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Crecimiento, ¿sin seguridad jurídica?
La Corte Constitucional dispuso una consulta popular que busca detener por completo la explotación petrolera en el bloque ITT; ahora, cuando la producción del país atraviesa un declive sostenido y difícil de revertir a corto plazo.
De ganar el ‘sí’, la consulta enterraría más del 10% de la producción y debilitaría aun más a Petroecuador. Sentaría un precedente nocivo —una suerte de declaración nacional ‘antipetróleo’— que espantaría definitivamente a las inversiones que tanto persigue el sector. El contexto regional no ayuda, pues las políticas de Gustavo Petro en Colombia y el atolladero venezolano entorpecen la operación de las empresas que podrían aportar conocimiento y tecnología.
Ecuador construyó un modelo económico y social, sustentado en energía barata y subsidiada, que impulsó un admirable crecimien- to poblacional durante las últimas cinco décadas. Cuando semejante boom demográfico no llega con crecimiento económico, se produce un estancamiento doloroso, plagado de convulsión social como el que vivimos ahora.
Además del repliegue del petróleo, el tan esperado boom minero pinta cada vez más lejano, el turismo sufre por la crisis de inseguridad y las remesas se acercan a su límite, mientras la paralización legislativa demuestra que las reformas urgentes —laborales o del IESS— no están en el horizonte. En este contexto, el sostenido esfuerzo del Gobierno de Guillermo Lasso por empujar el intercambio comercial en la arena mundial, es alentador. El acuerdo con China, el más reciente tratado alcanzado por Ecuador, tiene un inmenso potencial para el crecimiento económico. El reto, sin embargo, será nuevamente la seguridad jurídica.
¿Víctima o victimario?
LaAmazonía continental es motivo de interés y de atención de manera recurrente. Son siete millones y medio de kilómetros cuadrados de bioma amazónico. Es el bosque tropical continuo más grande de la Tierra. Por otro lado, la Amazonía no es un territorio vacío, ya que en él moran una serie de pueblos, unos denominados ‘originarios’ y otros que se han establecido a lo largo de los tiempos.
En todo caso, las discusiones y las inquietudes más acaloradas tienen que ver con el rol que juega la región para el clima del mundo. Para unos aparece como uno de los grandes culpables por los procesos de deforestación, por la ampliación de la frontera agrícola, por la codicia que despiertan sus yacimientos petrolíferos y minerales. Para otros la Amazonía es la gran víctima, porque las consecuencias del cambio climático, que no son, en gran medida, imputables a lo que se hace en su territorio, están produciendo presiones enormes sobre la zona, que indudablemente corre un peligro enorme y un riesgo de sabanización y hasta desertificación que muchos estiman inminente.
De ahí la gran paradoja: ¿es la Amazonía víctima del cambio climático o coadyuva a que este se dé? Probablemente en las dos apreciaciones haya algo de verdad. No podemos negar los efectos que se producen por la acción de los seres humanos en los diversos lugares del planeta, la utilización de los combustibles fósiles, el peso poblacional sobre la tierra, pero tampoco puede negarse que la urbanización, la extensión de la frontera agrícola, la explotación de los minerales y del petróleo, también inciden en su mayor deterioro.
Por ello, para una comprensión y acción mejor sobre la zona, los gobiernos de los países que forman parte de la cuenca amazónica deben tomar en cuenta todos los riesgos, todas las implicaciones, para asumir con responsabilidad la parte que les toca en el desafío de preservar y al mismo tiempo preocuparse por los pueblos que en ella habitan.
hecho; a su vez, diferencia a las personas haciéndolas únicas cuando llevan a cabo determinados actos, como ser efectivas, confiadas o confusas en lo que dicen y hacen.
Así mismo hay personas que tienen la convicción sobre aspectos negativos o son pesimistas de todo y en todo momento. Creen que no valen nada, que no son capaces de hacer algo o de afrontar algún tipo de problema y por eso viven aisladas del mundo real, pero muy aferradas a la política o algún tipo de culto religioso del que no pueden salir, porque mantienen y persisten en programas electorales o de ayuda a predicadores políticos o religiosos, que viven de la asistencia económica de la gente por cuotas políticas o vacunas delictivas.
La convicción no puede confundirse con la creencia de algunas personas que dicen tener la evidencia suficiente para sostener como idea fija, pero que no pueden demostrar su veracidad. Pensar que la razón o la fe son distintas formas de convicción, puede provocar con- flictos culturales y sociales de gran magnitud, como la obsesión y el temor que se presentan repentinamente y que son percibidos por mucha gente, al haber sido impuestas en contra de su voluntad. La fe es una convicción que no está basada en la reflexión, mientras que la razón tiene fundamentos lógicos. Si observamos el pasado, veremos como la humanidad está en constante transformación y desarrollo, incluso se ha lanzado a la conquista del espacio; y, a pesar de los mayores conocimientos de la ciencia y la tecnología, las pasiones y deseos desatan problemas y conflictos que hacen que se destruyan unos a otros, con guerras y crímenes que frenan un destino más productivo. Nuestro país no posee un instrumento racional que le permita comprenderse a sí mismo para orientarse dentro de una vida correcta, organizada y democrática . La incoherencia de la Asamblea Nacional fastidia a la población, el contrasentido en el cumplimiento de sus ‘funciones’ pervierte la democracia.