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hundiendo el rostro en el suelo. Rafe se puso en pie y tranquilizó a los asustados caballos. Luego, se quedó mirando al hombre muerto, sintiéndose de repente muy cansado. Maldita sea, ¿es que no iba a acabar nunca? Las armas del segundo cazarrecompensas estaban sucias y en mal estado, así que las desechó, quedándose únicamente con la munición. Registró las alforjas en busca de provisiones y encontró café. Bastardos mentirosos. Desensilló los caballos y les dio una palmada en la grupa, haciendo que salieran corriendo. No estaban en muy buenas condiciones, pero no les iría peor en libertad de lo que les había ido en manos de aquellos malnacidos. Después, cogió las provisiones que consideró convenientes y regresó al saliente. Annie seguía sentada en el rincón, abrazándose las rodillas. Su rostro estaba pálido y tenso, y ni siquiera se movió cuando Rafe entró en la minúscula cueva formada por el saliente y dejó caer la bolsa de provisiones. Se apresuró a agacharse frente a ella y le cogió las manos, examinándola con atención para asegurarse de que ningún trozo de roca que hubiera salido volando la hubiera golpeado. – ¿Estás bien? -le preguntó preocupado. Annie tragó saliva. – Sí, pero tú no. Rafe se quedó mirándola. – ¿Por qué? – Tu hombro. Sus palabras hicieron que Rafe fuera consciente de pronto del escozor en su hombro izquierdo, aunque apenas lo miró. – No es nada, sólo un rasguño. – Estás sangrando. – No mucho. Moviéndose despacio, con rigidez, Annie fue en busca de su maletín. – Quítate la camisa. Rafe siguió sus instrucciones, aunque la herida, en realidad, sólo era una quemadura y apenas sangraba. Observó a Annie con atención. No había preguntado por los dos cazarrecompensas. – A uno de ellos lo maté de un único disparo -comentó-. El otro sólo estaba herido. Pero sacó un segundo revólver de su cinturón cuando yo estaba alejándome con los caballos y también tuve que matarlo. Annie se arrodilló en el suelo y lavó cuidadosamente el arañazo con solución de hamamelis, haciendo que Rafe diera un respingo a causa del escozor. A la joven le temblaban las


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