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Ética en la política
En consideración a que el ejercicio de la democracia trasciende el acto electoral y a fin de adoptar criterios y compromisos dentro de una educación para los ciudadanos, que enseñe a pensar críticamente y ofrezca un camino de maduración en valores, se ha emitido un comunicado de actual y gran importancia.
En este documento, se expresa: “Se lamenta que el país atraviese de nuevo por un ambiente político electoral con las mismas prácticas clientelistas, de denuncias de corrupción, de despilfarro de fondos públicos, de mal uso de los recursos del Estado para favorecer actividades político-partidistas y el excesivo dinero en las campañas”.
Se añade: “Los ciudadanos, a la hora de elegir entre los candidatos a puestos de elección popular, debemos tener criterio para discernir, cómo ver hoja de vida y familiar, planes realistas, promesas de campaña y fuentes de financiamiento; descartar a ciudadanos corruptos. No permitamos que la actividad política sea capturada por quienes solo se preocupan por sus propios intereses y su facción”.
Estos análisis y exhortaciones son bienvenidos, ya que además de ser oportunos son necesarios, en momentos tan complejos que atraviesa la sociedad. Las reflexiones transcritas pertenecen a la Conferencia Episcopal Panameña y pueden y deben ser oídas y aplicadas en todos los vastos territorios donde hace presencia el catolicismo. Se trata de realidades y orientaciones positivas, lejos, muy lejos de esos tiempos donde desde los púlpitos se introducía ingredientes políticos en los sermones; curas y monjas participaban en campañas electorales a favor del candidato que recibía la bendición de esa poderosa institución que, como en la Edad Media, controlaba las conciencias y amenazaba con el fuego eterno a los desobedientes de sus mandatos, vigilados por la ‘santa’ Inquisición, que no tenía nada de santa.
presente, el Ecuador se ha convertido en un nodo estratégico en las complejas operaciones del crimen organizado, lo cual se debe, además, a su ubicación entre los dos principales países proveedores de la cocaína.
En efecto, prácticamente la totalidad de la producción de esta droga en el mundo se realiza en Sudamérica. Colombia representa entre el 60 y 70% de los cultivos de la hoja de coca, seguida con menores porcentajes por Perú y Bolivia, respectivamente. En 2021, el cultivo en el vecino del norte se incrementó en un 43% y la producción en un 14%. Durante mucho tiempo, el negocio se mantuvo controlado por las Fuerzas Revolucionarias de Colombia, pero, tras el fracasado proceso de paz, la atomización de los actores criminales derivó en la presencia de lugartenientes de los cárteles mexicanos y europeos que llegaron para organizar los distintos procesos de las cadenas de suministro.
La droga colombiana y la peruana llegan a través de las porosas y extensas fronteras hacia el Ecuador y, desde nuestros puertos y playas, se trasladan a Norteamérica y a Europa.
En 2009, el 9% de la cocaína que llegaba al Viejo Continente, lo hacía desde Ecuador; mientras que en 2021, superó el 33%.
También se ha abierto una ruta hacia el continente africano. En enero de 2021, las autoridades de Gambia incautaron casi 3 toneladas de cocaína de un contenedor, enviado desde Guayaquil.
Los grupos delincuenciales mexicanos y europeos subcontratan a grupos locales para orga- nizar la logística y otras operaciones dentro del país y algunos de ellos han logrado independizarse y controlar sus propios territorios y el negocio al menudeo. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC): “Ecuador es un ejemplo ilustrativo de la amenaza que representan los grupos delictivos locales que colaboran con traficantes extranjeros”. Es evidente la complejidad y gravedad del problema y se debe evitar proponer soluciones fáciles y rápidas, porque no existen.