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Moncayo, un oportuno acierto
El presidente Guillermo Lasso ha comenzado a demostrar, con sus nuevos nombramientos, una práctica propia de gobernantes responsables: el afán de rodearse de personas más capaces, en sus campos de especialidad, que él. En lugar de buscar cobijarse entre aduladores y escaladores, está apelando, acertadamente, a profesionales de amplia experiencia y solvencia comprobada. La incorporación del general (sp) Paco Moncayo Gallegos a su gabinete, en calidad de consejero de Seguridad, es una muestra. En materia de seguridad, el equipo anterior del Presidente adolecía de una notoria falta de familiaridad con los temas relativos a la fuerza pública; un problema usual en la política ecuatoriana contemporánea. Con Moncayo en el equipo, el Gobierno podrá generar políticas debidamente sustentadas en la comprensión de las limitaciones operativas –tanto de logística como de infraestructura— que enfrentan policías y militares. Asimismo, conoce como pocos el marco legal y normativo que rige el campo de la seguridad en el país, y, por su exitosa experiencia política, entiende las complejidades y dificultades que entraña la aplicación de toda política pública. Aun así, quizás su mayor credencial sea el haber sido parte activa de una generación que, en un pasado, supo preservar con muchísimo éxito la paz en el país; no por medio de la represión ni del militarismo, sino de la cuidadosa articulación de la seguridad con las políticas sociales y el diálogo ciudadano.
Ahora, solo resta que el Presidente sepa escuchar. Debe entender que el tiempo le juega en contra y aprovechar la mano que tantos ciudadanos valiosos le han tendido.
DANIEL MÁRQUEZ SOARES
dmarquez@lahora.com.ec
Desdehace un buen tiempo, me incluyeron en el grupo de vecinos de WhatsApp. P ara nada es nuevo el ánimo y el carácter que prima en el grupo: como cuando Gulliver llegó a Liliput y conoció que ese reino mantenía una enemistad centenaria con Blefuscu, el reino enemigo. Con cada publicación en el grupo, me siento como un extraterrestre, pues cada vez conozco menos al género humano y veo cómo liliputienses denigran a los de Blefuscu, tan solo por no pensar igual, y aún peor, por no tener lo mismo. Allí inicia un proceso de degradación social, de odio al distinto, de estigmatización al desconocido.
Los vecinos y vecinas imponen su religión, su forma de vida y sus enemigos. Ellos y ellas viven en los polos, donde el equilibrio, el punto medio no existe.
Y es que así estamos en esta sociedad, en donde si no se piensa como la mayoría, o como esta pequeña minoría, se está atentando contra ellos. Y sus expresiones son tan virulentas como una bomba o un balazo. Desacreditar al otro, insultar al que no piensa igual, sobajar al que tiene una ideología diferente, son solo los inicios de una intolerancia que nos puede llevar a una guerra interna.
El gregarismo digital y ubicuo de las plataformas muestran el ánimo de los grupos, que a la final no son culpables de ser así, porque provienen de una descomposición social de siglos, pero que no la notan, como los zombis no se dan cuenta de que están muertos.
Dialogar, conversar y respetar al otro es indispensable para una democracia y una vida buena. Lo más peligroso es no querer cruzarse con el vecino porque no piensa igual que uno.
Si seguimos peleando como liliputienses y blefuscanos, seremos tan pequeños e insignificantes, que las nuevas generaciones serán aún más aisladas entre sí y pensarán que el mundo existe solo en su burbuja de quienes son iguales a ellos, y verán al otro como un zombi, un vampiro, al que hay que atacar y matar.
Un fantasma al que ve diariamente y que le recuerda que es el sexto país más violento de la región, con la proyección de llegar a 35 muertos por cada 100.000 habitantes.
En medio de la terapia, el paciente habla de su segundo fantasma: el desempleo. Le deprime saber que solo el 32,9% de los ecuatorianos tiene un empleo adecuado. Le aterra cargar en su conciencia con el hecho de que a febrero de este año 9.500 ciudadanos salieron del país.
El tercer fantasma: las deudas que lo persiguen. El paciente ocupa el cuarto lugar entre los países más endeudados con el Fondo Monetario Internacional. Lo más grave es que se endeuda para pagar el gasto corriente. La inversión en obras públicas es invisible.
Por último, el paciente reconoce que la inmadurez electoral a la hora de votar por dignidades y representantes ha provocado una grave crisis institucional: una Asamblea con el 12% de aceptación y un Ejecutivo con apenas el 9%
El psicólogo tiene la certeza de que la única receta para sacarlo de este terrible momento histórico, son medidas de shock inmediatas. Sugiere que los barrios y grupos civiles dejen de lado sus diferencias y se unan contra la delincuencia local y organizada. Su s ciudadanos deben solidarizarse y promover la microempresa Recomienda además dieta de austeridad enfocada en la eficiencia . Los especialistas insisten también en que todos los ciudadanos deben seguir presionando, sin desmayar, al Gobierno vegano de Guillermo Lasso, a los asambleístas vagos y payasos y a toda la casta de políticos nefastos que manejan el país. Para finalizar la terapia, el psicólogo le pide a su paciente desanimado que mejore como votante a la hora de elegir a quien lo dirige, porque esa es la forma de tener líderes capaces y dignos. Lo anima, pues no todo está perdido. Aún se puede, aún hay tiempo. Hay una cura. La salida está enfocada en tener ¡menos Estado y más libertad!