa en los países andinos. Las principales inquietudes fueron el deterioro de la independencia de las redacciones, los bajos salarios, la inseguridad, la necesidad de entrenamiento y capacitación, la ausencia de consideración a su labor y de ética. La falta de independencia de la redacción era el problema más grave. Se referían a la injerencia de la administración, los anunciantes, los políticos y los funcionarios de los gobiernos, entre otros.
Sin embargo, una firme y resuelta fidelidad a la ética profesional ha conducido a decenas de periodistas a la muerte. No todo, en el campo de la ética, ha sido deleznable en nuestro continente. Francis Fukuyama señalaba que las sociedades de la información son enemigas del autoritarismo. A más información se corresponden sociedades más democráticas.
Como periodista me limito, cual obstinado Sísifo, a seguir insistiendo en la vieja idea de que la información, profesionalmente realizada y de alta calidad ética, es conocimiento y por el conocimiento se llega a la verdad.