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EDitoRiAL Alerta en la frontera
El incidente que se produjo en la frontera con Colombia constituye una oportuna lección para nuestras fuerzas. Luego de que soldados ecuatorianos detuvieran a habitantes de una reserva indígena por presunta posesión de varios kilos de cocaína, Colombia protestó ante lo que juzgaban una incursión de su territorio.
Los militares protagonistas lucían convencidos de que estaban en territorio ecuatoriano; sin embargo, ni la Cancillería ni el Ministerio de Defensa de Ecuador se pronunciaron sobre esa diferencia de criterios. En contraste, llamó la atención la airada reacción colombiana y la velocidad con la que su narrativa se impuso en los medios internacionales. Una diversidad de elementos —la soberanía, el indigenismo, el ambientalismo, el antimilitarismo—, movilizaron a diferentes sectores de la opinión pública colombiana.
Se suponía que la operación había pasado por todas las instancias necesarias de comunicación y coordinación con el país vecino. Sin embargo, no se puede subestimar la amplia divergencia de criterios que existe dentro de la sociedad colombiana —incluso en gobernanzas locales con respecto a la nacional—, la escasa presencia de su Estado en muchas zonas y la penetración del crimen organizado en muchas estructuras políticas. Ello implica que, si se actúa imprudentemente, cualquier iniciativa ecuatoriana puede ser malinterpretada e instrumentalizada.
Es inevitable que, conforme la lucha contra la inseguridad se profundiza, el Ecuador se vea obligado a hacer sentir su presencia en la frontera más frecuentemente. Para ello, el entendimiento con el Estado vecino debe ser impecable y permanente.
¿Noticia en desarrollo?
De un tiempo a esta parte los seguidores de la información cotidiana nos hemos visto “arrastrados” por la nueva ola de la información digital , que es más dinámica, más oportuna, mediática…pero muchas veces incompleta.
En el nuevo modelo informativo se observa a las claras la falta de investigación, la falta de contrastación, el amarillismo, lo cual no contribuye eficazmente a tener una comunidad bien informada.
En la actualidad, cualquier persona maneja un medio de comunicación digital, se inventa un nombre medio atractivo, lanza imágenes de algún hecho acontecido, con una escasa o paupérrima estructura periodística. El hecho generador noticioso deja a la colectividad un sabor amargo de tener más detalles, mayor contenido y, lo que es peor, se somete a una infinidad de conjeturas, suposiciones e ideas vagas. Muchas veces estas conjeturas tienden a replicarse, creando entonces una falsa información, totalmente alejada de la realidad de los hechos.
Por esta razón, es sumamente importante, necesario, urgente e impostergable, acudir a la credibilidad periodística de la que gozan los medios de comunicación tradicionales. Esto no significa que algunos medios digitales no gocen de credibilidad, sino más bien, es una invitación a tener mayor consideración por su público seguidor, para entregar información veraz, verificada y creíble. En la mayoría de estos casos me he topado con esas palabritas mágicas “noticia en desarrollo” y, al final de cuentas, no se sabe dónde quedó el desarrollo de la noticia, nunca hay seguimiento.
En verdad, el mundo moderno ha simplificado el sistema de comunicación, la tecnología ha reducido el espacio de una nota, la ha hecho más dinámica y ha acortado distancias y ganado tiempos de entrega, lo cual también es altamente beneficioso. Pero que de allí intentemos realizar tareas periodísticas, asignadas a periodistas, hay mucha diferencia todavía.
Constitución muy garantista, una legislación blandengue, solapadora y muy permisiva; si a esto le sumamos la evidente corrupción de todas las instituciones del Estado, con mayor acentuación en la esfera judicial; aquello está facilitando el crecimiento delincuencial. En este contexto, la corrupción está tocando fondo a niveles sorprendentes.
Existe una desesperación por acumular fortuna por cualquier medio; ojalá reflexionaran los que así piensan, que acumular excesivo dinero no es la felicidad; cuántos millonarios ecuatorianos no pueden dormir en paz como lo hace la mayoría de la gente común, y no es que sea negativo o pesimista, pero quisiera que entiendan los que se apasionan por tener más dinero sin mirar el origen de dónde y cómo se lo obtiene; ¡qué bello es ganar por medios lícitos!, y más noble compartir con los que menos tienen, dice la Biblia “el que da a otro solo presta a Dios.”
La salida la vengo proponiendo desde hace mucho tiempo: reformar la Constitución, endurecer la ley con acumulación de penas, con sanciones ejemplares; obviamente que no pase de cien años, pero sin pena de muerte ni cadena perpetua, sin rebajas ni medidas sustitutivas para quienes maten, violen, aterroricen y amenacen con arrebatar lo ajeno sin ningún derecho.
Las leyes deben ser tres veces más duras para los funcionarios del Estado, a fin de que sean honestos y fieles cumplidores de la ley; a jueces y fiscales se les debe tener solo cuatro años en funciones y deberían ser sancionados con toda rigurosidad sin contemplación, una vez comprobada la infracción en su gestión.
Por otro lado, sancionar civilmente a los padres para que se responsabilicen en criar buenos hijos, con valores morales, cívicos y espirituales; a efecto de completar el círculo para el cambio positivo a corto y mediano plazo; solo así podríamos hablar de volver a tener buenos ciudadanos a quienes la patria los está necesitando. Hasta que hagamos este cambio, que Dios nos ampare.