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quiso saber lo que decía. Era evidente que llevaba allí toda la noche, porque el papel estaba húmedo de rocío y se le había corrido la tinta. La noche anterior no había oído nada, y eso que había vuelto a dormir mal. Al menos era sólo una nota, en vez de un animal mutilado. Estaba todavía en pijama, pues acababa de desayunar. Dejó la nota donde estaba y regresó al interior de la casa. Quince minutos después estaba vestida, maquillada, peinada y saliendo por la puerta. Abrió el coche y dejó el bolso sobre el asiento. Con sumo cuidado de no romper el papel mojado, levantó el limpiaparabrisas y extrajo la nota sosteniéndola por una esquina entre el pulgar y el índice. A continuación entró en el coche y se dirigió recto al palacio de justicia. Aparcó delante de la plaza y, sosteniendo la nota exactamente igual que antes, ascendió los tres peldaños largos y bajos. Había un mostrador de información nada más entrar, y se detuvo para preguntarle a una mujercilla de pelo azul dónde exactamente se encontraba el despacho del sheriff. -Justo al final de ese pasillo, querida, y después a la izquierda. -La mujercilla señaló a su izquierda y Faith giró obediente. El olor del palacio de justicia era sorprendentemente agradable y calmó un poco sus agitados nervios. Se componía de papel y tinta, productos de limpieza, la siempre cambiante mezcla de gente y el aroma gris frío de los suelos de mármol y de las salas. Había sido construido cincuenta o sesenta años antes, cuando los edificios poseían un carácter individual. Por supuesto, con el paso de los años había sido «modernizado» varias veces y se habían puesto luces fluorescentes para sustituir a las anteriores incandescentes, para que los empleados pudieran tener dolores de cabeza acordes con el abaratamiento del gasto de luz. Se adosaron a las ventanas aparatos de aire acondicionado que parecían percebes que crecieran al azar en las ventanas de los despachos. Sin embargo, en algunos lugares, de forma especial en los pasillos, todavía había ventiladores de techo que giraban perezosamente durante toda la jornada y mantenían el aire renovado y en movimiento. Llegó al final del pasillo y torció a la izquierda, donde se encontró con otro pasillo que se extendía frente a ella. Cinco puertas más allá llegó a un juego de puertas dobles que estaban abiertas y que lucían medio letrero en la hoja izquierda que decía DEPART DEL y otro medio en la hoja derecha que rezaba AMENTO SHERIFF, de tal modo que formaban palabras completas sólo cuando se cerraban las puertas. Dentro se abría una habitación alargada con un mostrador que discurría hasta el fondo, detrás del cual había varias mesas, la radio y dos despachos, uno ligeramente más grande que el otro. El más grande tenía un cartel con el nombre sheriff McFane en la puerta, que estaba semiabierta, pero Faith no alcanzó a ver el interior desde donde se encontraba. En las paredes colgaban fotografías de antiguos sheriffs, indicativo de los esfuerzos parroquianos por decorar el lugar. No hacía un efecto precisamente alegre. Una mujer de mediana edad vestida con el uniforme marrón de los agentes levantó la vista cuando Faith se acercó al mostrador. -¿En qué puedo servirla? -Quisiera hablar con el sheriff McFane, por favor. La agente observó a Faith por encima del borde de sus gafas de leer, y se vio claramente que la reconocía de la visita que había hecho dos días antes. Sin embargo, lo único que dijo fue: -¿Cómo se llama? -Faith Hardy. -Un momento. Entró en el despacho del sheriff McFane tras llamar a la puerta sólo de forma protocolaria, y Faith oyó un murmullo de voces. La agente salió y le dijo: -Pase por allí.


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