
3 minute read
La sangrienta estela de la impunidad
El asesinato de Agustín
Intriago deja en claro que el país ha llegado a un punto en el que nadie, absolutamente nadie, está a salvo. Alcalde de una de las ciudades más importantes y uno de los políticos con mayor índice de popularidad, su trágica muerte dejará una incógnita perpetua sobre el futuro político que le aguardaba.
Su asesinato es el último de una larga cadena de atentados —que siguen sin esclarecerse— contra autoridades locales, cada vez más relevantes. El asesinato del candidato a concejal Gerardo Delgado, también de Manta, culminó solo con la sentencia de los dos autores materiales, y la investigación del de Julio César Farachio, candidato a alcalde de Salinas, se estancó tras una detención. El de Omar Menéndez, candidato a alcalde de Puerto López, carece aún de respuestas, al igual que el del concejal de Esmeraldas, Jairo Olaya. El atentado contra Luis Chonillo, alcalde de Durán, en el que fallecieron tres personas, también permanece impune.
Las autoridades y la comunidad no tienen cómo defenderse si ni siquiera saben quiénes son los causantes de la violencia ni sus motivos. Al tolerar que crímenes de esta envergadura queden sin esclarecerse, la Justicia da espacio a injustas especulaciones y rumores que, a la larga, colocan la culpa sobre las propias víctimas y sirven de pretexto a las autoridades para no buscar respuestas. Esto abona a la impunidad y sirve de aliciente para que los criminales sigan actuando con osadía cada vez mayor.
Lo único de lo que podemos estar seguros este momento con respecto al asesinato de Intriago es que, si no se hace nada, sobrevendrán otros de la misma escalofriante magnitud.
Gestas nacionales
Los hechos heroicos, que constituyen referentes de identidad y ejemplo, deben ser recordados, para afianzar el orgullo patriótico, el sentido de pertenencia, la motivación hacia la superación y el triunfo. Las proezas de los antecesores no tienen que caer en el olvido, por elemental consecuencia cívica y responsabilidad social. No es fruto del acaso el Estado ecuatoriano, sino de una serie de sucesos que costaron enormes sacrificios. Las luchas por la Independencia reflejan acciones nada fáciles, muchas de las cuales llegaron al campo de la epopeya. Enaltecer estos acontecimientos es obligación ciudadana, gran incentivo para amar a nuestro país y no desfallecer ante las desventuras, condenar a los malos gobernantes que ignoraron la lección de los próceres y llenarse de esperanza para un futuro mejor. La Batalla de Ibarra, la única en la que participó Simón Bolívar en nuestros territorios, tuvo lugar el 17 de julio de 1823 y consolidó la Independencia alcanzada en las faldas del volcán tutelar de Quito, el 24 de Mayo de 1822. Los realistas, desde Pasto y al mando de Agustín Agualongo, armaron un ejército con el cual pretendieron llegar a Quito y desbaratar lo alcanzado en Pichincha. Fueron detenidos en la Ciudad Blanca por el Libertador, quien, al mando de sus fuerzas republicanas, les propinó memorable derrota y, con ello, se produjo un verdadero hito en la trayectoria nacional.
En homenaje al Bicentenario de este acontecimiento, en el Salón Máximo de Posgrados de la Universidad Técnica del Norte, se llevó a cabo, el 7 del presente mes, un acto de gran significación: la Sesión Solemne organizada por la Academia Nacional de Historia, el mencionado centro de estudios superiores y la Sociedad Bolivariana del Ecuador: se pronunciaron discursos de solidez histórica y visión futurista por parte de los directivos de estas instituciones. Se honró debidamente a una de nuestras principales gestas.
aburrida y entienden que no da votos, porque al pueblo le interesa oír cosas concretas, que le ofrezcan realizaciones materiales. Hay un complejo en el fondo, el temor de no poseerla o de conocerla superficialmente, salvo lo de hablar de raíces, de folclore, de tradiciones, de alguna fecha histórica, poca poesía, nada de arte. La practicaban antes Rocafuerte, García Moreno, Arroyo del Río, Baquerizo Moreno, Luis Cordero, Velasco Ibarra, Mahuad.
Las citas son para impresionar: Yaku menciona a Heráclito
(nadie se baña dos veces en el mismo río) y cambia de tema, habla del agua, de los impuestos, de la tercera vía. Por supuesto su cultura no es de oropel pero más se acerca a un sonreído predicador, cielo e infierno en esta tierra, lo primero para sus partidarios, lo segundo a los que no votarán por él, más en la segunda vuelta se purificarán. Villavicencio, con suma timidez, hizo saber de su amor oculto a la poesía, tema que el entrevistador no le dio importancia, pues quería saber si prefiere el locro o el encebollado. Otto no sabe ni chistes alema- nes, pero parece un chiste alemán: serio, solemne, cuadrado, eficiente en sus respuestas. Su cultura es radiofónica, esto es, informa de lo que le interesa a la gente: seguridad, empleo, honestidad en lo posible. Desde luego que en el tema cultura su maestro consciente es Lenín Moreno y su maestro inconsciente es Correa, cuyo humor consistía en repetir algún chiste o cacho conocido, que era preferible a sus acciones políticas non santas, como romper periódicos y tachar a una periodista de ‘gordita horrorosa’ o de Pitufo a algún adversario de pequeña estatura física. Topic, creo, actualmente prefiere la razón bruta a la fuerza bruta, antípoda para un legionario francés. Es ocasión para que pruebe que ha estado en la guerra de Ucrania, donde hasta el momento no han entrado soldados franceses. La cultura del ‘empuñe y la impunidad’ la tiene una dama que habla como titiritera de su líder. Armijos ama su cultura parroquial, al revés de sus tierras que cada vez crecen más. Hervas tiene el arte de sonreír, buenos dientes pocos votos.