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Viva el Marxismo
Sí, soy marxista. De esos que bien pueden sentirse orgullosos de gritarlo a las cuatro esquinas del mundo. El marxismo más puro es el que cuatro hermanos produjeron y con el cual conquistaron al mundo con su humor. Si el joven Karl hizo lo suyo con ‘El Capital’, Groucho, Chico y Harpo siempre estuvieron a la merced del capital, para hacerse de él y tener una vida digna de un pícaro en la gran metrópoli. Hoy es natalicio de Chico; el que siempre tiene un negocio para embaucar, el que lidia directamente con Harpo; el antagonista de Groucho.
Ser del marxismo de Chico no es igual que ser grouchiano o harpiano. Quizá sea de establecer tipologías marxistas, pero para qué, pues esta corriente de vida y modificación de la sociedad es una sola: cáustica, divertida, mordaz. Chico era un pianista virtuoso, y en las películas de los Marx siempre había música, baile y canto. El personaje de Leonard, que es como se llamaba Chico, era el de un avispado, un vivo, de un adelantado pícaro que siempre estaba atento a cualquier descuido de la gente, para poder medrar, pero con altura, sin necesidad de usar la violencia.
Es así como Chico interpreta a Emmanuel Ravelli, el asistente de W.T. Flywheel, un abogado de poca monta, que busca incautos para defender o bien para solo cobrarles. Este es el motivo por el cual en 1932 la compañía radiofónica norteamericana NBC emitió veintiséis episodios con Chico y Groucho, como el abogado.
Chico siempre se destacó como ese personaje al que no le queda más que asociarse a Groucho, pues la inteligencia del bigotudo le era necesaria, ya que por sí solo le iba mal. La individualidad de los caracteres marxistas se hacía uno solo en cada disparatada escena, como la del camarote o la del cuarto de hotel en ‘Una noche en la ópera’.
El marxismo vive y no morirá nunca, pues el humor más puro es el que se ríe con nosotros y no de nosotros.
emos, para asegurar su ingreso, pone a cargo a burócratas. Estos ‘funcionarios dorados’ crean cortinas de humo y nudos de corbata con la aparente intención de obstaculizarnos el camino para pagar menos impuestos. Nos envuelven en una gran confusión a la hora de declarar en los formularios del SRI y logran su objetivo.
A pesar de este mecanismo coercitivo del Estado para sacarnos dinero, el ciudadano debe saber que puede pagar menos Es clave respaldar nuestros gastos para evitar que se afecte nuestra liquidez al momento de pagar esta ‘vacuna’ legalizada llamada ‘impuesto’, que al final del día no se sabe a dónde va a parar porque no hay obras, ni servicios públicos de calidad, ni carreteras. ¡Nada! Lo más triste es que en esa búsqueda por pagar menos impuestos, sin necesidad de evadirlos, nos encontramos con que el ecuatoriano en relación de dependencia laboral es la principal víctima de las ansias desmedidas del Estado. Los trabajadores pueden deducir un máximo de $5.344,08 (7 canastas básicas); ante ello, la pregunta es: ¿No es más conveniente facturar nuestros honorarios?
La historia del que tiene RUC es distinta, pues arma su propia declaración de acuerdo con sus ingresos, pero puede deducirse de gastos en forma más flexible en función —por ejemplo— de gastos de vivienda, educación, arte y cultura, salud, de vestimenta, alimentación y turismo.
La única forma de deducir es presentar las facturas siempre y tener un buen contador. ¿Pretende así el Estado incentivar e incrementar el empleo formal, cuando resulta más oneroso el pago del impuesto a la renta, en el caso de las personas con relación laboral, que aquellas que facturan? Facturar resulta ser la única salida.
En este contexto urge cambiar de mentalidad. Necesitamos reducir el Estado y hacerlo eficiente, óptimo y menos obeso. La Institución tributaria debe ser realmente un Servicio de Rentas Internas y parecerse menos a un servicio de rateros inoperantes. Urge avanzar hacia un sistema tributario en el que exista menos Estado y más libertad.