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La gente entiende que el IESS no está bien

La crisis del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social no es una de promoción ni de publicidad, sino de diseño fundamental. Diferentes sectores políticos intentan engañar a la opinión pública con excusas acordes a su ideología y agenda. Unos aseguran que la falta de afiliados se revertirá con crecimiento económico —omitiendo que, bajo las reglas actuales, más afiliados generarían más obligaciones—. Otros creen que con reformas cosméticas —como aumentar la edad de jubilación o recortar beneficios— se puede corregir el sistema, cuando bajo la configuración demográfica y socioeconómica actual eso solo postergaría el problema. Si el IESS resulta cada vez menos atractivo para la ciudadanía es porque esta percibe su frágil diseño.

Hoy, la afiliación resulta sumamente costosa para el empleador y demasiado arriesgada para el empleado —especialmente para los jóvenes que empiezan su vida productiva y que están lejos de cosechar varios beneficios—. Paradójicamente, las áreas que mejor funcionan —la atención médica y los servicios financieros— no pertenecen necesariamente a la seguridad social y atraen a usuarios que cuestan mucho y aportan poco. Se le exige a una juventud cada vez más esquiva y con un futuro incierto que se haga cargo de generaciones anteriores cada vez mayores, con más beneficios y bajos aportes. Al mismo tiempo la clase política intenta devengar su compromiso constitucional con el IESS usándolo, regularmente, como botín. Mientras esas contradicciones persistan, no tiene sentido esperar un aumento en la masa de afiliados.

La rutina es una costumbre que se adquiere al repetir la misma tarea o actividad varias veces. Una práctica que se desarrolla casi automáticamente con el tiempo, sin justificación.

Una mala organización, que no integre tanto responsabilidades como placeres de una forma equilibrada, puede afectar nuestra salud emocional y derivar en malestares de orden psicosomático.

La carrera de ratas implica perseguir objetivos exagerados, casi siempre establecidos por la sociedad, y termina en un ciclo autodestructivo. Hace alusión a una actividad desenfrenada que no tiene un objetivo claro, a ese constante movimiento de la vida en las grandes ciudades, que mantiene a las personas siempre ocupadas y angustiadas por creer que no van a poder cumplir con todas sus obligaciones, y sin el suficiente tiempo libre para parar y reflexionar acerca de lo que ellos quieren, desean o disfrutan.

A lo rutinario, generalmente, se lo asocia con acciones aburridas . Sin embargo, cabe señalar que las rutinas son un mecanismo para garantizar la seguridad y ahorrar tiempo. Aunque esto tiene un precio cuando se lleva a los extremos. No es coincidencia que las ciudades con las tasas más altas de depresión, estrés y suicidio sean posiblemente el foco de la desafortunada carrera de ratas.

Solo recordamos momentos que nos hayan emocionado de alguna manera. Por eso sentimos que el tiempo corre tan deprisa, porque pasamos los días atrapados en un bucle en donde todo lo que hacemos es parecido a lo del día anterior.

Aunque no todos podemos estar constantemente viajando, tirándonos en paracaídas o saliendo a muchas fiestas, sí podemos elegir experimentar más situaciones memorables destituido y posiblemente enfrentar consecuencias legales adicionales.

Creo que al final de nuestra vida la terminaremos con un ‘desearía haberlo hecho’, ¿y si la terminamos con un ‘estoy agradecido porque sí lo hice’?

Los proponentes de la destitución del presidente Lasso, prometen que esta acción podría propiciar una reorganización del poder y tener efectos en la política y la economía del país. Mientras que el Ejecutivo asegura que dicha solicitud está viciada de errores de forma y fondo, jurídicos y fácticos, y acusa a los asambleístas de atentar contra la democracia y la institucionalidad.

Sin embargo, un juicio político por sí solo no puede cambiar completamente la realidad de un gobierno y menos la de un país, podría tener un impacto significativo, pero su efectividad dependerá de varios factores, incluyendo el alcance de la corrupción, el abuso de poder, el contexto político, la voluntad del gobierno y la asamblea, y participación de la sociedad para abordar el problema.

Existe un sentimiento de frustración , cansancio y hartazgo en los ciudadanos respecto a la clase política, ya que estamos siendo atacados por la inclemencia de la na- turaleza, por el crimen organizado, por los políticos sin sentido del deber y aunque ni siquiera esté en el debate nacional, está cerca una nueva crisis financiera global y nadie está hablando al respecto.

¿Estamos listos para enfrentar todo esto? La respuesta es no, aquí solo hablamos de sacar al presidente, aunque luego no se sabe ¿para qué? o peor aún ¿para quién?

Quienes estudiamos la política tenemos bastante trabajo tratando de entender a los medios de comunicación y su agenda, nos sumergimos en la teoría de elección racional para entender e interpretar los intereses personales y las oportunidades políticas, hacemos un análisis del ciclo político, el framing…y simplemente el juego del poder está en movimiento, aún no llegamos al clímax de la historia.

En definitiva, lo único seguro son tres verdades: vuelve a cobrar fuerza la frase “que se vayan todos”, aún no es visible una tercera vía que deje por fuera a los que ya estuvieron y a los que están, y somos culpables de estar gobernados por políticos SIN JUICIO.

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