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Prevenir el fantasma del fraude

Los actores políticos deberían trabajar en la prevención de un potencial fraude electoral con el mismo ahinco con el que suelen denunciarlo -antes y después del sufragio-. Con pocas excepciones, los partidos y movimientos trabajan poco en el control electoral, hablan de ‘fraude’ con excesiva facilidad y apenas se hacen esfuerzos para esclarecer las acusaciones.

Desde el retorno a la democracia, el país acumula un lamentable prontuario de episodios que siembran sospechas nocivas y minan la confianza en la Democracia; las denuncias de Frank Vargas Pazzos en 1988, de Álvaro Noboa en 1998, de Rafael Correa en la primera vuelta de 2006, de Guillermo Lasso en 2017 y de Yaku Pérez en 2021, por mencionar algunas.

La participación ciudadana y las nuevas tecnologías, sumadas a la amplia experiencia del electorado gracias a elecciones tan frecuentes, hacen que el fraude en las urnas resulte virtualmente imposible. Ante ello, las redes y los sistemas informáticos se han vuelto el nuevo escenario de sospechas y acusaciones; pero, por su complejidad, este ámbito escapa del control ciudadano.

Desde ya, el Consejo Nacional Electoral busca curarse en salud, educando a la población sobre su sistema informático. Sin embargo, es indispensable que los partidos y movimientos cuenten con expertos propios y capacitados para ejercer el minucioso control informático que la ley permite. Solo así se podrá enterrar, de una buena vez, cualquier incómoda sospecha.

Lo conocí en Quito, hace algunos años, en una de las tertulias que, con gran sentido intelectual y patriótico, organizaba Guadalupe Mantilla, en la planta central de su periódico o en el Club de Ejecutivos. De grata memoria esta dama, directora de Diario El Comercio que, en esa época, era uno de los periódicos que sobresalía, especialmente por la calidad de personajes que escribían en sus páginas editoriales.

Carlos Alberto Montaner ha fallecido en Madrid, a los 80 años de edad. Incluso en su muerte ha sido coherente con la ideología liberal que enarboló, al haber escogido la eutanasia frente a la enfermedad neurodegenerativa incurable que le iba deteriorando.

Una verdadera pérdida para la libertad y la democracia la desaparición física de Montaner: ya no seguiremos escuchando sus comentarios de índole internacional en CNN, leyendo sus columnas distribuidas en numerosos medios de varios países y sus nuevos libros; queda, eso sí, su valioso legado intelectual, perdurable y orientador, sobre todo en las obras que escribió con valentía y versación en pro de una América sin populistas y tiranos, entre otras: ‘Manual del perfecto idiota latinoamericano’, ‘El regreso del idiota’ y ‘Fabricantes de miseria’ (elaborados junto a Plinio Apuleyo Mendoza y Álvaro Vargas Llosa), ‘La libertad y sus enemigos’, ‘Las raíces torcidas de América Latina’, ‘Cómo y por qué desapareció el comunismo’, ‘Las columnas de la libertad’, ‘No perdamos también el siglo XXI’ y cuántas otras más.

Carlos Sánchez Berzain, director del Instituto Interamericano para la Democracia, al que estuvo vinculado Carlos Alberto, con motivo del referido deceso, expresó que recibió “con gran pesar esta pérdida irreparable de alguien tan identificado con la lucha incansable por la democracia en las Américas”.

Conceptos que, sin duda, compartimos no pocas personas.

Lea la carta póstuma de Carlos Alberto Montaner, “Cuando usted lea este artículo yo estaré muerto”.

la humanidad saludó esperanzada el advenimiento del nuevo siglo. Celebró los fantásticos logros de la ciencia y la tecnología y se ilusionó con el advenimiento de una época que esperaba fuese de paz, bienestar y progreso general. No faltó, sin embargo, la advertencia de quienes pronosticaron guerras multiplicadas por guerras, y el peligro de un nuevo medioevo en contextos de alta tecnología de enorme espectacularidad. El crecimiento imparable actual del crimen organizado parece darles la razón.

En efecto, en lo que va del siglo XXI,la criminalidad no ha parado de crecer. El volumen de sus transacciones supera los 2,2 billones de dólares norteamericanos por año, según informe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Crimen (ONUDC), que refiere también como 22 millones de personas consumieron cocaína solamente en el año 2021, lapso en que la producción alcanzó la cifra récord de 2.304 toneladas. A ritmo similar se ha incrementado la producción y uso de drogas sintéticas, la minería ilegal, la trata de perso- nas, el tráfico de armas ilícitas y varios delitos ambientales. Un cuadro aterrador.

Ante esta realidad, el riesgo mayor corresponde a aquellos países con más vulnerabilidades: Estados con gobiernos débiles, democracias frágiles, poco inclusivas y transparentes; sociedades agobiadas por la pobreza, la injusticia y falta de oportunidades; territorios sin presencia efectiva del poder público; sistemas electorales deficientes que facilitan el financiamiento de partidos y otros actores políticos por estruc- turas criminales; y, respuestas gubernamentales de corto plazo, coyunturales u oportunistas que no se enfocan en lo esencial de la estructura del poder criminal. Debido a lo anterior, es importante para el pueblo ecuatoriano exigir de los actuales candidatos propuestas técnicamente fundamentadas y su compromiso de enfocar los planes y acciones en el campo de la seguridad como políticas de Estado que deben aplicarse sostenidamente en el corto, mediano y largo plazo. Sin dilación.

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